Blogia
Pablo Pineda

El valor de la sonrisa de un niño

El valor de la sonrisa de un niño

La agrupación local de las Juventudes Socialistas organiza una jornada de juegos infantiles bajo el lema El Campillo más joven

EL CAMPILLO. Existen circunstancias cuyo valor escapa a las estrictas fronteras de la contabilidad económica, al hermetismo del omnipresente sistema capitalista: la sonrisa de un niño. Una expresión que brotó a raudales en la Plaza del Ayuntamiento de El Campillo bajo el contexto de una jornada de juegos de diversa índole organizada por la agrupación local de Juventudes Socialistas. Aunque el mal tiempo retrasó su inicio durante 24 horas, el alba asomaba el pasado domingo en la localidad minera en torno a una gratificante ausencia de nubes y los menores salían a la calle en busca de la concreción de un sueño quebrantado por la lluvia apenas un día antes.

Todo estaba dispuesto para su diversión, una amplia amalgama de elementos diseñados para el ocio se concentraba en el centro neurálgico del municipio. Porterías, balones, paracaídas, pinturas, discos, sacos... e, incluso, payasos, abstraían al espacio de la monotonía, acrecentaban el ya de por sí destacado trasiego de personas propio de las jornadas matinales de los fines de semana. En el trasfondo, un objetivo común: el fomento de la convivencia de los benjamines, de la última generación de campilleros, y, en consecuencia, inundar de felicidad las vidas de los depositarios del futuro, en cuyas manos recaen las posibilidades de desarrollo social y económico de su pueblo minero.

Cientos de niños disfrutaron, brincaron, cantaron, bailaron y jugaron hasta la extenuación por mediación de las diferentes actividades ideadas por la agrupación local de Juventudes Socialistas. El color rojo de camisetas estampadas con el lema ‘El Campillo Más Joven’ cubría de alegría, como si de un manto de fantasía se tratara, la totalidad de la Plaza del Ayuntamiento, junto al monumento dedicado al 75 aniversario de la emancipación de la localidad del pueblo matriz de Zalamea la Real. La inocencia, la simpatía, la amistad, la solidaridad, la deportividad... se erigían como los valores preponderantes, lejos de las tensiones, el egoísmo, la intolerancia o la competitividad exacerbada que, a menudo, presiden las relaciones interpersonales de los mayores.

Unos competían por el trofeo de fútbol 3x3 mientras otros se entretenían con el lanzamiento de discos hasta que emergieron de repente dos payasos para convertirse en el objeto de las miradas de todos por unos instantes. Los saltos, las bromas o el ‘baile del melocotón’ de estos peculiares personajes precedía así al posterior taller de pintura que aderezó el rostro de cada uno de los participantes, cuyas caras, en su conjunto, pasaron a representar a una larga lista de entrañables animales. Luego llegaría el rescate de juegos populares como el de la silla, el de la escoba, la carrera de sacos, el matar o el del pañuelo, en los que los más pequeños vibraron de un modo absoluto, al mismo tiempo que sorprendían a sus progenitores con la exhibición de sus excelsas dotes de desparpajo e ingenio, con su siempre sana pillería en su persecución de la victoria. Algo que, a la postre, resultaba ser lo menos importante.

Aún faltaba la actividad estrella de la jornada, la gymkhana. En grupos de cinco miembros, los niños iniciaron su odisea por cada una de las pruebas que les conducirían a la revelación del secreto de la eterna juventud y a alzarse con el trofeo que simbolizaba este preciado privilegio. El primer escollo: tragar, con los ojos vendados y las manos atadas, magdalenas bañadas en chocolate caliente facilitadas por un compañero que tampoco disponía, de forma pasajera, de su visión. Con las caras ocultas tras una careta de cacao y leche emprendieron la marcha hacia sus casas en busca de los atavíos característicos de un playero. En bañador, con cubo y palas, toalla al hombro y en compañía de una sombrilla se tumbaron todos a las puertas del Ayuntamiento, requisito indispensable para recoger las pistas necesarias para el desarrollo de una tercera prueba: una suma de cantidades, casi infinitas, sin cuyo resultado correcto no podían proseguir su camino...

3 comentarios

Mari Lux -

Pablero eres tela de bien puesto eh!! la mitad de las palabrejas ni me enterao, pero vamos que nos lo pasamos de puta madre y esperemos que pal botellodromo tengamos mejor tiempo y nos lo pasemos tb de putisima madre.

Besotes de la Godi

Eva María -

Algunas, ya no tan niñas, disfrutaron como tales.

MARIA LUISA -

me ha parecido genial Pablo, no ha faltado un detalle.
Haber que tal se da la inauguracion del botellodromo!