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Pablo Pineda

La aventura del desarrollo rural

La aventura del desarrollo rural

Jóvenes de la Cuenca Minera participaron en Castilblanco de los Arroyos en un encuentro que ensalzó los valores sostenibles del pueblo frente a lo urbano

CASTILBLANCO DE LOS ARROYOS. La juventud es la depositaria de toda esperanza de futuro. De ella depende la supervivencia y el desarrollo del mundo rural frente a la amenaza del éxodo, un fenómeno propiciado por la “aparente” escasez de oportunidades con las que este ámbito compite con la amplia oferta social, cultural y, sobre todo, económica de las grandes urbes. Manifestar esta realidad, esta verdad incuestionable, ante la última generación de andaluces, para concienciarla del papel que le corresponderá asumir en los próximos años, fue el objetivo del VI Encuentro de Jóvenes por el Desarrollo Rural celebrado en la localidad sevillana de Castilblanco de los Arroyos. Y allí estaban, como testigos activos, para divulgarlo después en su deprimida tierra, en torno a unos quince jóvenes de El Campillo, Zalamea la Real, Minas de Riotinto y Nerva.

Los mimbres de ese anhelado progreso están en el potencial de las áreas agrarias y mineras, de los núcleos más apartados de los centros administrativos, y su consecuente autosuficiencia para recuperar el terreno perdido por la marcha o paralización de actividades empresariales, con la correspondiente merma en el peso poblacional. La riqueza natural, el incalculable valor ecológico de toda zona alejada del mundanal ruido y de la concentración de humos contaminantes, germinó, en este sentido, como la llave, la alternativa. Ésta fue la conclusión implícita, el medio ambiente como fuente de riqueza sostenible a través de actividades como el turismo y el deporte, de tres días de compañerismo y convivencia organizados por los grupos de desarrollo rural de las comarcas de la Cuenca Minera de Río Tinto (Huelva), del Corredor de la Plata (Sevilla) y de Guadix (Granada).

En total, bajo un trato cercano y de permanente ambiente festivo, medio centenar de jóvenes recibió un baño de carácter emprendedor. Noches en torno a una hoguera, con espectáculos musicales y malabares despedían cada jornada al mismo tiempo que sentaban las bases de una nueva amistad, la misma que se consolidaría horas después en forma de solidaridad con el inicio del trabajo en equipo. Actividades de tirolina, tiro con arco y escalada inauguraban unos días que proseguirían con talleres de apicultura y plantas aromáticas y senderismos botánicos. Todos caían maravillados ante el valor de unos recursos que siempre han estado junto a ellos sin que, en muchos casos, lograran percibirlos.

El contexto era embriagador desde el primer instante, las constantes risas se confundían en el aire con los cantos de los pájaros y el oxígeno, en su máxima pureza, brotaba a raudales del mágico patrimonio vegetal que rodeaba el centro de la naturaleza de Castilblanco de los Arroyos. Aunque muchos no se habían visto antes, parecía que se conocían desde antaño. Las bromas y las gracias eran frecuentes, pero también la ayuda mutua. No querían dejar a nadie atrás en el camino, ya fuera en la carrera por rellenar las fichas de cada especie de árbol, al lanzarse al vacío en la prueba de tirolina o al subir por la pared del rocódromo. Quien necesitaba el apoyo de un empujón, siempre lo tenía. Sin saberlo, inundaban su espíritu de compromiso.

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