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Pablo Pineda

El espíritu de la participación

Hay un lema que ha aglutinado a la totalidad de los campilleros desde el principio de su historia, unos términos que definen el espíritu de un pueblo que, fruto de su tenacidad y constancia, siempre pacífica, alcanzaba (aquel mítico 22 de agosto de 1931, bajo el calor de la entonces recién instaurada Segunda República) la anhelada independencia de la localidad matriz de Zalamea la Real con el fin de edificar su propio futuro: Unidos laboramos. Éstas son las palabras que ondean en el escudo de El Campillo en forma de canto a la esperanza, de invocación a un proceso hacia el progreso de una tierra minera guiado, con la participación de todos, por las bases, los cimientos de su sociedad, la clase obrera, el proletariado. Así, con el sacrificio y la máxima cooperación de todos, con la fuerza de la unión, ha crecido un municipio que alcanzó la prosperidad al lado de una productiva línea del cobre, la misma que condujo a la Cuenca a liderar el desarrollo de la hoy emergente, cada vez más consolidada, economía onubense. Y ése es el talante que hay que recuperar, el que más falta hace, el más urgente, en unos tiempos actuales marcados por la incertidumbre propia de una diversificación socioeconómica, de un no exento de obstáculos periodo de búsqueda de alternativas al monocultivo del mineral que, por su propia condición de complejidad, requiere el apoyo, la concienciación y la sensibilidad de todos.

La división, la pasividad, la crítica destructiva son elementos alienantes, perniciosos e, incluso, deletéreos, mortíferos, para una sociedad, para un pueblo azotado por un contexto de crisis, para una comarca que lucha por huir del clima de depresión establecido por la decadencia de una mina que, en su momento, dejó de ser rentable. Al mismo tiempo que MRT SAL caía en las garras de la quiebra, hundía, como consecuencia de los embargos sufridos, las expectativas de plena reindustrialización de la Cuenca Minera, al coartar el acceso de los ayuntamientos a un suelo libre en el que propiciar la instalación de nuevas actividades económicas que permitieran profundizar en un proceso inaugurado por la llegada de sociedades como Río Tinto Fruit, Río Tinto Plástico, Tubespa o Nature Pack, entre otras. El reto es reflotar, tornar esta situación, conseguir que una superficie industrial hoy improductiva por no estar en manos públicas o de empresas solventes con proyectos serios, comience a abrir nuevas puertas de riqueza, bajo el manto de la atención preferente en el reparto de fondos, de la discriminación positiva que dispensan las administraciones a esta tierra desfavorecida por las circunstancias del devenir. Una meta en la que desempeñará un papel trascendental la conversión en autovía de las carreteras N-435 (que comunica Huelva con Badajoz) y A-461 (que une El Campillo y Santa Olalla del Cala), dos infraestructuras que dejarán a la comarca en un lugar estratégico, al enlazarla, por mediación de rápidas vías de comunicación, con Huelva y su puerto, Extremadura, Sevilla, Madrid y el norte de España, a través de la Ruta de la Plata.

Estas bases para el desarrollo, cuya concreción práctica necesita, por parte de las instituciones públicas, la máxima agilización de los trámites que conlleva toda iniciativa de tal magnitud, no obstante, no favorecerán la consecución de las metas de bienestar ansiadas por la totalidad del pueblo campillero si no vienen acompañadas de la aportación de los ciudadanos, del grano de arena de cada uno de los habitantes del municipio. No se trata de suplantar el papel que corresponde a las administraciones, sino, simplemente, de participar en la vida de la localidad y del resto del área minera, cada uno desde sus posibilidades, pero de un modo activo y comprometido. Basta con dar rienda suelta a las aficiones individuales, con convertirlas en actividades colectivas. Se trata, por consiguiente, de impulsar el tejido asociativo, la concentración de personas para la constitución de grupos con intereses comunes ajenos a fines lucrativos. La Asociación de Protección de Minusválidos Psíquicos (ASPROMIN), la Asociación de Familiares de Enfermos de Alzheimer (AFA) de El Campillo, el Centro de Día para personas mayores El Amparo, la Hermandad de la Santa Cruz de El Campillo, la Escuela Municipal de Fútbol Base, el Aula de Música, la delegación campillera de la Asociación Española Contra el Cáncer o las distintas peñas carnavaleras, entre otras muchas entidades, constituyen algunos ejemplos. Es un mecanismo moderno para rescatar del baúl del olvido, para despertar, el alma solidario de un pueblo que se volcaba con cada causa, que, con el sudor de su frente, levantó la ermita para la Santa Cruz o colaboró en la construcción de la iglesia que luego tuvo que ser demolida, el mismo que recobró el prohibido carnaval y salía en masa a la calle con un disfraz para inundar de color cada febrero campillero.

Una sentencia resulta muy expresiva en este sentido: Nadie defenderá mejor una casa, un territorio, que sus propios inquilinos, sus propios residentes, desde los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Aquello que proceda de fuera, aunque no por ello debe dejar de ser entendido como imprescindible y, por tanto, exigible, sólo debe ser considerado como un apoyo, un aliento para seguir adelante, nunca como el único pilar sobre el que sustentar el avance. La ayuda externa, la de las administraciones públicas, ya sean central, autonómica o provincial, tan sólo puede resultar fértil, efectiva, si cuenta con otro elemento básico en su estructura: el concurso de la ciudadanía, su participación, su carácter abierto, su cultura emprendedora.

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