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Pablo Pineda

En memoria de María Palomo

Los autores del nuevo libro de la Historia de El Campillo homenajean con el siguiente texto a esta campillera que aportó a la publicación los avatares de su vida:

Conocimos a María Palomo cuando nos concedió una entrevista sobre sus recuerdos de la guerra y posguerra para un libro que preparábamos sobre la historia de El Campillo, con motivo del 75 aniversario de su segregación de Zalamea la Real.

Los autores buscábamos a personas que hubieran vivido aquellos acontecimientos y nos relataran alguna experiencia en primera persona. Pero María Palomo nos ofreció mucho más que eso.

Encontramos a una mujer que adoraba a su familia, sus recuerdos y a tantas personas queridas que le habían faltado muy temprano: perdió a los 12 años a su padre; a los 15, a su hermano; a los 27, a su marido; y a los 48, a su madre.

Nos contó que era nieta de un superviviente de la guerra de Cuba que, después, fue el primer maestro de la zona. Nos explicó que su madre, a la que recordaba con entrañable admiración, tenía “la letra inglesa perfecta”, por lo que todo el mundo la requería para sus escritos oficiales o importantes. Que su abuela hacía guantes tan exquisitos que le encargaron 365 -uno para cada día- para la reina Victoria… Y así,  infinitos pequeños detalles, quizá alguno idealizado, guardados celosamente por una persona que se había quedado demasiadas veces sola. Con demasiadas pérdidas y acompañada de sus recuerdos.

Su memoria era sorprendente, dándonos fechas exactas y nombres completos de tantos familiares o vecinos sobre los que hablamos. Pero si algo fue conmovedor y revivido con increíble actualidad, fue la despedida de su padre.

Cuando cayeron las primeras bombas en El Campillo, que fueron el primer anuncio de la guerra, todos huyeron a los túneles de la mina. Ella y su madre, también. Y en esa circunstancia, recordaba con admirable ternura, cómo su padre les había llevado un colchón, que colocó entre las traviesas, para que pudieran dormir mejor. Un colchón que arrastró por todo el pueblo y por todos los pisos de la corta para su esposa y su niña y que ella nunca olvidó.

Cuando nos habló con cara aterrorizada de que en el Casino metían a los hombres y “se hacían tormentos”, nos explicó que ella iba pidiendo y cuando los veía entrar, pensaba: “Otro que van a matar”..., pero que su padre le decía: “no llores, hija, no llores”. El final de la relación con ese padre tan querido fue lo más doloroso que pareció revivir y nos lo dijo así: “Estoy viendo a mi padre comiéndose un racimito de uvas, subiendo al camión a donde lo obligaron, y diciéndome: Hija mía, vete para casa. Después, a mi madre le dijeron que creían que había muerto en la guerra de España. Ahí  murió mi padre y ya no lo vi más”.

María Palomo nos decía que lo estaba viendo todo como en una película. Nos contagió su recuerdo herido y su amor intacto por los suyos. Hoy ella ya no está con nosotros, pero ese día en que tuvimos el privilegio de conocerla y nos habló sin reservas también permanece intacto en nuestra memoria.

Te deseamos que descanses ya, María. Hasta siempre, María.

María Dolores Ferrero Blanco, Cristóbal García García y José Manuel Vázquez Lazo.

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