Blogia
Pablo Pineda

Apartado del liderato

Un penalti claro que el colegiado sacó del área y un gol del Riotinto en un más que probable fuera de juego cuando el partido agonizaba evitan que el joven Campillo C.F. encabece la tabla del Grupo II de Primera Provincial

EL CAMPILLO. Apartado del liderato. De esta manera se sintió el joven Campillo C.F. tras su paso por el estadio de la Cuna del Fútbol el pasado domingo. Un claro penalti sobre Christian que el árbitro sacó del área en la primera parte (cuando aún campaba el 0-0 en el casillero) y un gol en un más que probable fuera de juego del Riotinto Balompié cuando el choque ya agonizaba evitaron la gesta que alumbraba ese épico 0-1 anotado por el recién incorporado Abelardo, tres puntos que hubieran catapultado a los hombres que, casi desde su infancia, adiestra Francisco Javier Sánchez Rubio (beneficiados por otros resultados de la jornada como la derrota del Tharsis B por 4-2 con el Valverde) a lo más alto de la tabla del Grupo II de Primera Provincial. No pudo ser. Los blanquiazules empataron con el eterno rival en el derbi minero y son terceros, a sólo un punto de los nuevos inquilinos de la cabeza de la clasificación, Nerva (que venció al Beas por 1-2) y Chanza (a los que los salvocheanos endosaron un contundente 6-0 en el Valero Rojas), ambos con 10 puntos.

El Campillo C.F., no obstante, crece, se hace fuerte, mayor. En un feudo hostil como el del Riotinto Balompié, volvió a hacer alarde de su espontaneidad, de su descaro y de esa falta de presión propia de todos proyecto de cantera, que empieza a rodas desde cero, así como de su entrega, de su sacrificio constante, de la tenacidad de una plantilla corta, pero incansable, que cree en sí misma. Los blanquiazules se vaciaron sobre el césped de la Cuna del Fútbol. Lo dieron todo. Y se llevaron el premio de un punto, siempre positivo cuando se juega a domicilio, aunque merecieron más, porque la victoria se les escapó en el último suspiro, porque era suya y se la arrebataron de manera injusta. Porque el tanto de Jesús Real jamás debió subir al marcador. Tomaron el camino de los vestuarios con la impotencia de quien siente que se le ha quitado lo que es suyo, de ese triunfo que ya palpaban, pero también con la conciencia tranquila de quien sabe que lo ha dado todo en el campo.

La igualdad fue máxima en todo momento. La tensión, también, en un duelo que no brillaba por el exceso de ocasiones. Sí por el ímpetu de unos y otros. Saltaban chispas en cada acción. Ambas escuadras querían el botín de esa victoria que, a la vez, suponía la derrota del enemigo. Emilio tomaba las riendas del Campillo C.F. y lo llevaba en volandas hacia arriba con sus desbordes. Atrás, los blanquiazules, muy serios, resistían con solvencia las tentativas rojiblancas. Esta era la tónica, con un equilibrio que pudo romperse cuando Emilio avanzaba hacia un balón largo, para cazarlo y encarar al portero riotinteño en un mano a mano. Un zaguero corría tras él y lo tocó lo justo en su carrera para derribarlo. Era el último hombre. Los visitantes esperaban la falta y la tarjeta roja. El trencilla no consideró que hubiera nada punible en la acción. Después Christian caía en el área y el colegiado sí vio la infracción, pero la desplazó más allá de la línea. De penalti a una mera falta lateral.

La apoteosis llegaría mediada la segunda mitad, cuando, tras un centro de Jorge a balón parado, Abelardo bajaba el cuero, lo controlaba y lo cruzaba ante el cancerbero para establecer el 0-1. La grada, repleta de campilleros, gritaba entusiasmada. Los suyos ganaban. El Riotinto Balompié no daba crédito. Su afición se impacientaba. Los pupilos de Rocha se lanzaban en busca de la igualada, aunque sólo creaban peligro a balón parado. Los salvocheanos se defendían con uñas y dientes. Podían apuntillar a su rival en cualquier acción. Todo podía ocurrir. Pasaban los minutos. Nada sucedía. Hasta que llegaron los compases finales. Ya no había claridad de ideas. Las fuerzas eran ya las justas en uno y otro bando. Sólo una jugada aislada, rocambolesca, podía cambiar el sino del envite. Y así fue: un disparo lejano tras un rechace de la defensa blanquiazul, que salía de su área, acababa con el esférico en las botas de Jesús Real, literalmente solo ante Manuel David. Se queda quieto. El asistente, también. Y marca el 1-1. Las tablas serían definitivas.

0 comentarios