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Pablo Pineda

Ambición, pero desde la racionalidad

La exigencia, en especial, la que se proyecta, más que hacia fuera, hacia el interior del espíritu, y la ambición a la hora de promulgar la necesidad de desarrollo de un pueblo con una economía resentida aún por la crisis de la minería y el cierre definitivo de la línea del cobre no dejan de ser valores legítimos entre los habitantes de El Campillo, que, al igual que el resto de los ciudadanos, son depositarios del derecho de todo ser humano a vivir amparados por el tan anhelado durante siglos bienestar social. De ahí, la inserción en la senda de la razón de quienes se unen para defender la consecución de nuevos retos, la proposición de nuevos yacimientos de empleo, de imprescindibles enclaves de uso industrial que hagan viable el nacimiento de nuevas empresas, sin olvidar esenciales infraestructuras que posibiliten esta transformación del territorio minero, o lo que es lo mismo, su diversificación social y económica.

 

No obstante, partir de la premisa de que resulta urgente reivindicar la construcción (o, más bien, la consolidación) de un futuro de progreso no dota de argumentos al discurso vacío de quienes, fruto de su acérrima oposición al poder municipal, tratan de confundir a la población mediante un mensaje limitado a sentencias infundadas como “todo va muy mal” o “no se ha hecho nada en absoluto”.

 

Lejos de esta virtual realidad dibujada por aquellos detractores que siembran un incomprensible odio hacia quienes ostentan el poder desde hace casi tres décadas (con un paréntesis de sólo cuatro años) como consecuencia del masivo apoyo de los votantes a través del libre ejercicio de sus derechos democráticos, El Campillo avanza a un ritmo, si no vertiginoso (un extremo nunca aconsejable), sí ágil y efectivo. Esta actitud reaccionaria, por tanto, sólo puede ser interpretada como un rechazo de la derrota y, por consiguiente, una ausencia de respeto al pilar fundamental de la actual democracia, el sistema que tanto sudor y sangre costó a quienes lo levantaron para dejar atrás la oscuridad y opresión propias del autoritarismo y el fascismo: la soberanía popular.

 

Con menos de dos millares y medio de habitantes, El Campillo ha visto cómo en los últimos años veían la luz proyectos como el centro de día para enfermos de alzheimer Teresa Sousa (el primero instalado en un municipio de la provincia de Huelva, que hasta ese instante sólo contaba con uno en la capital) o el centro de atención a personas con psicodeficiencias cedido a Aspromin, los cuales han generado en torno a una treintena de puestos de trabajo no sólo estables, sino ampliables, en la medida en que está previsto el incremento de sus espacios y el número de plazas. Unas iniciativas de promoción del empleo a las que hay que sumar la consecución del difícil reto que suponía la construcción de la nueva central hortofrutícola de la empresa Río Tinto Fruit después de que las llamas arrasaran la anterior, un hecho que hacía peligrar centenares de puestos de trabajo ante una compañía de cítricos que no se consideraba capacitada para acometer una inversión de tales dimensiones. Todo ello, sin olvidar, entre otras actuaciones, las políticas activas de empleo, cuyos talleres y escuelas han mantenido ocupados a cientos de campilleros a la vez que favorecían, mediante la formación, su inserción laboral. La consecuencia inmediata, la práctica inexistencia de parados reales en un término en el que buena parte de quienes configuran las listas del Servicio Andaluz de Empleo se abrazan a una economía informal que, en algunas ocasiones, favorece, incluso, el acceso de una misma persona a dos fuentes de ingresos diferentes.

 

Similares palabras cabe pronunciar en el caso de las dotaciones. La piscina municipal, el vanguardista teatro municipal Atalaya o el próximo pabellón polideportivo, así como la Casa de la Juventud, la conversión de la nave municipal en centro sociocultural o la recuperación del antiguo lavadero como elemento patrimonial, unido a la ya cerrada construcción de sesenta viviendas protegidas que colmarán de oportunidades de desarrollo personal a los jóvenes campilleros, son acciones que ponen de manifiesto los trascendentales pasos dados por la última corporación socialista. Un programa cumplido que incluye la fuente o el monumento conmemorativo del 75 aniversario de la emancipación del pueblo de la localidad matriz de Zalamea la Real, prueba de la decidida apuesta por la recuperación de la memoria histórica campillera.

Un cúmulo de medidas emprendidas que aplacan de forma tajante, con rotundidad, el indiscriminado ataque de una minoría ‘anti-PSOE’ que no aporta argumentos a sus acusaciones de retraso, de parálisis, de regresión hacia un ilusorio subdesarrollo al que trata de condenar a El Campillo sin dar explicaciones que sustenten sus fatalistas tesis. Una oposición que se cae de la siempre justificada apertura de nuevos horizontes de progreso en una zona que lucha por evadirse de una situación de crisis para adentrarse de un modo pleno en la enmarañada selva de la irracionalidad.

2 comentarios

Pablo Pineda -

Gracias Muri Luz por avisarme de una errata que había pasado desapercibida para mí. 'Fututo' ya ha sido sustituido por futuro.

Mari Lux -

Joder, joder, joder pablera hijo has puesto todo en su sitio pero vamos de cajon eh!! lo k pasa k sigues teniendo palabras k me cuestan saber que es pero en fin (ah!! perdona cambia lo de;- "un fututo de progreso" -