Chantaje y electoralismo
El pueblo ha hablado con voz alta y clara. El chantaje de una empresa y el electoralismo de una fuerza política, que parecen no querer abrir la mina, han fracasado en una tierra roja por naturaleza, por historia y por sufrimiento. La Cuenca Minera de Riotinto es sabia y experta en desenmascarar a quienes pretenden manipularla. Porque nuestra comarca, la misma de la que emanó el movimiento obrero, esa revolución que se vuelve a hacer urgente hoy, ya está cansada, harta, de especuladores, estafadores y cantos de sirena de falsos e hipócritas salvadores. Emed Tartessus ha utilizado la desesperación de nuestra gente en plena campaña electoral como arma envenenada para arrinconar a la Junta de Andalucía y, con ello, obtener privilegios o alfombras rojas en el complejo proceso de transmisión de los derechos mineros. El PP, al estilo de un pájaro carroñero, se ha sumado a esa estrategia para acorralar al PSOE y pescar votos en una comarca a la que no se ha acercado hasta ahora, cuando ha visto la oportunidad de sacar tajada de la grave enfermedad sociolaboral que la azota desde el cierre de la línea del cobre y su síntoma más patente, la elevada tasa de desempleo.
El engaño no ha calado. Los resultados de las urnas de los siete municipios de la Cuenca Minera han dejado sin cartas en la manga al PP y colocan a Emed Tartessus en una situación muy complicada, pues le obligan a actuar con la máxima responsabilidad. Éste es el camino por el que debe optar la empresa de capital chipriota para recuperar la credibilidad. De lo contrario, de seguir por la senda del escaparate, alimentará la extendida sospecha sobre su intención de conseguir los derechos mineros para que se dispare el valor de sus acciones y venderlas, de inmediato, en las bolsas de Londres o Toronto. El desenlace, su despedida con un risueño “¡bye-bye!”.
Duele, duele mucho ver cómo se exprime el sufrimiento de nuestra tierra, de los parados que se agarran a la esperanza de la reapertura de la mina como su única vía de escape, porque no tienen otra solución para su asfixia. Duele, duele mucho ver cómo una empresa incita a sus trabajadores para que se encierren en Corta Atalaya dentro de ese plan de marketing por el que un día califica como ambiciosa la hoja de ruta consensuada por los agentes sociales y la Junta de Andalucía (que señala el mes de septiembre como el de la resolución de la Autorización Ambiental Unificada, una vez presentada la documentación por Emed hace pocas semanas) y, al otro, lanza un órdago a la Administración. Basta recordar aquella rajada del que fue su vicepresidente, Fernando Fernández Torres, que ponía en duda la voluntad del Gobierno andaluz de abrir la mina para, un día después, ser desautorizado y cesado. Todo apunta al montaje, pues el directivo tenía decidido ya emigrar a Mozambique.
Ése ha sido, hasta la fecha, el cartel de la filial de Mining: comunicados de prensa constantes que, lejos de disipar las dudas sobre su capacidad técnica y económica, suenan a ventas de humo o la recogida de 4.000 currículos para presionar a la Administración. Algo a lo que se suma la desorientación que genera su reciente negativa a impartir cursos de formación para 600 desempleados financiados de un modo íntegro por la Junta, que puso a su alcance 3,5 millones de euros. Su único compromiso, la contratación, al término de los mismos (con posibilidad de prórroga hasta que la mina entre en funcionamiento), del 60 por ciento de los alumnos, es decir, 360 personas. Rechazaron esta posibilidad. Antepusieron a ella la recepción de los derechos de explotación. ¿Por qué? ¿Su meta no es extraer el cobre y crear 1.200 puestos de trabajo como tanto reiteran? La oferta aún sigue en pie. Si la aceptan, despejarían buena parte de todas estas dudas.
Y duele, duele mucho también ver cómo el PP, que negó a la Cuenca el desdoble de la N-435, el PER, los Talleres de Empleo, las Escuelas Taller, las Casas de Oficio o las ayudas a la reconversión minera, vuelve ahora como adalid de la mina, se desmarca de la Plataforma Pro Apertura de la Mina (alcaldes, sindicatos y empresarios) y promete ponerla en explotación con sólo sentarse en el Gobierno de la Junta. ¿Y las leyes mineras? ¿Y las garantías ambientales, sociales y laborales? ¿Se las saltan? En ese caso sí sería pertinente, e indispensable, que todos los habitantes de la comarca nos encerráramos o saliéramos a la calle para impedirlo, porque estaríamos ante una prevaricación con mayúsculas, que terminaría de hipotecar para siempre el futuro de nuestra comarca.
La mina ha de abrirse en el menor tiempo posible, con la máxima celeridad. Ahora bien, sin dejar el más mínimo resquicio ni la más mínima concesión en lo que se refiere a las garantías ambientales, sociales y laborales. Por un lado, porque hay un tercero, llámese Rumbo 5. Cero o Construcciones Zeitung (propietarios de unas balsas que Emed tendrá que expropiar), decidido a colocar palos en las ruedas y recurrir en los tribunales cualquier paso en falso de alguna de las partes implicadas, circunstancia que, quién sabe, podría retrasar sine die lo que todos queremos: que vuelvan a rugir incesantes los motores de la línea del cobre. Por otro, porque la comarca no debe caer en los errores del pasado, puesto que la mina, más tarde o más temprano, tendrá que cerrarse de nuevo, porque así lo establece su propio ciclo y las fluctuaciones del mercado. Hay que prepararse para que ese día la comarca no se torne en un desolado desierto ya perpetuo.
La mina como motor para la diversificación
La Cuenca Minera se halla ante un momento decisivo. La apertura de la mina, con todos los cabos amarrados, puede suponer el trampolín definitivo para abandonar para siempre su estado de decadencia. Las aprobadas infraestructuras del Parque Empresarial comarcal de 35 hectáreas y los desdobles de la A-461 (desde El Campillo hasta la Ruta de la Plata) y la N-435 nos brindan una oportunidad única de poner en marcha un Plan Albor como aquel que dio a luz a empresas como Río Tinto Fruit, Río Tinto Plásticos, Tubespa o Nature Pack, así como a la Fundación Río Tinto, y que se vio truncado en los años 90 por el sueño romántico del Plan Esquila. El final, embargos y subastas que derivaron en el troceo del suelo de la zona y su reparto entre especuladores para dibujar la enraizada maraña jurídica que hoy envuelve al proyecto de Emed.
Es ahí donde debe desempeñar un papel clave quien trate de enriquecerse con el patrimonio endógeno de la Cuenca, con sus recursos metalúrgicos. Si Tartessus, en realidad, sólo espera el pelotazo del siglo, vender la mina al mejor postor, que se vaya ya, cuanto antes, y deje paso a empresas que puedan estar interesadas en una explotación responsable. Si no es así, tiene que invertir (como hizo RTM, SA), dirigir parte de sus beneficios, por imperativo social, a ese profundo proceso de diversificación socioeconómica que nos garantice un futuro de desarrollo cuando la cotización del cobre vuelva a estrellarse y su extracción ya no sea rentable.
La angustia es enorme y la espera, eterna. De ahí, vaya por delante, la solidaridad y la sensibilidad con todos aquellos trabajadores y desempleados que reivindican en la calle o en el encierro el futuro mejor que todos anhelamos. Ellos, no obstante, tienen que saber la verdad, por dura que resulte, pero también que hay alternativas para aliviar su dolor, esa oscuridad que deja el agotamiento del paro. Esos cursos que se resiste a impartir Emed Tartessus, además de una formación sin la cual ningún habitante de nuestra tierra podrá trabajar en la mina, darían, durante nueve meses, un salario a 600 parados de nuestra tierra, una cifra mayor, incluso, que el empleo que prevé generar la filial de Mining en su primera fase de actividad.
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ANA -