El Candil Minero crece bajo la leyenda de Niño Miguel
Sonia León y Carmen Benjumea elevan con su cante el duende flamenco de la provincia en la parada de la Ruta del Fandango en El Campillo · Al toque, la maestría de Rafael Martínez de Nerva
EL CAMPILLO. El Candil Minero ilumina la eterna figura de Miguel Vega de la Cruz, Niño Miguel, y crece bajo el abrigo de su leyenda. La Peña Flamenca de El Campillo celebraba la pasada semana el tercer cumpleaños de su renacimiento con la parada en el Teatro Municipal Atalaya del VI Circuito Ruta del Fandango por Huelva y su Provincia, un ciclo de actuaciones con el que la Federación Onubense de Peñas Flamencas El Fandango ha rendido homenaje este año al maestro recién desaparecido y a su guitarra universal, inmortal. Al cante, Sonia León y Carmen Benjumea, la fuerza única de la mujer. Al toque, Rafael Martínez de Nerva, experiencia dilatada, la que le otorga su recorrido por España, Francia, Italia o Portugal. La palabra, solemne, de Manuel Romeu. Una velada selecta, sublime, llena de duende, una reivindicación del arte, de la cultura, de una esencia en sí misma de la tierra que se expande por los más remotos horizontes para erigirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Un bien a salvaguardar.
Sonia León, calañesa afincada en El Campillo, joven (26 años) y reconocida por su papel en casi la totalidad de los certámenes de la provincia y más allá de sus fronteras, rompió el silencio con el vigor de su voz. Prendía las velas. Con esas malagueñas que funden al fandango con las tarantas o las granaínas encendía otra vez un Candil Minero que se niega a apagarse de nuevo, que volvía el 21 de octubre de 2011 tras casi dos décadas de mudez con la firme intención, como no se cansa de decir su presidente, el de ahora y el de entonces, Francisco Cumplido Orta, de quedarse. Era sólo el aperitivo de un primer acto en el que luego irrumpiría Carmen Benjumea por soleá, por ese género que consagra a aquellos que lo dominan. Al lado del toque etéreo de Rafael Martínez de Nerva y en medio de la cátedra de Manuel Romeu sobre los cantes flamencos. El público disfrutaba.
Sonia León, con el cartel de su condición de finalista en la última edición del prestigioso Festival Internacional de Cante Flamenco de Lo Ferro (Región de Murcia), avalada por otros éxitos como los primeros premios en los concursos de fandangos de Encinasola (2010) y Rociana del Condado (2009), envolvía a continuación al patio de butacas en la melancolía de la petenera, un género del que es guía, como lo constata el máximo galardón destinado a las jóvenes promesas obtenido en 2011 en el Concurso Nacional de Cante por Peteneras de Paterna de Rivera (Cádiz). Tras ella, de nuevo Carmen Benjumea, por guajiras, por esas influencias importadas de América, de Cuba, como altavoz del campesinado, del que labriega, del que sufre, con la dulzura de su timbre. Así cerraba el telón del segundo acto quien ganara el emblemático Certamen Nacional de Fandangos Paco Toronjo de Alosno en 2010 y conquistara también, entre otras plazas onubenses, la Villa de Paterna del Campo.
Aún quedaba noche. Sonia León, que se adentró de lleno en el mundo del flamenco en 2003 con su incorporación a las clases de la Escuela de Ildefonso Pinto (Lámpara Minera en 1990) siguió por cantes de ida y vuelta, por tangos, para que Carmen Benjumea (Escuela de Antonio Jaraqueño), junto a su inseparable compañero, Rafael Martínez de Nerva, almas de Murácar y el flamenco global de unos espectáculos que integran viento, cuerda, percusión y baile, rematara por donde se empezó, por malagueñas. Arte y emoción se fusionaban en un Teatro Atalaya en el que Romeu, con su cuidada prosa poética, recordaba a Niño Miguel, a Paco Toronjo y a otros muchos que ya no están pero que nunca se irán, como Pepe Rebollo, Antonio Rengel o Manolo Limón El Buche, que siempre permanecerán, porque la estela dejada es alargada y su luz, inmortal... Tanto como la de los fandangos, a pelo, a pecho descubierto, con los que León y Benjumea colocaron el broche final. Insignia de oro y brillantes.
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