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Pablo Pineda

José Luis Diéguez talla su nombre entre los elegidos con el Melón de Oro

José Luis Diéguez talla su nombre entre los elegidos con el Melón de Oro

El joven cantaor campillero, de 27 años, labra el sueño flamenco con su primer premio en el prestigioso Festival Internacional de Cante de Lo Ferro

EL CAMPILLO. El nombre José Luis Diéguez Conde destella ya flamenco por sí solo. Su voz es duende. El joven cantaor campillero, a sus 27 años, labra un sueño y empieza una carrera, vislumbra ya la utopía, la suya, la que él mismo forjó, convertida en realidad. La toca ya con los dedos, la palpa, la agarra con la fuerza de una trayectoria impecable bañada ahora con el aura dorada del Melón de Oro en el Festival Internacional de Cante de Lo Ferro (Murcia). El Everest de una promesa que, con ello, deja de serlo. Ya no lo era, de hecho, porque ya era una perla consagrada, porque el camino andado ya era mucho, porque ya era un maestro de ese arte, de esa forma de vida, que lleva por las venas, que fluye por ellas para enamorar a quien escucha su obra en escena. Ahora se doctora, con sobresaliente cum laude, corona la cúspide más alta, la cima que todos anhelan, pero que muy pocos alcanzan. No hay duda, florece una nueva estrella, luz del Candil Minero, la peña salvocheana, que crece con él.

La estela es larga. Cuatro años de éxitos, de acumulación de galardones, uno tras otro. En silencio, con humildad, sin el menor atisbo de vanidad, sin ego, sin más compañía que su garganta, el toque de la guitarra y las tablas de un escenario que parece la extensión de su propio Yo, sin mecenazgo ni padrino. Con el amor del público, siempre embelesado por la perfección, por la poesía que emana de su música, de su flamenco. Los mejores avales. Cuatro años de aquella primera página que escribía en 2009 con el primer premio en el Certamen Nacional de Fandangos Paco Toronjo, en esa cuna del cante que es Alosno, y que ahora se cierra, como un capítulo inmejorable, con el Melón de Oro que inviste al cantaor más completo de Lo Ferro, en la 34 edición de este prestigioso concurso tan sólo superado por las palabras mayúsculas del Festival Internacional del Cante de las Minas de La Unión (Murcia) y la Bienal de Flamenco de Sevilla.

Todavía no se lo cree. Aún no lo ha digerido, porque jamás imaginó la delicia de un fallo tan dulce del jurado. La competencia, el nivel, era máxima. José Luis Diéguez Conde, vicepresidente de la Peña Flamenca Candil Minero de El Campillo, precursor de su renacimiento tras un paréntesis de dos décadas, y licenciado en Administración y Dirección de Empresas, ha sobresalido como el mejor entre más de 250 aspirantes. Pasó el primer corte, tras el que quedaban 30, para luego volver a aparecer, como en 2011, en la lista de los siete elegidos para las semifinales. De ahí, con su talento, con su genio, con su dominio de los palos, con sus cuidadas ferreñas, peteneras y granaínas y media, con la libertad que irradia su voz, al quinteto de la final. Y de ella, a la gloria, al paraíso, al olimpo del cante, en el que talla su nombre con el bordado de una actuación colosal con la originaria toná, los tientos, la autóctona ferreña de nuevo y, cómo no, lo suyo, lo nuestro, los fandangos de Huelva.

El Melón de Oro viene cargado de metales preciosos, de un cheque de 12.000 euros, pero también del jugo del futuro, el que se abre ante este veinteañero en forma de seis actuaciones con las que exhibir su proeza, su embrujo, y la posibilidad de grabar un disco. El colofón, el último peldaño de esa aventura que se iniciaba como una fantasía y el primero de esa nueva travesía, de esa carrera que emerge en el horizonte inmediato. Un mañana, un hoy ya, que, sea como sea, no lo alejará de sus orígenes, de su tierra, de su gente, de la calle Pablo Picasso de El Campillo, del Candil Minero, porque siempre será el mismo, porque nunca ha cambiado, tras ninguno de sus trofeos. Y son muchos, desde Alosno, Cortegana o Encinasola hasta Santa Olalla del Cala, Paterna del Campo o Monesterio (Badajoz), no sin antes pasar por la Uva de Plata de la Ciudad de Jumilla o el Nacional de Cante por Alegrías de Cádiz. Pruebas irrebatibles que descansan en sus vitrinas como huella de lo que José Luis Diéguez Conde es, flamenco.

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