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Pablo Pineda

El Campillo jugará la fase de ascenso

El Campillo jugará la fase de ascenso

Los mineros acaban cuartos tras un épico empate en el Motero Valle que deja fuera de la promoción al Cerreño · Víctor Vizcaíno, de cabeza, igualaba la contienda en el último suspiro

EL CERRO DE ANDÉVALO. El Campillo C.F. jugará la fase de ascenso a Regional Preferente por primera vez desde que descendiera en la campaña 2004-2005. Necesitaba un punto en un campo hostil, el del Cerreño, que también se jugaba la vida, y lo logró, pero con sufrimiento, porque fue un punto envuelto en la épica, cosechado a base de tesón, a la heroica. En el último suspiro, cuando los 40 aficionados blanquiazules que inundaban las gradas del Manuel Motero Valle contemplaban, apesadumbrados, la tragedia anunciada por el penalti materializado por Juanito (ex de la Escuela Municipal de Fútbol Base campillera), el fin de un sueño, Víctor Vizcaíno se elevaba en el área para cabecear a las mallas el gol de un empate que desataba la euforia. El 1-1 sabía a gloria.

El tanto del veterano ariete riotinteño, “el que nunca hace nada”, como clamaba en medio de la celebración su compañero Liberto en el vestuario, quedará en la retina de todos y engrosará las páginas doradas de un equipo con más de medio siglo de historia. El instante, más que redentor, fue apoteósico. El reloj se paró y el júbilo se adueñó del Frente minero de la P... Viga. Atrás quedaban unos 85 minutos de tensión, de miedo, de suspiros, y la desesperanza de la discutida pena máxima con la que el cuadro rojillo, ya con diez por la expulsión de su lateral derecho, se adelantaba en el marcador.

El partido fue digno de un cierre de temporada, con todos los ingredientes de una final: emoción, vigor, polémica arbitral, presión desde el graderío... Si bien la primera mitad fue más calmada, con dos escuadras que se mostraban respeto, con un Cerreño que no tenía prisas por encarrilar una victoria que le urgía y un Campillo bien colocado en su parcela a la espera de su oportunidad, la segunda parte fue un constante ir y venir no apto para cardíacos. El envite enloqueció, en especial, tras el parón decretado por el colegiado a causa del lanzamiento al campo de cubitos de hielo por parte de aficionados cerreños. No se consumó la suspensión definitiva y el balón volvió a rodar. Poco después, el penalti que abría el casillero.

Con el 1-0 a cuestas, José María Coronado introdujo el que sería su único cambio. Dio entrada a Caballero y mandó a Salvi, hasta ese momento reconvertido en lateral izquierdo, a la línea de ataque, junto al cerreño Pino y el providencial Víctor Vizcaíno. Los salvocheanos, con el crono como enemigo, se volcaron sobre el portal contrario. Lo hacían con más corazón que cabeza, impregnados por inevitables dosis altas de nerviosismo, circunstancia que habilitó a los delanteros locales para ampliar la renta. Fue entonces cuando emergió la figura salvadora del cancerbero Manuel David, que neutralizó varios mano a mano para mantener vivos a los mineros.

Esa bombona de oxígeno dio a los blanquiazules el aire preciso para igualar la contienda y sellar el billete hacia una promoción en la que se toparán con el mejor del Grupo I, el Villablanca. Ahora bien, con el 1-1, aún hubo tiempo para ganar, pero las piernas ya pesaban sobre el empapado césped artificial del Motero Valle. El cansancio acumulado invitaba a guardar la ropa para no dejar escapar la meta anhelada por el Campillo C.F. desde hace siete largos años, el periodo que dura el ostracismo de la Primera Provincial para un conjunto que entre los 90 y principios del presente siglo destacó como uno de los colosos de la máxima categoría del fútbol onubense.

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