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Pablo Pineda

Las verdaderas figuras del deporte

Las verdaderas figuras del deporte

Unas 80 personas con alguna discapacidad física o intelectual participan en unas jornadas de integración organizadas por el SDA de la Zona Centro en Nerva

NERVA. No es imprescindible gozar de una musculatura imponente o un físico fastuoso para alcanzar el éxito. Éste, en la mayoría de las ocasiones, viene determinado por cualidades más propias del interior como el afán de superación, la dedicación constante, la capacidad de sacrificio, el inconformismo, la esperanza y, cómo no, la ilusión. Éstas son las notas que definen en realidad a quienes en el deporte, como en el resto de facetas de la vida, alcanzan la elite. Todas ellas rebosan en el grupo de 80 discapacitados (o mejor, capacitados) que participó en las jornadas organizadas esta semana en Nerva por el Servicio Deportivo Agrupado (SDA) de la Zona Centro, adscrito a las Mancomunidades de la Cuenca Minera, el Andévalo Minero y Beturia.

Ellos son, en consecuencia, las verdaderas figuras del deporte, aunque nadie les cuelgue una medalla de oro o no levanten la copa de campeones en ningún Mundial. Lo son, simplemente, por las ganas y el cariño que ponen en todo lo que hacen, en soslayar cualquier barrera que se interponga en su camino hacia la integración. Daba igual la actividad, la disciplina en la que probaran fortuna, pues todas las afrontaban con la misma pasión. La primera fue la de las tuberías corporativas, en la que los alumnos que se forman en los centros de las asociaciones Aspromin (El Campillo) y Paz y Bien (La Puebla de Guzmán) pusieron en liza una de sus grandes virtudes, el trabajo en equipo, bañado de un acentuado espíritu de solidaridad y compañerismo.

Luego dieron muestras de sus destrezas, de sus habilidades individuales, con el tiro con arco, los ciclocars, el minigolf y la cerbatana. Nada se les resistía. Con más o menos acierto, no cesaban en su empeño por dar en el blanco, colar la pelota en el hoyo o pedalear con la máxima velocidad posible para trazar curvas inverosímiles con sus vehículos sobre el parqué del polideportivo cubierto de Nerva. Unas veces lo conseguían; otras, no, pero siempre dibujaban en sus rostros su sonrisa más sincera. Participaban y se divertían. Y, lo más importante, se insertaban en una sociedad que nunca les debe dar la espalda, se hacían justos acreedores de la igualdad de oportunidades, porque la merecen.

Aún quedaba más. Con el último capítulo del programa, una serie de talleres de personalización de chapas, de cabullería (realización de nudos) y de pulseras, afloró el gran artesano que llevan dentro. Unas técnicas de estimulación que despertaron la creatividad de los 80 participantes, las manos de oro que atesoran. Confeccionaron verdaderas obras de arte, una joyas sin nada que envidiar a las que realizan los profesionales de la materia. Y con el valor añadido del amor con el que las diseñan, que no tiene precio. Ya sólo quedaba, por tanto, soltarse de manera definitiva en el baile de animación final que precedió a la degustación de una paella cocinada por la asociación Athenea. Era un día para ellos y lo disfrutaron.

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