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Pablo Pineda

La campillera más flamenca

La campillera más flamenca

Una veintena de improvisadas modelos exhibieron más de sesenta trajes de gitana en un desfile celebrado en el marco de la Semana de la Mujer

SEMANA DE LA MUJER. El desfile flamenco, organizado por la Mercería Isabel, recaudó fondos para la Asociación Contra el Cáncer de Mama Acamacum en una semana que contó con exhibiciones de trajes de novia, concursos de tartas o la III Cena de la Mujer

EL CAMPILLO. La Semana de la Mujer ha desatado los aires más flamencos de las campilleras. Un grupo de 23 improvisadas modelos, seis de ellas infantiles, pusieron de relieve durante el desfile promovido por la Mercería Isabel el arte romero que atesoran las féminas de la localidad minera. Todas, con un desparpajo propio de las más experimentadas profesionales de la moda, rebosaron belleza y simpatía sobre la pasarela, por la que exhibieron más de 60 vestidos que, con la llegada de los primeros días de mayo, lucirán buena parte de sus vecinas por el camino hacia Rocalero en la Romería de la Santa Cruz.

Las más pequeñas abrieron la veda con el descaro y la alegría propias de su edad, unas notas con las que dieron aún más color a unos trajes presididos por los tonos rojos, blancos y verdes. Era la previa al diluvio de revuelos de volantes y hermosura que iba a fluir por la alfombra roja para deleite de los centenares de espectadores que se congregaban en la nave municipal con la esperanza, en el caso de ellas, de encontrar el traje perfecto, el que más se amoldara a su estilo, a su personalidad.

Los lunares, cómo no, marcaban la tendencia. No pierden su espacio como elemento preponderante, acompañados por unos volantes cada vez más bajos, que cada vez se alejan más de la cintura para ensalzar, más si cabe, la figura de las flamencas. La variedad, el abanico de posibilidades, era tal que se antojaba difícil la elección. Eso sí, el acierto estaba garantizado, se optara por el corto o el largo, por los colores blancos y celestes, por los rosas o por los verdes y amarillos, sin menospreciar al siempre más sobrio marrón.

Ahora bien, aunque cualquiera aseguraba el brillo por las arenas de la senda, ya sea bajo la lluvia o un sol abrasador, había que conseguir el máximo esplendor, había que dar con el más apropiado de todos, con el que permitiera marcar la diferencia, resaltar entre el resto de peregrinas. Y no había tiempo que perder, pues ya se ha iniciado la imparable cuenta atrás hacia esas fechas en las que el pueblo campillero se entrega con toda su devoción a la Santa Cruz y... al rebujito y la manzanilla.

Pero el desfile no era un mero espectáculo superficial y pintoresco, sino también una oportunidad para la solidaridad. Durante el acto, se procedió a la rifa de uno de los trajes de flamenca que salieron a escena con la recaudación de fondos para la Asociación Contra el Cáncer de Mama de la Cuenca Minera Acamacum-El Campillo como objetivo. Cerca de 450 papeletas se vendieron, una clara muestra del espíritu generoso y magnánimo que define a un pueblo azotado por las dificultades. Era sólo la antesala de una semana dedicada a ellas en la que también se exhibieron trajes de novia de los años 70, 80 y 90 y se celebraron concursos de tartas o la III Cena de la Mujer.

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