Una primavera bajo la batuta del Capitán Franela y mucha Humarea
Cientos de jóvenes campilleros invadieron el Parque Los Puentes en la III Fiesta de la Primavera con la que Juventudes Socialistas promocionó a músicos locales
EL CAMPILLO. La estación de la hermosura, del colorido, de las florecientes azucenas (y también de las alergias), irrumpió con especial énfasis el pasado fin de semana en El Campillo. La III Fiesta de la Primavera, organizada por la Agrupación Municipal de Juventudes Socialistas (JSA), daba la bienvenida a la época del año que se asoma con el ocaso de cada marzo y la aurora de abril para dejar en el olvido el lóbrego invierno y el otoño caduco. Cientos de jóvenes del núcleo minero y del resto de la Cuenca se dieron cita, en medio de este marco embriagador, en el Parque ‘Los Puentes’, en una celebración que, a su vez, sirvió de trampolín, de escaparate, para la promoción de artistas locales.
La antigua Salvochea emitía así su canto a la primavera, al tiempo de las alegrías, las romerías y las sonrisas perennes, alimentadas por magnánimos rayos de sol que fulminaban con sus destellos resplandecientes todo atisbo de grises pasados. Y lo hacía al son de la batuta, bajo el calor, de ‘Capitán Franela’, y con mucha ‘Humarea’, los nombres de los grupos que, comandados por los campilleros Fran Arroyo, ‘Ranzet’, en el caso del primero; e Isidoro Martín, ‘Isi’, y Carlos Romero, en el del segundo, se consagraron como firmes promesas de la música en un encuentro que, pese a que sólo cumplía su tercera edición, alcanzaba ya la mayoría de edad.
Ambas actuaciones, impregnadas de tonos de compromiso con la tierra minera, estamparon con letras de oro el éxito de una fiesta con la que el brazo juvenil del PSOE tendía la mano a la lucha de todos, a la participación, a la convivencia, a la rebeldía contra la injusticia, a la igualdad de oportunidades, a la solidaridad. Unos valores que, no sin antes engordar con la exquisita paella elaborada por los maestros de cocina José Antonio Aguilar y Paco Bermejo, emanaban con fuerza de las canciones de ‘Humarea’, con su ‘Niña de madera’, y del rap-rock de ‘A cero’, la nueva maqueta de ‘Capitán Franela’, arrebatada de las manos de sus integrantes por un público que, incluso, reclamó la firma de dedicaciones sobre sus carátulas.
No sólo El Campillo, sino también su contexto más inmediato, la Cuenca Minera, se erigió en el protagonista, como se puso de manifiesto en ‘Sobre el pobre cobre’, los últimos versos que regaló un inspirado Ranzet y que actuaron como símbolos de la conjura de los jóvenes de la comarca para sacarla del letargo en la que la dejó inmersa el hundimiento del monocultivo de la mina. La misma que hoy, como complemento de las vías alternativas de diversificación que dibujan en el horizonte los desdobles de la N-435 y la A-461 y el Parque Empresarial y Tecnológico proyectados para la zona, devuelve un haz de esperanza a la tierra que acuna a las rojizas aguas del Tinto.
'Sobre el pobre cobre', Ranzet:
Sobre el pobre cobre, anhelado por los nobles,
cayeron cadáveres por trabajar horario doble,
por asfixia, cansancio... muertes por tu avaricia,
por dejar morir, por ti y tu puta codicia.
¿Cuántos hombres se piraron?,
¿cuántos nombres suspiraron?,
¿cuántos revolucionarios sin piedad fusilaron?;
está claro, libertad no es la palabra:
las minas son riquezas con mil muertos a la espalda.
Mi abuelo estuvo allí, sabed que tuvo suerte,
explosiones e inhalaciones pudieron darle muerte,
como le dieron a otros... qué más os da a vosotros,
alejados del peligro no queréis ni voz ni voto.
Pido soluciones pa’ la cuenca y su futuro,
guardad los talonarios, no nos vendemos por dos duros...
es duro, pero algo tengo seguro,
mi cuenca es libertad y traspasa cualquier muro.
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