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Pablo Pineda

Contra la sombra, unidad de la izquierda

Miguel Hernández, desde las tinieblas de la cárcel, desde las lóbregas celdas del franquismo, a la espera de un alba cualquiera, del disparo certero, de las balas o de la enfermedad, que le condujera a la muerte y -le pese a sus verdugos fascistas- a la inmortalidad, a la vida, eterna, escribió: "Yo que creí que la luz era mía, precipitado en la sombra me veo". La misma que se cierne ahora, desde hace cuatro años, sobre nosotros, la misma que, como antaño, en forma de yugo, nos ponen las gentes de la hierba mala, la derecha de hoy, no muy distinta a la de ayer.

 
Pero el poeta no se rendía, no dejaba de abrigar esperanza, la que mana, como decía Bertolt Brecht, de las convicciones. Por eso, aun inmerso en aquel tiempo en el que se ensanchaba la negrura, tenebroso, sin rastro alguno del día, terminaba aquel poema con luz, con mucha luz: "Pero hay un rayo de sol en la lucha que siempre deja la sombra vencida". Ahora también lo hay, y mañana ha de abrirse paso entre la espesa niebla, romperla, en las urnas, con la voz del voto, nunca con el silencio de la abstención...


Con el voto, a la izquierda, a las izquierdas, sea cual sea, pero a la izquierda, para que juntas, por fin, como tantas otras veces, dejemos a la sombra vencida. Porque esa unidad, ese ejemplo, la reedición de aquel Frente Popular de 1936, de la Segunda República, ahora, en 2015, es ese rayo de sol, imprescindible, apremiante. Porque esa unidad es el mejor homenaje que todos, todos, podemos hacer a los que, como Miguel, como tantos otros, dieron su vida por la libertad, a ellos, a los que, callados, sufrieron la oscuridad, a nosotros mismos y a los que vendrán después de nosotros.

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