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Pablo Pineda

Irresponsabilidad

Una ruptura que confirma el abrazo del oso de un PP que quiere arrojar sobre el PA todo el peso de unas culpas que son compartidas, de una desidia, de un maltrato y de una bochornosa gestión de la que ambos son (y siguen siendo) responsables directos, como actores protagonistas, no como meros cómplices. Una ruptura que evidencia la irresponsabilidad del Partido Popular de Manuela Caro, que, en una maniobra con claros tintes electoralistas, deja a El Campillo en manos no ya de un Gobierno en minoría, sino de un Grupo Andalucista al que, como se desprende de sus propias palabras, considera “incapaz”, porque, según ella misma, “no sabe, o no quiere, priorizar las más básicas necesidades ciudadanas”. Ésta es la conclusión que se extrae del aparente fin de la alianza conservadora-nacionalista que sellaban ambas formaciones en junio de 2011, sólo aparente en la medida en que los primeros aún sostienen (y todo apunta a que no dejarán de hacerlo) a los segundos en el poder.

La hasta hace poco primera teniente de alcalde (alcaldesa de facto para muchos) y portavoz del PP, en un alarde de adjetivos sin desperdicio que olvida atribuir a su propia acción de gobierno, iba más allá y reforzaba esa supuesta falta de preparación que imputa a los andalucistas (ha intentado, según asevera, ¡hasta formarlos!) al afirmar que son dos años y medio “siempre  pendientes de las decisiones, en ocasiones, muy descabelladas” del regidor, el nacionalista Francisco Javier Cuaresma, “para salir al encuentro y subsanar, en lo posible, las meteduras de pata”. Manuela Caro se vestía así de salvadora frente a la presunta malignidad del PA, recurría a la retórica fácil de la demonización de su socio para presentarse como una deidad pulcra, impoluta, para desmarcarse de todo aquello de lo que ella (y su partido), por mucho que quiera taparlo, también es culpable.

La táctica está clara, es nítida. No hay lugar a la duda, a la presunción de inocencia. Porque el PP no es inocente. Y así se palpa, desde el preciso instante en el que Manuela Caro, en la argumentación volcada en las redes sociales aquel 18 de diciembre, deja entrever que el propósito del Grupo Popular, compuesto por dos concejales, es dejar gobernar a los cuatro ediles del PA en minoría (el PSOE cuenta con cinco escaños en el Ayuntamiento). Si su amor a El Campillo, a nuestro pueblo, fuera sincero, jamás lo dejaría en manos de alguien sobre el que tiene ese concepto, en manos de unos dirigentes de los que desconfía. Nadie que ame a su tierra lo haría. Priman, en su caso, por tanto, otros intereses, particulares, propios o partidistas, quizás el de concentrar en sus siglas todo el voto no socialista, el máximo número posible de las papeletas que en 2011 portaron esa mano abierta que levanta Francisco Javier Cuaresma, en la próxima cita con las urnas. No en vano, la decisión se produce justo cuando se empieza a encarar la recta final del mandato.

Desde las filas nacionalistas, ante este contexto, ante el vendaval de acusaciones y ante una crisis de gobierno sin precedentes, ante un episodio de la máxima relevancia, trascendental para el futuro inmediato de nuestro pueblo, no ha habido más reacción que la quietud, el silencio. El Grupo Socialista optó por la cautela, por esperar la respuesta. No la ha habido. El alcalde se ha enrocado. Se sume en la inacción. No se ha molestado ni en dar explicaciones (sobre lo ocurrido y sobre el rumbo que va a tomar) ni en convocar un Pleno para reorganizar las concejalías, para repartir entre los ediles andalucistas las competencias abandonadas por los populares. Cuaresma, irresoluto, instala la incertidumbre en el Ayuntamiento, instaura un vacío de poder. Contra esto, desde el PSOE se ha solicitado ya la convocatoria de una sesión extraordinaria, para desenmascarar la irresponsabilidad de PP y PA y agudizar el control de la oposición sobre el equipo de Gobierno, tanto de quienes lo conforman como de quienes lo conformaron y ahora lo sustentan.

Caro reconoce el trabajo socialista

La soflama con la que la hasta hace poco primera teniente de alcalde y portavoz del PP en el Ayuntamiento, Manuela Caro, justificaba en las redes sociales el divorcio (sólo a medias) entre su formación y el PA en El Campillo dio más de sí. Sin ser consciente de ello, sin querer hacerlo, vino a reconocer el trabajo del Grupo Socialista en el Consistorio. Porque, como ella misma resalta, “en los últimos 14 meses sólo se han convocado comisiones de gobierno, función inexcusable del regidor, para dar respuesta a las cuestiones planteadas por la oposición”. La pregunta es obligada: ¿Qué han hecho ellos desde el poder en estos dos años y medio? Fácil: Nada.

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