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Pablo Pineda

Cena con el flamenco del Candil Minero

Cena con el flamenco del Candil Minero

Unos 40 socios de la refundada Peña campillera degustaron un menú compuesto por el cante de José Luis Diéguez, Juan Antonio Marín El Patita, Alonso Jiménez y Francisco Cumplido con el toque de Pablo Llamas

EL CAMPILLO. Una cena Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, de flamenco, castizo, minero, campillero. Éste fue el menú que degustaron unos 40 socios de la refundada Peña Candil Minero, concretado en el cante de José Luis Diéguez, Juan Antonio Marín El Patita, Alonso Jiménez y Francisco Cumplido Orta, platos aderezados con el toque sutil de Pablo Llamas a la guitarra. La mesa estaba servida. Los comensales, dispuestos.

El aperitivo, sublime, el maestro José Luis Diéguez, joven, pero consagrado, como lo certifican sus primeros premios en los concursos de fandangos de toda la geografía onubense desde que conquistara el Nacional Paco Toronjo de Alosno en 2009 o su Uva de Plata en el Festival Flamenco Ciudad de Jumilla (Región de Murcia) en 2011, por mencionar alguno de los que reposan en sus colmadas vitrinas. Con su voz, volvió a poner de manifiesto, por enésima vez, las muchas páginas que le restan por escribir.

La velada sólo acababa de empezar. De inmediato se subió al tablao Juan Antonio Marín El Patita. Sublime, como Pablo Llamas a la guitarra. Flamenco de solera, veterano, arraigado a la tierra, curtida, obrera, con aroma a cobre, la misma que bañan las aguas rojas del río Tinto. Pero el flamenco también es emigrante, como lo es Alonso Jiménez, calañés afincado en El Campillo, en la antigua Salvochea, quien, por tiento, deleitó al público con su timbre profundo y seco.

Pronto irrumpiría en escena una voz dorada de la Cuenca, forjada por el corazón de la tierra, en el que tantas veces entró a relevo para extraer el mineral de sus entrañas, la del presidente de la Peña Flamenca de El Campillo, Francisco Cumplido. Con sus bulerías por soleá evidenció que su garganta, que su llama, su candil, no se apaga, que pervive, como lo ha hecho, pese a sus dos décadas de silencio, la entidad que ya fundó a principios de los 80 y que hoy vuelve a destacar en la provincia con sus ya casi 170 socios.

La masa que apoya al Candil Minero, el arte del cante, el toque y el baile en la localidad salvocheana, es una garantía de salud, de sostenibilidad, como lo es también el elenco de músicos, de flamencos, que atesora a su alrededor. Entre ellos, el mencionado José Luis Diéguez, que, en medio de un clima embriagador, serviría el postre en forma de poesía adornada con pinceladas de Pablo Picasso, la calle en la que se forjó su duende. Todos terminaron contagiados. La fiesta se alargó hasta altas horas de la madrugada.

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