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Pablo Pineda

Un pacto coherente, legítimo y democrático

Un nuevo escenario político emerge en El Campillo con una vigencia mínima de cuatro años de mandato. La unión de dos fuerzas de izquierda tradicionalmente situadas en posiciones antagónicas, el entierro de unas divergencias que se han mantenido candentes hasta el pasado más inmediato, inaugura un nuevo horizonte de participación, de diálogo, de confluencia, en pro del desarrollo socioeconómico del municipio. Una oportunidad que, concedida por la desaparición de la mayoría absoluta que ha dominado las siete legislaturas transcurridas desde la restauración del sistema democrático, abre las puertas a la imprescindible suma de esfuerzos en busca de la ansiada evasión de la crisis provocada por el cierre de la línea del cobre. La alianza supone, en consecuencia, un verdadero punto de inflexión sin precedentes en las relaciones locales entre PSOE e IU. Y, todo ello, con un claro protagonista: el nuevo candidato de la coalición, Álvaro Romero, quien ha mostrado un elevado grado de valentía para cerrar, frente a las presiones de quienes, dentro de su partido, preferían permanecer anclados en un contexto de división, la enorme brecha que separaba a socialistas e izquierdistas. Una situación que, desde la perspectiva de la coherencia, se erige como insostenible en la totalidad del territorio español ante una proximidad ideológica que condena a ambas formaciones al entendimiento mutuo, a caminar de la mano, con la defensa de unos principios simétricos, siempre en torno a los valores de libertad, igualdad y solidaridad,  como meta última. 

 

Consciente de las reacciones que, en primera instancia, iba a suscitar su apoyo a la candidatura de Encarnación Palazuelo en el seno de la propia coalición, Romero, ante el dilema que se le planteaba, optó por lo que considera más beneficioso para El Campillo, en detrimento de las tesis que pudieran defender ciertos sectores de la militancia de su agrupación. Una decisión compleja y difícil en la que ha primado el compromiso con los intereses de los ciudadanos por encima de los de unas siglas concretas, algo que, aunque, con frecuencia, sea olvidado, debe ser el eje de la actividad de todo político en su calidad de representante del pueblo. Ahora llega la hora de demostrar que ha tomado la senda acertada, para lo cual PSOE e IU están obligados a emprender un duro trabajo que evidencie la legitimidad de una acción tan democrática como un pacto ante una ciudadanía que nunca hasta ahora había visto en la oposición a la fuerza más votada. Cuatro años tienen para ello. Sólo un balance de resultados positivos en un pueblo que quiere huir del éxodo que azota a la Cuenca Minera en su conjunto desde la decadencia de la minería derivará en la aquiescencia de la mayoría de los campilleros.

 

No obstante, será en los socialistas en quienes, en este sentido, recaerá un mayor grado de responsabilidad, ya que el recién iniciado mandato supone una reválida en la que sólo la obtención de una alta nota les permitirá recuperar el apoyo perdido con respecto a los comicios de 2003. Un objetivo para cuya materialización práctica resulta esencial la subsanación de los errores cometidos, el cuidado del más mínimo detalle y la apertura de canales de comunicación permanente entre el gobierno municipal y los ciudadanos, algo fundamental para que los campilleros conozcan la totalidad de los pasos que ejecuta la Corporación y los obstáculos que frenan la concreción de cada proyecto, en especial aquéllos relacionados con los ámbitos del fomento y el empleo. Estas acciones, además, no deben desligarse de una necesaria reorganización del PSOE de El Campillo que evite, como en ocasiones anteriores, que la retirada de Fernando Pineda se traduzca en una caída que relegue a los socialistas al lugar de la oposición, un espacio en el que a punto han estado de acabar tras los resultados del pasado 27-M.

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