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Pablo Pineda

Contra viento y marea: participación

Contra viento y marea: participación

Una decena de entidades muestra su obra, su amor a los demás, a los más débiles, al medio ambiente, a la música, al deporte o al patrimonio en el XIII Encuentro de Asociaciones de El Campillo

EL CAMPILLO. Cuando se navega en medio de las dificultades, del drama, de la tragedia del desempleo galopante, de la crisis, de la pérdida de derechos, del hambre o la enfermedad, de la injusticia social, contra viento y marea, como el poeta Mario Vargas Llosa, el mejor remo es la participación, la suma, la reunión, la unión de fuerzas, la solidaridad. Y eso es lo que brotó a raudales en el XIII Encuentro de Asociaciones de El Campillo-Traslasierra, un pueblo que salía a la calle, a la Plaza del Ayuntamiento, a ayudarse mutuamente, a protegerse, a poner en valor la calidad humana, su capacidad para eso que las elites piden tanto sin aplicárselo a sí mismas, para arrimar el hombro, con sinceridad, sin pedir nada a cambio, sin ningún ánimo de recompensa más allá de la propia satisfacción de cumplir el dictado de la propia conciencia.

Una decena de entidades sociales expuso el pasado fin de semana, una vez más, su trabajo, promocionó la noble labor que, durante todo el año, de manera incansable, desarrollan para construir un mundo mejor, para aportar su grano de arena para avanzar peldaños en esa meta. Porque lo hacen y, por ello, es necesaria esa parada en el camino, este encuentro, para que se les reconozca, pero, sobre todo, para que puedan contar lo que hacen, para que puedan trasladar a otros esa pasión y despertar en ellos también ese amor a los demás, a quienes sufren terribles enfermedades, a quienes emprenden una carrera contrarreloj y en desventaja por retener la memoria, a los más débiles, a ellas, al medio ambiente, a la música, al deporte, al patrimonio... a El Campillo, a su paisaje y a su paisanaje.

Lo hicieron, como siempre, con la convivencia, con la fiesta, con el juego, con la diversión, con una sonrisa, con la cara más amable, la que emana de su solidaridad. Y la respuesta fue la misma, centenares de personas, 800, según los datos de la organización, encarnada por el Ayuntamiento de El Campillo y los Servicios Sociales Comunitarios adscritos a la Diputación Provincial de Huelva. No menos amplio fue el programa proyectado desde los distintos stands, desde exposiciones de manualidades y juegos de mesa tradicionales del Taller El Duende hasta la clausura de la temporada de la Escuela Municipal de Fútbol Base, sin olvidar el quinto maratón de aeróbic solidario contra el cáncer que con tanta fuerza combate Acamacum, los bingos de la Hermandad de la Santa Cruz o la tómbola de la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFA) - El Campillo. Todo, con obras sociales en el horizonte.

El pueblo contemplaba, orgulloso, el cumplimiento, la vigencia de ese lema grabado en su escudo, el Unidos Laboramos. Tomaba parte en él, con su presencia, con su colaboración, con la adquisición de papeletas para las rifas, con el consumo de tapas y dulces elaborados con las manos artesanas de las asociaciones, de Acamacum, Atenea, Mucam, la Hermandad de la Virgen de la Granada, la Peña Barcelonista Camp Barça o los Amigos del Caballo de La Guindaleta, con la compra de preciosas e innovadoras muñecas que rememoraban a las de antaño, pero con visos de modernidad, con la fusión del ayer, el hoy y el mañana...

La Plaza del Ayuntamiento del municipio salvocheano, el Paseo, el principal punto de encuentro de sus dos millares de habitantes, testigo del trasiego diario de viandantes, atalaya desde la que observan el paso del tiempo sus mayores, escenario de brincos y risas de los pequeños, se veía de nuevo, como en las doce ediciones precedentes, envuelta por el haz luminoso de una inagotable amalgama de sabores y texturas. Y había guinda para tan excelso pastel, el colofón de la actuación de la Banda de Música de El Campillo, indudable seña de identidad de la localidad minera, y la degustación de la deliciosa paella de los Amigos del Aula de Música o el no menos suculento potaje con gurumelos. Estaba todo. No faltó lo más importante, el color de la participación.

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