La derecha disfrazada de izquierda
La división entre izquierda y derecha, en términos de ideología, siempre ha estado muy clara, con independencia de las personas que representan a una y a otra en cada momento concreto de la historia, muchas veces incoherentes, muchas veces atrapadas por un conflicto moral en el que se decantan por la satisfacción de su ego personal en detrimento del bien común, o en el que se empeñan en aparentar ser lo que no son para eludir el rechazo de las masas. Lejos de ser difusa, la frontera que separa a ambas tendencias políticas es un consistente e infranqueable muro que no da lugar a equivocaciones. Pero esta dialéctica, el transparente antagonismo que aparta de un modo inconciliable a quienes propugnan la libertad, la igualdad y la solidaridad de quienes, por contraposición, abogan por el mantenimiento del orden, por la conservación de la estructura social establecida, parece difuminada en la actualidad. Está condenada a una intencionada ficción de ambigüedad dibujada por quienes hallan en esa manipulación, en ese juego de artificio, su única vía de acceso al poder.
Estos últimos días, mientras vivíamos la fiesta de la libertad, el Carnaval, he observado estupefacto, sin salir del asombro, y preocupado, cómo en las redes sociales algún candidato del PP a las Municipales del próximo 22 de mayo, en concreto, la aspirante de El Campillo, Manuela Caro, afirmaba que su programa no era otro que la lucha por la igualdad de oportunidades en su tierra; o a quienes concurren en este mismo pueblo bajo las siglas nacionalistas del PA, definirse por enésima vez, a través de sus pasquines informativos, como una formación de izquierdas. No lo pongo en duda. No soy nadie para cuestionar el amor de estas personas por su pueblo y su gente. Sin embargo, como el propio secretario general del PSOE de El Campillo y ex alcalde de la localidad, Fernando Pineda, refutó a la cabeza de lista popular, si ésas son sus verdaderas ideas, sus principios, desde luego, se han equivocado de orilla.
La derecha, por su propia naturaleza, es reaccionaria, enemiga del cambio, al menos, cuando éste conduce a la tan anhelada redistribución de la riqueza por la que suspiran los más desfavorecidos y que preside el ideario socialista en el sentido más amplio de la palabra. Su origen, el de la derecha, es rancio, no es otro que la reacción ante cualquier maniobra obrera por defender sus derechos y obtener mejoras laborales y sociales que concentren a las clases bajas y altas en torno a las clases medias, es decir, la reducción de la brecha entre ricos y pobres. La derecha, la rama conservadora de la política, es la unión de los poderosos, de los propietarios de los medios de producción, de la elite económica, con el único fin de controlar, de mantener a raya los impulsos proletarios que sueñan con poner freno a sus privilegios históricos. Emerge como una alianza sin fisuras de las capas más retrógradas de los sectores más pudientes de la sociedad en su intento a la desesperada por preservar el estado de unas circunstancias que les son favorables, o por, cuando las pierden, retroceder de nuevo hasta ellas.
Ésa es su razón de ser, la meta fundacional con la que nace cualquier partido de derechas. Esos son los intereses que se han personificado a lo largo de la historia en las distintas versiones de la vertiente conservadora de la política: la nobleza en la época clásica, con su obstinación por mantener firmes los cimientos de la Monarquía Absoluta; el Partido Conservador de Canovas del Castillo, que en los años de la Restauración construyó una democracia de pucherazos, prohibió la libertad de cátedra y no renunciaba al esclavismo; la CEDA o Falange Española en los convulsos días de la II República, contrarios a toda reforma agraria que sembrara de esperanza los campos españoles; sin olvidar el Ejército o la Iglesia (cuyo papel a lo largo de los siglos, en especial, el de la solidaria institución cristiana, merece uno, o varios, capítulos a parte). Y su cara contemporánea es, por mucho que sus dirigentes traten de disimularlo, el PP.
El PP, las altas esferas de su partido, la línea ideológica que sigue desde la calle Génova de Madrid bajo el mando de Mariano Rajoy, no casa, ni por asomo, con esos principios que asevera defender Manuela Caro. Me remito a las pruebas. El grupo político al que se adscriben personas que (según las propias manifestaciones de la candidata popular de El Campillo), ajenas a cualquier interés particular y bañadas por la ilusión y el noble afán de conducir a su pueblo al progreso, al desarrollo que las circunstancias le niegan, sólo quieren colaborar y tomar parte en el avance de su tierra, ayudarla a seguir adelante, contribuir a la expansión de la igualdad, la justicia y la solidaridad, no avala con sinceridad la pureza de esos preceptos. Por una sencilla razón, porque es contrario a ellos, por su propia idiosincrasia.
Si lo hiciera, si los avalara, sería desde la mentira y el fingimiento, porque sus dirigentes saben que ésa es la única manera de no quedarse solos, de contar con franquicias en los distintos pueblos, en el, para ellos, tan lejano medio rural, que les ayuden a cosechar votos que se traduzcan en escaños populares, conservadores, en el Congreso de los Diputados, en el Parlamento de Andalucía o en las diputaciones. De hecho, el PP, cuando ha tenido la oportunidad de propiciar un clima de mayor bienestar social, se ha retratado fielmente. Votó en contra de la denominada Ley de Dependencia, esencial en la búsqueda de romper las barreras del desequilibrio social, para brindar una igualdad de oportunidades real y efectiva, no ficticia, a los colectivos más débiles. Esa Ley es un canto a la solidaridad y el PP trató de abortarla. Pero no es ése el único ejemplo. Lo mismo cabe decir de su debilidad por la sanidad y la educación privadas, nidos incontestables de desigualdad, de tiranización de la democracia, al atentar contra derechos consagrados y universales para reducirlos a bienes de unos pocos.
No muy distinta es la confrontación ideológica entre izquierda y nacionalismo. Son realidades antitéticas. La izquierda apuesta de un modo decidido por la apertura de fronteras, o mejor, por la eliminación de las mismas, por la supresión de trabas a la libertad de movimiento de los ciudadanos, a los que sitúa en un contexto universal, global, como habitantes del mundo. Todo lo contrario que el nacionalismo, que se aferra a un contexto reducido, que cerca sus dominios para protegerlos de la contaminación externa, que no es otra que el progreso, el crecimiento, la transformación de la sociedad. Y eso es, precisamente, lo que persigue la derecha, cerrarse en banda ante los vientos del pensamiento universal, ya sea en un ámbito nacional (PP) o regional (PA). Ningún nacionalismo, por tanto, sea del cariz que sea, tiene derecho a autoafirmarse como izquierdista. Y cuando lo hacen, sólo debe ser entendido como un intento subrepticio de sembrar la confusión entre la población por miedo al rechazo, por intereses meramente electoralistas. Es la pragmática de la manipulación.
Para mí, en consecuencia, no hay lugar a la vacilación. Todos aquellos que, con principios sinceros de izquierda, con vocación progresista, militan o concurren a unas elecciones bajo la bandera de un partido de derechas, del PP o del PA, se han equivocado, han traicionado a su corazón, a su alma, a su espíritu. El porqué del error puede ser variable, aunque, en la mayoría de los casos, estoy convencido de ello, es causado de manera intencionada por las mentes pensantes, por los movedores de los hilos de la vieja jerarquía conservadora, que aprovechan el más ínfimo resquicio provocado por el descontento o por las rencillas personales para embaucarlos, para arrastrarlos a su orilla, a sus siglas, para cautivarlos con cantos de sirena y falsas promesas.
El quid de la cuestión reside en que, desafortunadamente, muchas veces, sin ser conscientes de ello, olvidamos que los principios están muy por encima de las personas. Éstas, por su condición humana, son corruptibles, pero también efímeras. Sin embargo, las ideas prevalecen en el tiempo. Abandonarlas por el odio o la animadversión a quienes hacen uso de ellas para su lucro privado sólo nos conduce a la incoherencia y al arrepentimiento. Quizás ésta sea la razón que explica que muchos presuntos ‘izquierdistas’ que militan en la derecha, repito, ya sea PP o PA, se empecinen en negar que pertenecen a esta rígida y, por lo general, intransigente tendencia o lo digan con la boca pequeña, muy pequeña. Es como si no se sintieran orgullosos de sus valores, como si se avergonzaran de alinearse con derechistas en una tierra roja. Esto, o es que saben que si se arrancan la máscara con la que tratan de disfrazar su verdadera ideología, su carácter conservador, no hallarían más respuesta en las urnas que el ostracismo. Y ésa es la mayor expresión de hipocresía en la que puede degenerar la política.
19 comentarios
Pablo Pineda -
Estados Unidos, precisamente, es el paradigma de esa realidad. Una prueba reciente es el muro que se encontró Obama nada más aterrizar en la Casa Blanca en su sueño de instaurar un sistema de sanidad pública, de universalizar la salud. Al final, el desarrollo de los proyectos, la materialización de las ideas que se defienden, por desgracia, no están, al menos del todo, al alcance de los Gobiernos. Ésa es la oportunidad que se ha perdido con la actual crisis económica, la de cambiar eso, la de controlar el fracasado Capitalismo sin límites que reina en el planeta.
Con eso mismo quiero responder a Pedro. Las ideologías hacen al ser humano más libres, nunca esclavos, precisamente, porque proceden del pensamiento, libre por naturaleza (y un bien inherente al ser humano, que nadie le puede arrebatar, al descansar en el interior de la persona, en el alma -otra cosa es la libertad de expresión-). Es la disciplina de partidos la que puede hacer esclavos, la que puede hacer callar (algo que es más acuciante en los tiempos actuales), especialmente, por el temor a ser cesado del cargo que se ocupa y perder el consecuente salario. Pero eso es decisión de cada uno, porque cada uno es libre de callar, de no alzar la voz para no perder el statu quo; o de mantenerse fiel a sus principios y no dejar de emitir sus juicios cuando sean discordantes o de rebelarse contra los suyos ante la injusticia aunque eso implique dejar un sillón, ser expulsado de un sillón. Eso está en la conciencia de cada uno. Pero la libertad está ahí, al alcance de la mano. Todo depende del peso de las convicciones de cada uno y el verdadero interés que le mueve, si el particular o el general.
La izquierda, claro, no está en contra de la seguridad (por eso hay ministerios de Defensa e Interior en sus gobiernos), pues ésta es necesaria para que la libertad sea plena, para evitar que unos, en el ejercicio de su libertad, vulneren la libertad del resto (otra cosa es su concepción como herramientas para mantener el orden social, las diferencias entre los que más tienen y los que menos). Es el anarquismo el que aboga por la libertad absoluta, por la ausencia de sistema, no toda la izquierda. Y, desde luego, sería lo ideal, pero para ello el ser humano tendría que ser bueno por naturaleza. Y la historia ha demostrado que el hombre tiende a autodestruirse.
Por otro lado, me reafirmo en que es buena la alternancia, pero para que la haya tiene que haber alternativa. Por la salud democrática de nuestro país, fue bueno que la transición viniera de la mano de la UCD (para dar equilibrio a ese proceso), y que luego la izquierda alcanzara el poder tras décadas de silenciamiento, e, incluso, que el PP gobernara, para que el país conociera así también sus políticas aplicadas en la práctica. Por qué no ha habido hasta ahora esa alternancia en Andalucía es algo que debería plantearse, de manera muy autocrítica, muy profunda y muy seria, el PP de Andalucía y el señor Javier Arenas, que acumula ya muchas, demasiadas, derrotas electorales. Y pese a ellas, se perpetúa como líder de la oposición (esto es más grave que perpetuarse en el poder, porque en el poder, al menos, se cuenta con la legitimidad que dan los votos introducidos en las urnas).
El PP debe plantearse por qué no cala su mensaje en la ciudadanía andaluza o por qué los votantes no creen o no confían en él. La alternancia puede ser buena, puede dar equilibrio, pero es la ciudadanía, los votantes, la que tiene la última palabra en las urnas, la que decide cuándo llega, si es que quiere que llegue, el día de esa alternancia. Porque el pueblo es sabio. Y puede ser que al pueblo, al menos hasta el momento, ya le haya bastado con ver las políticas desarrolladas por el PP para con Andalucía desde el Gobierno de Aznar en Madrid, con Javier Arenas como ministro; o que le sobre con ver las políticas del PP en otras comunidades autónomas para hacerse una idea y renunciar, en consecuencia, a darle el timón del barco de nuestra comunidad.
Con respecto a Esquerra Republicana de Catalunya, quizás el independentismo sí pueda ser entendido como una reacción izquierdista al rechazo recibido por el nacionalismo español (salvando las distancias, El Campillo es independiente desde 1931 por la reacción de la izquierda al abandono al que era sometido por Zalamea). Esta idea se ve alimentada por el hecho de que esa formación, Esquerra, sólo ha tenido peso a raíz de la estancia del PP en La Moncloa. Tras la salida del PP (que continuó luego su ataque a través de su oposición al Estatut -apoyó, sin embargo, el texto andaluz siendo muy similar, pero claro, la diferencia era que en Andalucía tenía votantes, y en Cataluña no-), y con el avance de los años de Gobierno del PSOE, Esquerra ha perdido todo el protagonismo, ha sido dejada en un último plano por los votantes (quizás sea porque se ha frenado esa beligerancia contra lo catalán. Y el caso del BNG, mi pregunta es la misma que en el caso del PA: ¿Ellos mismos lo saben?
En fin, como me temía, no he conseguido ser breve. Yo ya me voy a retirar de este debate y voy a dejar lugar a otras personas que quieran opinar, porque ya tengo la sensación de que volvemos una y otra vez a los mismos puntos. Quizás estaría bien que se organizara un foro de debate político, de pensamiento político, porque no podemos olvidar que en la vida, en la sociedad todo es política, que ésta es lo mueve todo, la que decide el futuro. Hasta los que reniegan de la política, de una u otra forma, están haciendo política.
Anónimo -
Lógicamente, coincido contigo cuando afirmas que la alternancia entre ideales políticos dota al sistema de equilibrio y evita el crecimiento de los extremismos, que habrán de nacer cuando los propios políticos o ideologías se perpetúan en el espacio y tiempo (cosa que, desgraciadamente, parece ser que tú mismo has llegado a esa conclusión, no está ocurriendo en regiones como la nuestra, Andalucía, sometida a un mismo gobierno durante las últimas décadas no diré que la alternativa sea ni mejor ni peor, solo que al igual que en un sistema económico en el que hay una pluralidad de opciones, el complejo sistema de la competencia comienza a funcionar; habría de entenderse esta alternancia política como un principio necesario para todos los lugares geográficos del planeta, para que la competencia política actúe, dote al opositor de ideas frescas y al gobernante de acciones eficaces, reales e inmediatas no me vale, ni a ningún ciudadano, el que aún estemos esperando la célebre obra de la N-435, de la que solo hay un proyectillo sobre la mesa en siete años de gobierno; o el famoso aeropuerto de Huelva, o Gibraleón, o quien sabe; o el segundo puente hacia Punta Umbría; o el megapolígono industrial El Campillo-Riotinto guardaré estas líneas para revisarlas dentro de unos años, a ver si es cierto que me equivoco-). Por ello, el turno, la competencia política y el por qué no decirlo, verdadero terror del político acomodado a perder su cargo, habrían de mejorar este sistema.
Por otra parte insistes en reiteradas ocasiones en que la izquierda es el cambio y la derecha el orden. No observo ningún aspecto peyorativo en ninguna de las dos afirmaciones. No obstante, creo recordar que todos los gobiernos de izquierdas que ha tenido este país han contado con un Ministerio del Interior y otro de Defensa, al igual que los de derecha: al parecer, la izquierda también persigue el orden. Sobre que la derecha recibe el tópico de estabilizar la situación inestable que pudiera crear un extremismo de izquierdas, puede ser cierto, y de hecho lo es, aunque no creo de ninguna de las maneras que la derecha sea también una situación reacia al cambio o favorable al acomodamiento de ciertos avances sociales. Recuerda que en estos momentos los dos países más dinámicos, las dos locomotoras económicas del continente europeo son Alemania (liderada por una conservadora canciller Ángela Merkel, de la Unión Demócrata Cristiana) y Francia (de la mano del conservador Nicolas Sarkozy, de la Union pour un mouvement populaire). Es más, si recurrimos a los presidentes norteamericanos veremos luces y sombras entre aquellos que pertenecen a la derecha y a la izquierda política:
- Comienzo por la izquierda: entre 1929 y 1933 Herver Hoover (demócrata) se enfrentó al mayor desastre económico de un país en el siglo XX (pese a que había llegado a afirmar en 1928 frases como ( ) el paro, con su corolario de angustia, está en gran parte a punto de desaparecer ( ) En América hoy estamos más cerca del triunfo final sobre la pobreza de lo que haya estado ningún otro país en la historia. Un año después, amigo Pablo, ya sabes que ocurría algo que recuerda bastante a las declaraciones de un presidente de este país: No hay ningún riesgo de crisis, publicado el 4 de febrero de 2008 y que, hoy por hoy, aún sigue recogiendo la web institucional del partido - http://www.psoe.es/ambito/saladeprensa/docs/index.do?action=view&id=174741- ). Entre 1945 y 1953 el propio demócrata Henry Truman creó una política de contención del comunismo internacional, tras apoyar a los ¡monárquicos! griegos frente a la izquierda; Kennedy y Johnson adentraron al país en uno de los mayores desastres bélicos del mismo la guerra de Vietnam- (Nixon pasó a la historia como el gran derrotado por una guerra que no había comenzado )
- Sigo por la derecha o los republicanos: Tras Hoover llegó Franklin Delano Roosevelt (1933-45), que ideó un paquete de medidas especiales conocido como el New Deal (parece ser que la derecha innovó y creó un cambio ), aunque también es cierto que como sus colegas demócratas también se vio abocado a una guerra, la Segunda Guerra Mundial. El tenebroso Dwight D. Eisenhower que siempre fue conocido por la caza de brujas como quizás Truman- no se recuerda porque promovió leyes que ayudaron a disminuir la segregación racial (otro cambio ¿?); o por citar un último, Ronald Reagan, quien llegó a apoyar movimientos anticomunistas de todo el mundo (¿cómo el demócrata Truman?), creó el Proyecto de Defensa Estratégica pero también logró, tras negociar con el Secretario General Soviético Mijaíl Gorbachov (¡un comunista!, y para colmo, ¡un cambio!), lograr el decremento de los arsenales nucleares de ambos países; por cierto, llegó a militar antes de conseguir la presidencia en el partido demócrata).
Una vez más, amigo Pablo, y estando en pleno siglo XXI, ¿sigues asegurándome que los partidos existentes en el presente son totalmente antagónicos en sus ideales y que la diferencia entre izquierda y derecha sigue siendo infranqueable? Bueno, las evidencias históricas hablan por sí mismas. Considero que ambas ideologías tienen pequeños matices y distintas formas de ver el mundo, ahí está la ilusión de este sistema, pero no existen tópicos absolutos para encasillar estos movimientos. Cambio y orden, quizás valgan para siglos pasados, pero para el presente Lo dudo. La verdadera democracia y política reside en la contraposición de ideas y en saber utilizar y completar las mismas con la antítesis que mejora la idea imperfecta que se elaboró inicialmente. No hay verdades absolutas, todo nuestro mundo no deja de ser el célebre mundo de las sombras, el mito de la caverna de Platón, ya que solo somos capaces de concebir y entender, por suerte o desgracia, una milésima parte de lo que realmente sucede.
Colaboremos, respetemos, aceptemos, meditemos y así pues aprendamos de los errores pasados que la historia se empeña una y otra vez en mostrarnos. Por cierto, el nacionalismo no es de izquierdas, de acuerdo: ¿Cómo llamamos entonces a Esquerra Republicana de Catalunya o al Bloque Nacionalista Gallego?
Pedro -
Pablo Pineda -
Lógicamente, como muy bien dices, la libertad siempre debe tener un límite, la libertad de los demás, del prójimo. Pero la derecha, por su orden, no sólo es alternativa cuando se sobrepasan esos límites, sino que, a lo largo de la historia, también lo ha sido cuando la sociedad se ha acostumbrado a los avances sociales promovidos, alcanzados, por la izquierda, cuando se ha acomodado a unos derechos consagrados, cuando se ha dormido pensando que ya estaba todo hecho, olvidando, en ocasiones, el arduo camino que ha llevado al reconocimiento y consolidación de esos derechos sociales. Luego, cuando el orden se impone, los reduce, limita esas libertades y derechos, y la izquierda, la masa, se despierta, se vuelve a movilizar y vuelve a propiciar un cambio de ciclo. No obstante, entiendo que esto, de algún modo, dota al sistema de equilibrio y evita el crecimiento de los extremismos.
Por eso respeto tanto la democracia. Las ideas contrarias, antitéticas, en cambio, no se pueden respetar, insisto, porque, por poner un ejemplo, quien defiende la igualdad plena entre hombres y mujeres, no puede respetar una idea que sitúe a la mujer un escalón por debajo; o quien defiende la democracia, no puede respetar la dictadura. De ahí que cuando alguien dice respeto tu opinión, pero..., lo que expresa es que respeta a la persona, pero no la opinión. Otra cosa es aceptar las ideas diferentes, aceptar que sea bueno la existencia de diferentes ideas. Para mí, desde luego, lo es, porque ésa es la riqueza de la democracia, que todas las posturas posibles tengan su espacio.
Y, sobre los nacionalismos y su ideología, estoy totalmente de acuerdo contigo en que ni ellos mismos saben cuál es, al menos, el andalucista (creo que es más una suma de intereses particulares que otra cosa). Un punto en el que resulta muy esclarecedora la respuesta, hace pocas semanas, de un dirigente regional del Partido Andalucista. Le preguntaron, directamente, cuáles eran las ideas que defendía su partido. Tras una pausa, tras un prolongado silencio, dijo, simple y llanamente, y en tono exclamativo: ¡Andalucía!. Algo que confirma mi hipótesis de que no saben ni qué son ni a quienes representan, pero desde luego, como ideología, el nacionalismo nunca puede ser considerado de izquierdas, por mucho que, por oportunismo, por estrategia, traten de disimularlo.
Anonimo -
Por otra parte, por supuesto que la izquierda defiende la libertad (si bien ésta ha de tener ciertos límites que en ocasiones se traspasan, ya que es imposible un ejercicio efectivo de ésta si limitamos la libertad ajena), de ahí que en ocasiones haya caracterizado a la derecha el principio de orden que la convierte en la célebre alternativa del pueblo para solucionar ciertas crisis y revueltas.
En cuanto a la socialdemocracia, en efecto, ésta nace en 1875 con el SPD, aunque los pequeños grandes logros de la misma no se producirían hasta 1912 en el caso alemán, 1918 en Inglaterra, y sus auténticos avances no llegarían hasta años más tarde, de ahí mi comentario. En cuanto a las constituciones isabelinas, te remito a que le des un simple vistazo a cada una de ellas, prácticamente son iguales, salvo un par de aspectos que las diferencian levemente: la de 1837, 1845, el proyecto de la de 1852, la non-nata del bienio progresista de 1856, e incluso las poco agraciadas en tiempo de 1869 (con Amadeo de Saboya), 1873 (Iª República) o la hasta hoy con más vigencia, la de 1876 (con el propio Cánovas del Castillo con el que comenzábamos este hilo).
Por último, tampoco era mi intención crear un hilo tan largo. Sobre qué ideología tienen los grupos nacionalistas, y concluyo, creo, y a mi entender, que ni ellos mismos lo saben, amigo Pablo, usaron la IIª República para perseguir una serie de fines (pudieran ser quizás de izquierdas puesto que vieron sus proyectos fracasados con la llegada del franquismo) y en el presente parece ser que persiguen una cierta estabilidad y exaltación del micro-nacionalismo tan utópico y sin sentido en un mundo globalizado (serán de ultraderecha quizás). Lo dicho, ni ellos mismos lo saben; lo que si queda más que probado es que la política se ha corrompido, es un ente ajeno a los intereses de la población y que en muchas ocasiones recuerda que lo mejor es hacer lo que un personaje histórico de este país llegó a afirmar, de manera sorprendente, en una ocasión en la que un periodista le preguntaba sobre tales aspectos: Haga como yo, no se meta en política (por cierto, era Franco).
Pablo Pineda -
Hoy, la línea, aparentemente, puede parecer difusa, a mi juicio, por diversos factores:
a)por los falsos políticos (para mí no lo son) que aterrizan en la política para el lucro personal, para la satisfacción egoísta de sus intereses particulares y no para el bien común ni por una vocación sincera de servicio público;
b)porque el grado de bienestar alcanzado, los derechos consagrados, los avances sociales, la generalización de las clases medias, ha hecho innecesaria esa lucha de clases de antaño;
c)porque el poder fáctico, el económico, prima sobre el político y, por tanto, maniata a los Gobiernos (más a los de izquierda que a los de derecha, pero sólo porque éstos son más afines y se autocensuran);
d)sin olvidar que, por ejemplo, España, no es una isla y recibe presiones de Europa, dirigida por la derecha (Francia, Italia, Alemania, Reino Unido).
e)Unos aspectos, estos últimos, que impiden que la crisis actual sea afrontada como una oportunidad real para la erradicación de ese capitalismo salvaje que se resquebraja por su avaricia desmedida, que se autodestruye (parece que el Marxismo tenía razón).
Todo ello, más que a una apariencia de que todas las ideologías son iguales, conduce, incluso, a la actual imagen de la política como algo corrompido, putrefacto, perverso. Pero no es así, la línea no es difusa (por mucho que a algunos les interese emitir ese mensaje), precisamente porque, aunque vivimos en unos tiempos con derechos sociales impensables hace siglos, aún hay mucho que avanzar. La expansión de la clase media (resultado de siglos de lucha por esa redistribución de la riqueza que dices que nunca has visto) se da en el mundo Occidental, en el Norte, pero no en el Sur, donde los desequilibrios entre pobres (la mayoría) y ricos (una pequeña, muy pequeña minoría) son extremos.
Y no se trata de diferenciar entre buenos y malos. Para mí no hay malos cuando los dos polos (izquierda y derecha) son democráticos. Pero, lógicamente, soy de izquierdas, y como tal, no puedo ser hipócrita y decir que respeto las ideas de derechas (se respeta a las personas que defienden ideas contrarias a las propias, pero no a esas ideas, precisamente, por eso, porque son antagónicas). Yo nunca he buscado criminalizar a la derecha, nunca ha sido esa mi intención. Quizás mi romanticismo, mi pasión por la política, mi idealismo (otro día hablamos de Hegel), pueda transmitir esa idea, pero nada más lejos de la realidad.
Por otro lado, decirte que la socialdemocracia (inspirada en el Marxismo), lejos de nacer, como dices, en los años 40 (no sé por qué dices eso), surgió en la segunda mitad del siglo XIX, a raíz del nacimiento de la Asociación Internacional de los Trabajadores, la AIT (1864). Y el primer partido socialdemócrata fue, precisamente, el alemán, el SPD, que se fundó en 1869 (bastante más atrás en el tiempo que el año 1940). Ése es el origen del PSOE, su versión española, que nació, como sabes, en 1879.
Y sobre la época de Isabel II (1833-1868) y sus constituciones (1837, 1845), recordarte que en aquellos años, en la escena política convivían moderados y progresistas (lo que viene a ser la derecha y la izquierda de la época, aunque estuvieran aún lejos de los movimientos obreros y la lucha de clases posteriores llegadas con los años de revolución industrial). Mientras las constituciones elaboradas por los primeros instauraban el sufragio censitario y la censura y abogaban por la limitación de derechos en general, los textos aprobados por los segundos apostaban por un sufragio, si no universal, sí más amplio, menos restringido (entonces, sólo masculino) y la libertad de prensa, por ejemplo.
Los moderados eran los terratenientes, la alta burguesía, la vieja nobleza, el alto clero y altos mandos del ejército (bastante esclarecedor de por qué querían limitar los derechos, para mantener el orden social, los privilegios); y los progresistas eran la pequeña y mediana burguesía, las clases medias, profesionales liberales, artesanos y empleados urbanos y militares de baja graduación (es decir, quienes desde los estratos más bajos pedían una mayor igualdad, una mayor justicia social). La derecha, por tanto, quería limitar derechos para mantener sus privilegios y frenar cualquier atisbo de rebeldía de la izquierda.
Pero mi artículo no aspiraba a ser tan profundo. Sólo trataba, lejos de recorrer toda la historia del pensamiento político (sería presuntuoso abordarla toda en un artículo), a expresar, a criticar el hecho de que haya partidos de derecha que digan que no lo son para ganar los votos de la gente de izquierda. El PA, por ejemplo, hablo de El Campillo, por mucho que insista en que es un grupo de izquierda (su gente puede que lo sea, no tengo por qué dudarlo), como partido, no lo es, porque el nacionalismo es de derechas. Y sus votantes también, como quedó claro en las Elecciones Autonómicas de 2008, cuando el PP vio incrementado su número de escaños, de diputados, en la Cámara Andaluza exactamente en la misma cantidad que los escaños que perdió el PA (es decir, los votantes del PA votaron al PP). Por tanto, que es lo que expongo en mi artículo, quien realmente sea de izquierda, ya sea en el PP o en el PA, se ha equivocado de orilla. Igual que si hay alguien de derechas en un partido de izquierda (que los hay), también se ha equivocado de orilla.
Anónimo -
No obstante, el partió del que bebió Hitler fue el DAP de Antón Drexler, es decir, el Partido Obrero Alemán, del que Hitler era el militante 555 desde 1919 una vez el propio Drexler observó sus dotes como comunicador , otra cosa serían los derroteros que éste tomara en los años venideros (no cabe equívoco con "socialdemocracia", ya que esta forma política no nacería hasta la década de los '40). En cuanto al Partido Socialista Italiano, a éste pertenecía el propio Benito Mussolini hasta que el grupo denominado como los maximalistas se escindieron de él, una vez que este partido pretendera la anexión de Libia a Italia en 1912. Una vez más, la historia vuelve a ser la gran desconocida de muchos.
Por cierto, "libertad, igualdad, solidaridad, justicia, redistribución de la riqueza y apertura de fronteras", es algo que en gran parte recuerda a algunas constituciones moderadas de la época isabelina, y aún más cuando son principios presentes en todas y cada una de las constituciones existentes desde la norteamericana. Por último, perdona que cuestione el aspecto de la "redistribución de la riqueza" (aún no he visto ningún caso...)
Pablo Pineda -
Y amigo anónimo, confundes el nacionalsocialismo o nazismo de Hitler con socialdemocracia. El partido de Hitler era fascista (además de antisemita o racista), como el de Mussolini en Italia o como el de José Antonio Primo de Rivera en España (Falange Española). El uso del término trabajadores en el nombre del partido de Hitler (Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores, NSDAP), para mí, sólo es un elemento más de la perfecta maquinaria propagandística que le permitió alcanzar el poder desde las urnas. Recuerda que, incluso, el nazismo prohibió el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) por oponerse a la Ley de Plenos Poderes que otorgaba al Gobierno nazi poderes extraconstitucionales. O sea, que el partido nazi no sólo no era de izquierda, sino que, además, silenció a la izquierda.
Anónimo -
Pablo Pineda -
Pedro -
Rafael -
Pablo Pineda -
Y, lógicamente, el PP no va a poder acabar con la sanidad y la educación pública, derechos más que consagrados como tú bien dices, pero sí tiene cierta debilidad por la educación y la sanidad privadas. El PP congeló los salarios de los funcionarios, al igual que dio la espalda a los trabajadores del campo con aquel famoso decretazo.
Luego dices que te interesa sólo Andalucía, pues el partido es el mismo, de modo que las 'políticas', la actitud del PP, seguramente, sería la misma en Andalucía que en otras comunidades. El contexto es muy importante, Andalucía no es un caso aislado, desconectado del resto del país.
También te empeñas (algo que considero un complejo que no entiendo de la derecha de hoy en día) en relacionar mi artículo con el Franquismo y con el uso de los muertos de la izquierda como arma contra el PP. Mi artículo va mucho más atrás al hablar del origen de la derecha, y va hacia atrás, precisamente, por eso, porque va al origen de la derecha, a los principios que la fundó, que no es otro que la unión de los poderosos para controlar a la masa, para mantener la diferencias, el orden social. Y la esencia de la memoria histórica es devolver la dignidad a los fusilados, a quienes fueron arrojados a una fosa común, para que sean enterrados como en su momento fueron enterrados los caídos de la derecha. Yo nunca he visto rencor entre los familiares de víctimas (es más, al menos en mi pueblo, nietos de unos y otros son muy amigos, íntimos, como hermanos, pese a que sus abuelos fueron de bandos distintos). Nunca nadie se ha reprochado nada. Nadie quiere abrir heridas, al revés, cerrarlas devolviendo la dignidad a todos esos muertos condenados al anonimato, nada más.
Ya termino, sólo una aclaración y doy por cerrado el debate (porque ya empezamos a aburrir al repetir lo mismo una y otra vez), para invitarte a tomar ese café o disputar ese partido de tenis cuando quieras:
Lo que tengo muy claro es que tus comentarios han dado razón a mi artículo de Opinión. Mucha gente, por desencanto con personas, abandonan sus ideas, sus principios, o cometen el 'error' de cambiar de orilla, de integrarse, con ideas de izquierda, en partidos de derecha que no dudan en disfrazarse de izquierda para así acogerlos en su regazo, que, en última instancia, es el de la derecha.
Rafael -
A todas las personas les ´debe gustar enterrar a los muertos de la guerra con la dignidad que merecen, otra cosa es quea esos muertos los políticos de izquierdas lo puedan utilizar con otros fines.
Cuando el PP congeló las pensiones fue cuando se encontró el sistema en quiebra técnica producida por el PSOE. Las veces que el PSOE ha gobernado ha traido el paro y la ruina economica a España.
Se que ovejas negras hay en todos sitios pero vivo, como tú, en Andalucía y lo que pase aquí me interesa más.
El PP no bajó los sueldos a los funcionarios, en contra de lo que dices, y cuando el PP gobernó se crearon 5 millones de empleo, con el PSOE 5 millones de desempleo.
Después de 7 años de gobierno todavía te atreves a echarle la culpa a Aznar, que gobernó en ocho, ¿ porqué no habeis cambiado la explosión del ladrillo?
No reniego de ningún principio, otra cosa en que los principios buenos vosotros lo queráis asumir com propios y ya antes te dije que son cobstitucionales.
¿Tú reniegas de la propiedad privada?, de la OTAN, o de que todo el mundo cobre igual. Pues esos son los principios del socialismo.
Mañana seguimos
Pablo Pineda -
Generalizas demasiado. Como te he dicho, ovejas negras hay en todos los rediles, y renunciar a las ideas de uno por esas ovejas negras es ser preso de ellos. Las ovejas negras que pueda haber en mi partido, nunca me van a hacer abandonarlo a mí, al revés, me quedo para combatirlos, para expulsarlos. Mis principios son firmes y no te puedo permitir que a mí, ni a muchos otros socialistas humildes, honestos, luchadores, que se desviven por sus pueblos, por su tierra, desinteresadamente, con el único afán de verla crecer, nos iguales a esas, siempre pocas, ovejas negras.
Y hablas de pensiones y de sueldos de funcionarios. El Gobierno socialista ha subido las pensiones durante estos años por encima de lo que subía el IPC (y también ahora ha subido las más bajas), mientras el PP sí tuvo congeladas las pensiones mínimas en una cifra que no daba ni para comer a muchos mayores durante su estancia en Moncloa, al igual que los salarios mínimos, al igual que congeló los sueldos de funcionarios. El Gobierno de Zapatero ha bajado el sueldo a los funcionarios, sí, es cierto, pero porque la situación era crítica. Nunca lo hubiera hecho en circunstancias como en las que lo hizo el PP. Y lo mismo que los ha bajado ahora los puede subir por encima del IPC cuando la situación economica mejore para compensarlos por esa pérdida de poder adquisitivo. Y te recuerdo que la crisis, amigo Rafael, es global, mundial, no provocada por el PSOE. Quizás tengan más culpa de ella los que apostaron por la poco sostenible economía de la Construcción (pelotazos urbanísticos incluidos), porque esa burbuja inmobiliaria estaba condenada a explotar, y se infló, te lo recuerdo, en los años de José María Aznar.
Por otro lado, dices que también abandonarías el PP si sus representantes no hicieran las cosas bien. ¿Y piensas que lo hacen bien? Pues la corrupción salpica a ese partido por los cuatro costados en Valencia, en Castellón, en Alicante, en Mallorca, en Madrid. Y tu partido, para colmo, los protege. Ahí está Camps. La Junta, sin embargo, está dando todo un ejemplo de transparencia, acusando el propio Gobierno socialista a todo aquel que se ha beneficiado de esos ERE irregulares, a todas esas ovejas negras. Mi partido los está poniendo a todos en manos de la Justicia y ha acudido a ella como acusación particular.
Y si nombro a Manuela Caro es porque hago alusión a comentarios suyos. Y en el caso del PA no nombro al señor Cuaresma porque no es a él a quien le he escuchado insistir en que su partido es de izquierdas, sino que es una afirmación que repiten una y otra vez en sus boletines. Por eso, simplemente.
En definitiva, no me extiendo más (que luego dices que escribo demasiado y te aburro). Sólo decirte que si eres de derechas, por qué reniegas de tus principios, por qué la derecha se acompleja, por qué le da miedo cada vez que se habla de memoria histórica. Si la gente lo único que quiere es devolverle la dignidad a sus muertos, enterrarlos y saber dónde están y dónde pueden llorarles. No piden que se condene a nadie. Yo me siento muy orgulloso de mis ideas, igual que tendrías que sentirte tú de las tuyas. Tan necesarias son unas como otras en la democracia, porque la existencia de todas ellas, de distintas formas de entender el mundo, es lo que hace rica la democracia. Pero si, en realidad, lo que te pasa es que eres de izquierdas, mi consejo es que no abandones tus ideas por culpa de gente efímera que las mancha. Voy más lejos, te invito a unirte a mí y a combatirlas para que dejen de usar la bandera de la izquierda para su lucro personal.
Yo no tengo nada que callar, reflexiono mucho todos los días y aceptaré con orgullo el papel que me otorgue la ciudadanía en las urnas, ya sea en el Gobierno o en la oposición. Sea cual sea mi posición, me seguiré desviviendo por mi tierra y seguiré combatiendo la injusticia social en defensa de la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Rafael -
A mí de lo que me daría verguenza es de pertenecer a un partido que enchufan a 30.000 personas(decreto del funcionariazo), que mete en EREs a 180 personas que jamás pisaron las empresas, que recorta las pensiones, que bajan los sueldos a los funcionarios, que tiene 5 millones de parados...etc
Yo no soy ni de derechas ni de izquierdas, sólo de las cosas bien hechas. Me gusta la solidaridad, una igualdad relativa( la absoluta para Rusia y Cuba , pero sin represaliados)
He votado a partidos de derecha, nacinalistas y de izquierda, no soy rehén de nadie( como sí lo sois casi todos los socialistas)y si mas adelante mi partido ganase e hiciese las cosas mal, volvería a votar a la izquierda.No sé si te queda claro como soy. No dependo de nadie, de ninguna sigla, dependo de lo que observo, medito, veo y actúo en consecuencia.
En fin Pablo si otro día quieres hablar y centrarnos en ideologías también cuando tú lo desees estoy a tu disposición.
Otra cosa que no me ha gustado nada es que nombres a candidatos como Manuela Caro y no nombres al candidato del Pa. Sr. Cuaresma.
En cuanto a que la derecha s disfraza de izquierda es al revés, lo ha reconocido hasta tu padre, además quien gobierna es la izquierda y es a la que hay que exigirle que lo haga según el programa que presentó. Cogelo, leelo y después notendrás mas remedio que darte de baja en el PSOE.
Perdona mi vehemencia pero me enciende que le deis o lo intenteis dar el cambio a la tortilla. Teneis mucho que callar, mucho que reflexionar, mucho que pasar a la oposición.
Rafael Perea
Gaviota -
Pablo Pineda -
Recordar, poner en liza los principios que defiende la izquierda y los que propugna la derecha no creo que signifique revanchismo de ningún tipo (¿Por qué debía yo ser revanchista?). Ni mucho menos, un intento de ganar votos. Todo lo contrario. Es la derecha la que se empeña en disfrazarse de izquierda, en decir que es de izquierdas, para ganar votos, porque sabe que reconocer su derechismo le condena al ostracismo en una tierra minera. Mi artículo sólo denuncia esa actitud. Yo nunca diría que soy de derechas, ni que mi partido es de derechas, para ganar votos. Eso sí que es deplorable. Eso es manipulación, engaño, oportunismo y electoralismo barato, del más barato.
De tus palabras, más que argumentos, sólo extraigo animadversión al PSOE, odio a esas siglas. Pero, a la vez, transmites la sensación de que eres una de esas personas que rehúyen de ser catalogados como 'de derechas', como si no te sintieras orgulloso de las ideas que defiendes. ¿Por qué? ¡No será porque, en el fondo, eres de izquierdas y, por las circunstancias que sean, por discrepancias, por desencanto con algún representante o dirigente de la izquierda, te has cambiado de orilla! Si eso es así, si has permitido que el mal hacer de algún político de izquierdas te lleve a renunciar a tu verdadera ideología, desde luego te has equivocado, porque eso sólo te conducirá a la incoherencia contigo mismo, al arrepentimiento, a la frustración.
Las ideas siempre están por encima de las personas, que, por su naturaleza, somos efímeras. Yo, al menos, pertenezco a un partido por las ideas, no por las personas que lo dirigen, porque mientras el ser humano, amigo Rafael, puede ser corruptible, las ideas no lo son. Y en todos los barcos vas a encontrar personas corruptibles que antepongan los intereses personales a los generales. Por tanto, si renunciamos a las ideas por las personas, al final sólo nos quedará lanzarnos al océano, al vacío, a la nada.
Rafael -
Rafael Perea