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Pablo Pineda

El Carnaval se rebela contra la adversidad

El Carnaval se rebela contra la adversidad

Tras la tercera actuación de las ocho agrupaciones de las carnestolendas mineras, el pueblo salió disfrazado pese a la lluvia para llenar de color una fiesta que cumplía 27 años

EL CAMPILLO. Y el carnaval no pudo tomar la calle. La lluvia impidió que, tras la tercera y última actuación de las ocho agrupaciones campilleras (tres de ellas femeninas) en el Teatro Municipal Atalaya, las carnestolendas se expandieran por todo el núcleo minero, pero, sin embargo, no lo paró. El pueblo, tras escuchar las letrillas con las que las cinco comparsas y las tres chirigotas salvocheanas han dado voz desde las tablas al sentir popular, se rebeló contra la adversidad climatológica y se enfundó su disfraz para rendir un tributo masivo a Don Carnal en la fiesta de la democracia por antonomasia, de la ironía, la sátira, la crítica, el humor y la caricaturización de la realidad. Lo hizo en un improvisado desfile bajo el techo de la nave municipal. El tipo era lo de menos. Cualquier trapo era suficiente. Lo importante era participar en el canto a la libertad que precede a la entrada de la cuaresma.

La enorme congregación de gente en el recinto que sustituía a las rúas del casco minero, animada por los constantes sones de cajas y bombos, reafirmaba la vitalidad de una fiesta que ya ha dejado atrás la crisis de mediados de la pasada década, cuando tocó suelo con sólo cuatro formaciones carnavaleras. Nadie se acordaba ya de esa aciaga época ante la marabunta de fantasía que, protegida de la incesante tromba de agua, se concentraba en un edificio polivalente envuelto por el continuo tarareo de ‘Los campilleros somos internacionales’. Una canción que se ha perpetuado en el tiempo desde que la compusieran aquellos Turistas de Pekín (la actual Peña Los Perendengues) en el año del renacimiento del carnaval salvocheano, en 1984, para convertirse en el verdadero himno de las carnestolendas mineras.

El sucedáneo pasacalles colocaba así el broche de oro a un carnaval que, bajo el reinado de Elisa Marín, arrancaba el fin de semana anterior con el pregón del secretario general de UGT-Huelva, Jorge Puente, y la puesta de largo de ocho formaciones que derrocharon ganas, ilusión y calidad en cada uno de sus pases. La decana Peña Los Perendengues, fieles al estilo que la define desde 1984, parodió un programa televisivo de la prensa rosa en el que no faltaba ningún ingrediente: Jorge Javier Vázquez, Coto Matamoros, Lidia Lozano, Falete y, cómo no, la princesa del pueblo, Belén Esteban. Su nombre, esclarecedor: ‘Después de comer no sé cómo nos puedes ver’. El género del humor continuó con la también veterana Peña Los Esponjas, bajo el tipo de viejo verde, con ‘Ande yo caliente’; y con el verdadero pelotazo de 2011, las juveniles locas de ‘Comuna Cabra’.

La comparsa, por su parte, estuvo presidida por la Peña Los Diablos, fija de la fiesta de febrero desde 1989, que, bajo el nombre ‘Al Andalus’, encarnó a las tres culturas asentadas en su día sobre la comunidad autónoma en una oda a la paz, el diálogo y la tolerancia. ‘Fantasía de Carnaval’, la última apuesta por el género serio de aquella murga de ‘Heidemos tela’, y los mendigos de ‘Por una limosna’ completaron la vertiente masculina de esta modalidad, que contó, en lo que se refiere a las féminas, con la elegancia de ‘Te vas a quedar de piedra’ (la gorgona Medusa) y la potencia de ‘Desde el desván’ (muñeca de trapo).

Todos los repertorios tuvieron un denominador común, la enquistada crisis que oprime a la Cuenca Minera, el anhelo de la reapertura de la línea del cobre y las caras que concurren a las próximas Elecciones Municipales, marcadas por la marcha de la alcaldesa, Encarnación Palazuelo, que da paso en las filas socialistas a la parlamentaria andaluza Susana Rivas; la reorganización del PP, con Manuela Caro al frente; y la continuidad de Francisco Javier Cuaresma como aspirante andalucista. Unos temas complementados con la siempre sugerente condena al maltratador o la denuncia del supuesto aislamiento al que se ve abocada la única aldea campillera, la pequeña y coqueta Traslasierra.

 

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