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Pablo Pineda

El hundimiento de Riotinto

El hundimiento de Riotinto

El abandono y la falta de manejo de las masas de agua de mina agrietan el entorno del pueblo. Dos enormes socavones, de mil y cien metros de longitud, discurren entre Corta Atalaya y el barrio inglés de Bella Vista

MINAS DE RIOTINTO. La inundación de la Corta Atalaya se ha convertido en la punta de un peligroso iceberg que da la cara en la Cuenca Minera una década después del cierre de la explotación tras la marcha de la empresa Río Tinto Minera (RTM) y la suspensión de pagos de la Sociedad Anónina Laboral (SAL) que heredó el negocio del cobre cuando su precio se iba a pique en los mercados de metales internacionales. La aparición y constatación de grandes grietas en el terreno que la rodea en dirección al barrio inglés de Bella Vista lleva la intranquilidad al pueblo de Minas de Riotinto, que observa atónito que los grandes socavones van cada año a más. De hecho, son los vecinos quienes han documentado la secuencia del agrietamiento a lo largo de todo este tiempo, en el caso de Rafael Cortés; o la inundación de Corta Atalaya, en el caso de Antonio Romero y Jesús Chaparro.

Las enormes grietas comenzaron a aparecer en 2004 alrededor de la zona sureste de Atalaya, frente a Pozo Alfredo. A medida que han transcurrido los años se han ensanchado de manera progresiva hasta presentar una imagen impactante, con desniveles de dos metros de altura. Los geólogos consultados aconsejan estudiar la zona porque las evidencias de deslizamientos y hundimientos son evidentes y muy rápidas (apenas 8 años). Una de las más grandes llega ya a las inmediaciones del número 53 de Bella Vista en uno de sus extremos, mientras que la otra punta se encuentra en el llano con vacies de estériles de Corta Atalaya. Tiene, en términos aproximados, un kilómetro de longitud. La grieta está a unos 200 metros de la Casa Consejo, uno de los edificios emblemáticos de la etapa inglesa en Minas de Riotinto.

Una segunda abertura constan de unos 100 metros de longitud acompañados de un sucesivo resquebrajamiento y deterioro del suelo en paralelo, rasgando, incluso, un pinar que bordea la pista que comunica Cerro Colorado con Pozo Alfredo y el mirador de la Corta. El desgarro existente ha provocado el curvamiento y la caída de árboles al quedarse sin terreno que los sostenga. En esta zona se encuentra el vacie mineral El Paraguas. Su misión, precisamente, era la de proteger la Corta de las escorrentías de aguas en tiempos de lluvia. De la zona se llegaron a extraer hasta 400.000 toneladas de tierra para tratarla en la planta de oro y plata en 1997.

El continuo y peligroso agrietamiento del terreno tiene una explicación, apuntada por los facultativos e ingenieros técnicos de mina que operaban en la zona cuando tenía actividad. Según subraya el sindicalista y ex directivo de la Sociedad Anónima Laboral de Minas de Río Tinto (MRT-SAL), Ricardo Gallego. “los ingenieros de la Compañía detectaron y controlaron mediante su manejo una enorme masa de agua que empuja el talud hacia su lado más débil, el de la Corta, por un lado; y el de Alfredo, por otro. Para evitar accidentes, se abrieron orificios y canalizaciones que daban salida al agua acumulada y de lluvia, se canalizó la zona en cuestión y se drenaba mediante perforaciones horizontales. Pero desde que se realizaron esos trabajos de laboreo minero han pasado más de diez años y nadie ha hecho nada. La situación ha tenido que empeorar”. Gallego recuerda que desde que la SAL cesó en su actividad industrial “nadie ha realizado trabajos de mantenimiento y seguridad en la zona”.

La SAL tenía control sobre Pozo Alfredo y así se evitaba la inundación. “Había cierto mantenimiento e, incluso, trabajamos con la Fundación Río Tinto para convertir en zona visitable la entrada a Alfredo desde la Corta Atalaya”, señaló el aún miembro y accionista de Minas de Río Tinto. Ricardo Gallego considera que la zona industrial, las escombreras y toda el área necesitan una continua atención, una tarea que “fue completamente abandonada desde que el ex director general Carlos Estévez se hizo con el control de la mina y procedió al desguace y troceado de la empresa” ante la pasividad de las administraciones competentes, central y autonómica.

La falta de mantenimiento y control sobre las grandes masas de aguas ácidas y pluviales facilita la inundación de los terrenos a la vez que aumenta su debilidad, “cosa que ya es evidente y que se denuncia en la comarca desde hace una década”, dijo el ex responsable de MRT-SAL. Habrá que saber, apunta Gallego, por qué las administraciones responsables no han ejercido su función para garantizar la seguridad del pueblo y de la zona. Otra de las personalidades de la Cuenca que denuncia esa ausencia de mantenimiento es el director de la Fundación Río Tinto, José María Mantecón, que señala que, desde que “Estévez impidió el paso turístico al mirador de Corta Atalaya no hemos vuelto a pasar por allí, pero estamos cansados de denunciar el abandono”. De hecho, Pozo Alfredo, que tiene 27 pisos de profundidad, está completamente inundado, al igual que la Corta Atalaya, donde el nivel del agua alcanza casi los 150 metros de altura en pleno año de sequía meteorológica.

La zona también sufre temblores, derrumbes y ruidos nocturnos desde 2004 que han sido advertidos por los vecinos de Bella Vista, la zona más cercana a los agrietamientos detectados. La Delegación Provincial de Innovación de la Junta de Andalucía anunció en mayo de 2007, tras la alarma ciudadana, la realización de un estudio sobre la estabilidad de la zona. El trabajo se lo encargó a la Escuela de Ingenieros Técnicos de Minas de Madrid. Hasta hoy nada se sabe de sus conclusiones. La Administración autonómica informó de la colocación de hitos para controles periódicos mediante un sistema de medición de coordenadas (DGPS). En el anuncio de la Consejería se incluían 27 hitos (mojón de posición del terreno) en las proximidades del talud sur y en la explotación de gossan. Las comprobaciones se realizarían durante todo 2007. En los trabajos se llegaron a invertir 20.000 euros para el proceso de obtención permanente. Mientras tanto, la propietaria de parte de los terrenos, Emed Mining, mantiene que una mina operativa daría seguridad a la Corta Atalaya, al manejarse así los niveles freáticos.

Rafael Moreno / Huelva Información

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