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Pablo Pineda

El abismo del vacío existencial

PA y PP no tienen proyecto para El Campillo. Ambos nacen y mueren en su odio, empedernido, crónico, al socialismo. Su objetivo, su razón de ser, su meta fundacional, no era otro que apartar del poder, destruir, al puño y la rosa. Ése es su sustento, su alimento. Una vez conseguido (lo primero, no lo segundo, como desvelan las últimas citas con las urnas) se topan con su realidad, con su cruda realidad, navegan por el abismo del vacío existencial, por las aguas de la nada, de la inquietante pregunta del “¿y ahora qué?”, sin esperanza, sin sueños, sin ilusiones, sin amor a su pueblo. Porque nunca se lo han tenido, porque manan de su propia inquina. Ya han cumplido su misión, ya están en el Gobierno Municipal, ya llevan más de un año al frente del Ayuntamiento y ya se han delatado a sí mismos. Ya ha acabado su recorrido. Hace quince meses que concluyó. Ni siquiera comenzó. Su primera página, la firma de la alianza que sentaba al PSOE en la bancada de la oposición, fue también su punto final.

No anidan nuevas ideas, carecen de soluciones, no buscan respuestas a los problemas de la ciudadanía. Se dejan arrastrar por la corriente, como si ésta, por su propia inercia, los fuera a llevar hacia un desenlace feliz, hacia algún paraíso remoto, sin saber que se adentran en un torbellino que los conduce a ninguna parte, a un inevitable precipicio, a un marasmo perpetuo, sin fondo, al letargo, al abandono, a la misma orfandad a la que, con su imprudencia, con su conducta insensata, temeraria, condenan a nuestra gente, a la sociedad campillera. Ellos mismos lo saben, y no lo ocultan. Hasta lo confiesan. La diversificación, la captación de inversores, la creatividad, la fundamental (en especial, en tiempos de crisis) agudización del ingenio para incentivar la cultura emprendedora, el surgimiento de iniciativas empresariales, de pymes... no están en su agenda. Lo dejan (en palabras pronunciadas por el alcalde, Francisco Javier Cuaresma, en el Pleno de junio) para cuando vuelvan los socialistas, como ellos mismos presagian, en 2015.

Andalucistas y populares, mejor dicho, antisocialistas, se ven a sí mismos (al menos, aquellos, abrazados por el oso, por los otros) derrotados, caen en el nihilismo más atroz, como los Muertos sin sepultura de Jean-Paul Sartre o la Escuadra hacia la muerte de Alfonso Sastre. Se precipitan hacia el absurdo más absoluto, el sinsentido, como el hombre dibujado por Albert Camus en El mito de Sísifo. Y lo peor, aún quedan, como mínimo, a no ser que lo remedie la providencia, la divinidad de la Virgen del Rocío, como propugna la ministra onubense de Trabajo, la conservadora Fátima Báñez, tres años, tres largos años de este caos, de este desconcierto, de esta ausencia de horizontes, de este existencialismo cruel, de esta oscuridad, de la angustia de un túnel que parece eterno; tres años de la perpetua e insoportable espera del Godot de Samuel Beckett, de un significado que nunca llega, de una salvación improbable, anhelada, pero que, difícilmente, se producirá.

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