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Pablo Pineda

El silencio humilde del talento

El silencio humilde del talento

Fernando Pineda Ortega, a sus 36 años, no sólo ha cumplido su sueño, la Licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte (y compaginada con su trabajo), sino que lo ha escrito con las letras de oro del mejor expediente académico de su promoción, la 2006-2011, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla · No se detiene, este veterano futbolista del Campillo C.F. con título de entrenador de un sinfín de disciplinas, que ya se diplomó en Educación Física en 1996 por la Onubense, cursa ahora un Máster en Rendimiento Físico y Deportivo

EL CAMPILLO. Sin hacer ruido, a paso lento, pero incesante, en silencio, como el caminante alumbrado por los versos de Antonio Machado, como el humilde peregrino que traza su propia senda, su propio recorrido, que dibuja su libertad, su poesía, sobre un lienzo de cadenas impuestas, de vertiginosas autovías hacia ninguna parte, hacia el abismo infinito, que huye de la esquiva fortuna para realizarse a sí mismo, para ser quien en realidad es. Su nombre, Fernando Pineda Ortega. Su última estación, con 36 años, el número uno en la carrera de su vida, la Licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, el mejor expediente académico de su promoción, la 2006-2011, en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, la consagración como un nuevo talento de su amado pueblo, El Campillo, y de su querida comarca, la Cuenca Minera de Riotinto. Sin hacer ruido, en silencio.

Atrás queda, sin que lo efímero del premio acierte a difuminarlo, el esfuerzo, el infatigable afán de superación, las interminables horas de estudio, las decenas de miles de kilómetros por las cerradas curvas por las que serpean los 100 kilómetros que separan a la tierra bañada por las aguas rojas del Tinto de la antigua Hispalis, las jornadas inagotables de trabajo compaginadas con las clases, las madrugadas en vela, el insomnio autoimpuesto, el enclaustramiento indefinido frente a los apuntes, la ausencia perpetua entre los seres queridos. Todo ese cúmulo de sacrificios constituyen esa semilla, lejana y reciente a la vez, de la que hoy germinan sus frutos, un reconocimiento nunca perseguido, pero merecido, muy merecido.

Ésta es última parada, no la definitiva, de aquel adolescente enamorado del deporte con mayúsculas, de todas sus vertientes, al que le daba igual la disciplina que fuera. Fútbol-sala, fútbol, voleibol, voley-playa, baloncesto, balonmano, tenis, bádminton, pádel, ciclismo, atletismo, natación, ajedrez... En todas se sumergía, y de casi todas guarda algún trofeo en una vitrina que no da más de sí. Éste es el cierre dorado, el broche, a una etapa escrita con letras de oro por un joven que siempre, desde la niñez, desde sus andanzas por las calles de su pueblo, de su barrio, desde sus peripecias por Las Encinillas, desde sus primeras clases de gimnasia, “como las llamábamos”, con su maestro Domingo, tuvo clara su vocación. No le embargó, por tanto, la más mínima duda al tomar, en su último año de bachiller, la decisión más trascendental, la que, para bien o para mal, condicionaría su devenir, la que le iba a conducir hacia su futuro: se matriculó en la Diplomatura de Magisterio, en su especialidad, la de Educación Física.

La acabó, en la Universidad de Huelva, entre 1993 y 1996, y fue entonces cuando alumbró su sueño: la Licenciatura. Sin embargo, la ilusión, pronto, se tornó en utopía. Superó, tras duros meses de entrenamiento y después de calibrar sus posibilidades con éxito en el examen práctico de las oposiciones de maestro, unas exigentes pruebas físicas en Granada. Una altura reservada sólo para el listón de unos cuantos elegidos. Pero, al adolecer de la falta de una calificación elevada en su título de Magisterio (tampoco le era suficiente la de BUP), se quedó sin plaza. Era el año 1997. Ahí empezó su odisea. Se retiró un tiempo, aunque sin abandonar su anhelo. Sin dejar de engrosar su currículum con cursos de todo tipo, siempre vinculados a la Educación Física (es difícil encontrar un deporte del que no tenga el título de entrenador) y tras diversas experiencias laborales (la primera, como socorrista en el parque acuático de Cartaya), halló empleo en el Servicio Deportivo Agrupado (SDA) de la Zona Centro.

La idea permanecía intacta, seguía muy viva en su cabeza. Esperaba su oportunidad y llegó. En 2006, la Universidad Pablo de Olavide ya había registrado la Licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte entre su listado de titulaciones. Dio un paso al frente: emprendió una travesía por el Grado Superior en Animación de Actividades Físicas y Deportivas, un ostracismo, un destierro obligado de dos años del que necesitaba salir con la máxima nota, pues, de lo contrario, se le volvería a escapar el tren, y quizás ya fuera el último. Lo selló con un sobresaliente cum laude. Ingresó en la facultad, en el primer curso, como el alumno con la calificación más alta de cuantos procedían del módulo, algo que le otorgó el derecho a una beca especial. Una pedalada que este barcelonista empedernido y veterano carnavalero que nunca falta a su cita con el febrero campillero mantuvo constante durante los cinco años siguientes. El desenlace, su inclusión entre la elite, entre el siempre restringido elenco de talentos, de expertos, de referentes reales, en una materia concreta, en su caso, la del Deporte.

Su día a día, en cambio, sigue inalterable, en silencio, alejado de todo atisbo de vanidad, de actitudes presumidas para las que su logro le habilitaría con creces. Él no es así. Tras conocer la confirmación de una noticia que vaticinaba desde hacía tiempo sin ni siquiera comentarlo, fue a su trabajo, como cada mañana, con su humildad, con satisfacción, pero siempre interior, sin hacer mención alguna a ello. Así siguió hasta que la relevancia del acontecimiento estalló, hasta que ya no pudo retenerla más. Ni siquiera entonces cambió un ápice. Hasta se exime de toda culpa, porque su magnanimidad es tal que deriva todas las felicitaciones a quienes no han hecho más que acompañarle, a quienes, sin él saberlo, dan gracias por el privilegio de tenerlo a su lado y de haberlo conocido, a su familia, a sus padres, a sus hermanos, a su novia, a sus amigos, a sus compañeros de clase y, en especial, a quien, aunque ya no está, sigue muy cerca, su abuela Coro.

Su nueva meta, el Máster en Rendimiento Físico y Deportivo

Sin tiempo de digerir el resultado, no se detiene. Fernando Pineda Ortega afronta desde este curso un nuevo reto: el Máster en Rendimiento Físico y Deportivo, un prestigioso título oficial de posgrado para el que obtuvo, gracias no sólo a su expediente académico en la Licenciatura de Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, sino también a su extenso currículum, la única beca íntegra que ofrecía la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.

El veterano capitán del Campillo CF ansía devolverlo a Preferente antes de su adiós…

Pese a ser un deportista nato, no aterrizó en el mundo del fútbol, en el de la competición, hasta los 25 años. Casi once años después es el veterano capitán del Campillo CF, en el que recaló en la temporada 2003-2004, cuando la escuadra blanquiazul aún estaba en Regional Preferente. Defendía así los colores de su pueblo después de hacer historia en Primera Provincial con el Deportivo Campofrío, al que, junto a otros jugadores campilleros, llevó a disputar la fase de ascenso. Hoy, con 36 años, cuando ya vislumbra el final de su carrera deportiva, aunque sin dejar de resistirse a su adiós, sólo tiene algo en mente: ayudar a devolverlo al lugar donde estaba cuando llegó, en la máxima categoría del fútbol provincial.

… y entrenar luego a los más pequeños

Fernando considera clave inculcar los valores del deporte a los niños. Cree con firmeza en ello. De hecho, él mismo recuerda con especial cariño a su primer maestro de Educación Física, de gimnasia, como uno de los responsables de lo que hoy es. Quizás sea por eso por lo que le encanta su trabajo en el SDA de la Zona Centro, porque le permite hacer lo que más le gusta, enseñar a los jóvenes, a los adolescentes, a los escolares, acercarles las distintas disciplinas y la importancia de la convivencia, la deportividad, la amistad, la solidaridad, por encima de la competitividad. Por ello, en cuanto la edad ya no le perdone y le obligue a colgar las botas, la siguiente tarea que tiene anotada en su agenda es entrenar a los más pequeños. Ya tiene experiencia, puesto que ya fue el técnico del equipo femenino de la Escuela Municipal de Fútbol Base de El Campillo, un combinado que brilló en la provincia y del que salieron magníficas jugadoras. Recuperarlo también está entre sus prioridades.

Talismán para el Barça

Los colores azul y grana también ocupan un importante hueco en el corazón de Fernando. Es del Barça, como su padre y sus dos hermanos. Pero no es un simple aficionado. Se ha convertido en los últimos años en un verdadero talismán para el conjunto culé. Dos veces ha estado en las gradas de la final de la Champions League y en las dos ocasiones ha levantado su equipo la Copa. La primera vez fue en París, en 2006, ante el Arsenal; y la segunda, en Londres, en 2011, ante el Manchester United. En medio hubo otra, la de 2009, aunque para aquella cita se quedó sin entrada. Eso sí, lo intentó.

Cántaro de oro y plata del carnaval campillero

Hablar del Carnaval de El Campillo, de la historia de la fiesta de la libertad, de la sátira y la ironía, de la voz del pueblo, es hacerlo de la peña Los Perendengues, la más antigua, de Los Califas, ya retirados, o de la comparsa de Los Diablos. A esta última pertenece Fernando Pineda Ortega, un fijo del febrero salvocheano, de las tablas del Teatro Atalaya, desde que su reunión de amigos se disfrazara en 1989 de los atletas de Seúl. Desde entonces, la agrupación no ha dejado de subirse al escenario; eso sí, con inevitables cambios de integrantes entre sus filas a causa de circunstancias laborales o de cualquier otra índole, pero siempre ha participado. Tres de sus componentes, no obstante, no han faltado a ninguna cita. Entre ellos, Fernando, quien, en consecuencia, recibió en 2008 la insignia más preciada que puede portar un comparsista o chirigotero campillero, el cántaro de plata y oro que acredita una trayectoria de, al menos, 20 años de máscara y disfraz. Ni siquiera su largo y duro periodo de trabajo, carretera y estudio a la vez (sin olvidar los entrenamientos y los partidos de cada domingo con su equipo) le ha impedido ensayar las letrillas durante meses para luego cantárselas a su gente. Ni él mismo sabe de dónde ha sacado el tiempo (seguramente, de quitárselo a los suyos), pero la verdad es que lo ha hecho. Todo un récord.

1 comentario

carlos rojas -

Fernando: Solo era conocedor de tu niñez al igual que la de tus hermanos a través de vuestra inolvidable abuela que se le caía la baba cuando hablaba de sus niños, hoy a través del bloc de tu hermano he podido saber tu exitosa trayectoria a partir de tu adolescencia. Te felicito por ser como eres y por ese espíritu de ser útil a la humanidad. Te deseo de todo corazón, una feliz trayectoria a lo largo de toda tu vida y por el bien de la humanidad sigas alcanzando nuevas metas sin perder nunca la ilusión. Un abrazo