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Pablo Pineda

El Campillo se reencuentra con la victoria

Doblega al Calañas por 0-2 para redimirse de una racha de ocho choques sin ganar, con el doloroso revés del 3-3 ante el Tharsis B en un duelo que dominaba por 3-0 incluido

CALAÑAS. El Campillo se reencuentra con la victoria. Ocho jornadas han hecho falta para que los hombres de Francisco Javier Sánchez Rubio vuelvan a degustar el sabor del triunfo. Las mismas que han pasado desde aquel empate en la Cuna del Fútbol ante el Riotinto Balompié, de aquella matinal del 10 de noviembre de 2013 en la que un gol en el último suspiro del cuadro rojiblanco, en una posición más que dudosa, separó a los salvocheanos del liderato. Ahí parece estar el origen de los males de un equipo que sigue en construcción, pero que lo ha hecho, desde noviembre, con el regusto amargo de la otra cara de la moneda, de la del sufrimiento.

Desde entonces los blanquiazules se hallaban inmersos en una espiral de malos resultados que parecía no tener fin y que alcanzó su cenit en la cita de hace una semana en el Valero Rojas, cuando los de casa veían, incrédulos, como se les escapaba un partido que dominaban por 3-0 (Lilu Gordillo, Domingo Portu y Rubén Coqui) a falta de escasos minutos. El Tharsis B, sin que nadie se lo explicara, aprovechaba una pájara local y pescaba un punto con el que ya ni soñaban. La pesadilla ha acabado este domingo con el asalto a la fortaleza del Calañas. Emilio y Rubén Coqui, de penalti, sellaban un 0-2 que insufla a los campilleros aire de redención.

La odisea, tras ese empate en Minas de Riotinto, ha sido larga, pedregosa, escarpada, de constante búsqueda de una luz que se vislumbraba sin que se terminara de palpar. Cinco duelos perdidos de manera consecutiva prosiguieron a aquel punto de inflexión en la trayectoria ascendente que mantenía el proyecto de cantera que encabeza Francisco Javier Sánchez Rubio. El Valverde se imponía por 0-2 en el Valero Rojas y el Cruceño endosaba el mismo marcados a los salvocheanos en tierras andevaleñas. Seguían dos tropiezos en casa frente al Beas y el Repilado, ambos por 1-2. Y el quinto malo, la caída por 1-0 en Nerva en un nuevo derbi minero. Ahí acabó todo.

El siguiente envite se saldó ya con el premio menor de un empate a dos ante el Aracena, una contienda en la que los blanquiazules mandaron en el casillero hasta en dos ocasiones. No pudo ser, aunque algo cambiaba ya. Luego llegó el Tharsis B, en la inauguración de la segunda vuelta. Un 3-0 invitaba a la fantasía de una goleada como la ya vivida ante el Zarza (6-0), hasta que tres certeros varapalos casi simultáneos quitaron la miel de los labios de la grada campillera y firmaban un 3-3 que nadie presagiaba. Un duro golpe. Ahora bien, al menos, se alejaba definitivamente el fantasma de la derrota, ahuyentado ahora con el 0-2 cosechado en el campo del Atlético Calañas.

Las huestes salvocheanas están ahora lejos de los puestos de cabeza que acariciaron en un arranque prometedor. Nadan entre esa tierra de nadie de la mitad baja de una tabla en la que la quema es menor ante la imposibilidad de descender. Son décimos en una liga de trece, con 14 puntos y un balance de tres victorias, cinco empates y seis derrotas, con un saldo de 22 goles a favor y 20 en contra. No era, en cambio, otra la pretensión. La idea se mantiene, crear una escuadra desde los cimientos, con los sólidos mimbres de una Escuela de Fútbol Base, con futuro. Y la hay, ahora más fuerte: ya conoce la dureza del camino, está más curtido. Ha tocado el fondo y ha sabido sobreponerse, salir a flote.

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