Represión en Salvochea (I). 75º Aniversario
EL CAMPILLO. RETAZOS DE HISTORIA, por Fernando Pineda Luna:
Tras los intentos frustrados de las columnas mineras de frenar a los rebeldes en Valverde, El Empalme, Higuera, Aznalcóllar, El Castillo y Santa Ana, los nacionales pusieron en marcha su plan de asalto a la Cuenca Minera. Comenzó (20-VIII-36) con un ataque de la aviación (8:30h.), sobre Salvochea, que bombardeó indiscriminadamente y mató a Elena Domínguez Castaño, Dolores González Domínguez (6 meses), Rafaela López Cerrera, Baldomera López Rodríguez y Jacinto López Zarza. Terminó en Nerva, asesinando a más de veinte personas. El hospital de Riotinto se llenó de heridos y en los túneles mineros se agolparon ancianos, mujeres y niños aterrorizados.
Bombardeó (21-VIII-36) La Atalaya (12:15h.) y (22-VIII-36) Salvochea, La Atalaya y La Dehesa. El alcalde de Salvochea presionó a la RTCL para esconder en el barrio inglés de Bellavista a ancianos, mujeres y niños, porque no cabía más gente en los túneles. Volvió un avión (24-VIII-36), que tira octavillas, dando “24 horas para rendirse o ser arrasados”. Tras el terror aéreo, avanzaron, desde Aracena, El Castillo y Valverde, el comandante Luis Redondo García, que entró por Campofrío; el comandante Eduardo Álvarez de Rementería-Martínez, por Nerva; y el capitán Gumersindo Varela Paz, por Zalamea.
Gumersindo Varela Paz atacó Zalamea con artillería y entró (25-VIII-36) en sus calles, provocando la huida de los milicianos, que sólo tenían una ametralladora en la torre de la Iglesia Parroquial. Abrieron puertas a golpes, registraron y asesinaron a muchos vecinos. Mientras celebraban esta fácil victoria, fueron sorprendidos por una columna minera, que provocó la huida de quienes defendían sus salidas, explotando minas, cercó Zalamea y obligó a retroceder a los rebeldes, que tuvieron varias bajas. Sin embargo, la aviación, que volvía para facilitar el asalto a Salvochea, los bombardeó y tuvieron que huir.
La operación militar rebelde más difícil de la provincia era entrar en el corazón de la comarca minera, porque consideraban a Salvochea, La Atalaya, La Dehesa y Nerva “las poblaciones más fieles al Gobierno”. “Sin embargo, dicen, no existen en ellas elementos que puedan coartar a la aviación” y “como podían tener minas protegiendo los accesos, habría que desconectar la Central Eléctrica de la RTCL”. La aviación bombardeó de nuevo Salvochea (25-VIII-36), mientras los milicianos, vencidos en la batalla de Zalamea, entraban para despedirse de sus familiares, refugiados en el Túnel 5, antes de huir a las sierras para evitar ser fusilados.
El capitán Gumersindo Varela Paz comenzó (26-VIII-36) el avance (7:10h.) hacia Salvochea. Eran más de 1.000 hombres, donde iba el Jefe Provincial de Falange Española Rafael Garzón Rodríguez y el presidente de la Patronal Onubense Jerónimo Pajarón Jiménez, 2º Gobernador Militar, que murió ese mismo día por un disparo de su pistola. Delante iban el capitán José Fariña Sagredo, el teniente Diego Cano Bericat, falangistas, requetés, guardias civiles, carabineros y soldados. Detrás, la Artillería y la Intendencia.
Dos cañones dispararon desde la era de Zalamea contra un pinar de Salvochea, donde suponían que había milicianos. Avanzaba en “un silencio imponente, sólo turbado por el ruido seco de un disparo de cañón, escribe el Odiel, hasta que aparece un avión (8:00h.)”, que bombardeaba Salvochea durante horas. Los milicianos, apostados a la entrada con blindados y ametralladoras, huyeron (12:00h.) ante la superioridad enemiga. El bombardeo era tan intenso que las primeras fuerzas nacionales que entraron (9:20h.) en Salvochea, tuvieron que avisar para que cesara el bombardeo. “El pueblo presenta un aspecto desolador. Sólo estaban los guardias civiles, sus familias y varios familiares de algunos muertos en la cárcel. La Iglesia estaba destruida”, contó el capellán de las tropas.
Salió de Campofrío (4:00h.) el comandante de requeté Luis Redondo García, que avanzaba sin oposición, mientras escuchaba los cañonazos contra Salvochea. Al pasar por La Dehesa, desconectó la Central Eléctrica, que abastecía a la Cuenca Minera, pasó por Alto Mesa, donde dejó dos cañones orientados hacia Nerva y llegó a Salvochea, cuando el capitán Gumersindo Varela Paz salía hacia La Atalaya. Entonces Luis Redondo García ordenó incendiar el pueblo, como había pedido por radio Gonzalo Queipo de Llano Sierra.
El capellán del comandante Luis Redondo García escribió que “El pueblo estaba desierto. Allí vi horrores. El comandante ordenó prenderle fuego. Las casas ardían cuando nos retirábamos a Riotinto”. El periodista Gil Gómez Bajuelo dice en ABC de Salvochea: “Al entrar en el Ayuntamiento vimos un montón de cadáveres...”. “Al salir, las lenguas de fuego lamen puertas y ventanas y las columnas de humo denso son agitadas por el fuerte aire del mediodía…”. “No se oye ni un lamento, ¿dónde está el pueblo?”.
Los muertos de la cárcel eran Antonio Solís Gómez, Dalmacio del Águila Aguilar, Francisco Garrido Jiménez, Juan Vallecillo Pérez, Juan Vázquez Pascual, Manuel Centeno Martín, Manuel Sousa González, Miguel Moreno Castilla, Rafael López Martínez, Ramón Delgado Cortés y Virgilio Pernil Macías.
Gonzalo Queipo de Llano Sierra mintió una vez más en Radio Sevilla: “En Salvochea, antes de escapar, los rojos quemaron vivas a 22 personas… Nuestros soldados… dieron un ejemplar escarmiento a la canalla marxista. También quemaron los rojos las casas,… puede decirse que la ALDEA ha desaparecido”. Así justificó hipócritamente su orden de arrasar e incendiar Salvochea. Los Consejos de Guerra culparon del crimen a los “rojos”. También aparecen declaraciones textuales culpando de la barbarie a “los asesinos de la aviación nacional”, considerando que fue causada por los bombardeos.
Otros sumarios mostraron contradicciones entre testigos. Unos dijeron que el presidente del Comité de Defensa evitó un intento de asaltar la cárcel, mientras que otros lo acusaron de ser el responsable del crimen. Otros testigos que cambiaron declaraciones condenatorias por otras exculpatorias sobre los mismos procesados. Algunos “rojos” procesados, según testigos, trasladaron heridos a la Casa Socorro. ¿Por qué no huyeron? ¿Por qué, en vez de socorrerlos, no los remataron y asesinaron también a los presos ilesos que salían ante ellos en aquel mismo momento, para evitar ser culpados?
La versión de los vencedores sobre tan horrendo crimen se utilizó siempre a nivel nacional como propaganda fascista contra “la extrema maldad de los rojos”. Hay que seguir investigando para que conozcamos cuanto antes la verdad, porque hay muchos inocentes que han pasado a la historia como asesinos y no debemos consentirlo.
Salvochea (26-VIII-36) fue “liberado” y allí se estableció como delegado gubernativo el teniente Diego Cano Bericat para “restablecer la normalidad” y cumplir las actuaciones a realizar en el municipio:
1. Nombrar una Comisión Gestora Municipal.
2. Efectuar registros y fusilar a quienes tengan armas.
3. Entregar armas a personas de derecha para ayudar a las Fuerzas Nacionales, encarcelando a quien no colabore.
4. Se extremará la represión contra los peligrosos.
El mismo día comenzaron las ejecuciones, fusilando durante la última semana de agosto, entre otros muchos aún por conocer, a Antonio Cruz Martín, José Fernández Gallego, Juan Maldonado García, Manuel Pérez de León Mora, Mateo Rodríguez Lira, José Gil Lanza, Catalina Sánchez Sánchez, Francisco Álvarez Baya, Bartolomé Bardallo Moreno, Natalio Cobo Santiago, Eladio Domínguez García, Manuel Domínguez Navarro, Pedro Franco Rodríguez, Antonio Gómez Feria, José J. Guerrero Vega, José Jiménez Tenorio, Francisco López Martínez, Manuel Maldonado García, Juan Maldonado Sánchez, José Moreno Pineda, María Santos Pérez Domínguez, María Puig Canturiel, Francisca Ramos Ramos, José Manuel Rivera Ramos, José Sebastián Victoria, Manuel Teresa Victorino, Lorenzo Vázquez Castro, Aniceto Bernardino Álvarez Baya, Manuel Castilla Rodríguez, José Díaz Rodríguez, Juan Gil González, Manuel Guerrero José, Vicente León Cabezas, José Luna Mesa, Joaquín Macías Álvarez, Manuel Palacios Aranda, José Aniceto Vázquez Castro, Rodrigo Díaz Rodríguez, Manuel Domínguez Rosales, Eladio García González, María Moreno Ponce, Manuel Almagro Berrocal, Juan Rodríguez Mariana, Santiago Boza Márquez, Cristóbal Benito Fernández, Narciso Pérez Rodríguez y Andrés Romero Romero.
El BOP 184 (2-IX-36) publica una circular para informar que Gonzalo Queipo de Llano Sierra ordena cambiar la denominación de Salvochea por la de El Campillo. Diego Cano Bericat cita a la anterior Corporación Municipal, cuyos miembros estaban fugitivos o habían sido ya ejecutados, para destituirla (3-IX-36), pero, “transcurrido el plazo en exceso sin que comparezca, queda ésta destituida y nombrada la siguiente Comisión Gestora Municipal: Rafael García Martínez, Presidente; Joaquín Sánchez Madrid, Gestor 1º; y Manuel Arias Cameán, Gestor 2º.
Siguieron las ejecuciones diarias en septiembre, que sufrieron, entre otros, Francisco García Cano, Bartolomé Prieto Márquez, Anastasio Rivera Tresco, Ramón Vargas Seoane, José Huelva Domínguez, Joaquín José Vidal, Francisco Pérez Vaz, Cristóbal Trino Martínez, José Gallardo Martín, Rafael Terrero Suárez, Juana Barranco Márquez, Salvador Fernández Maldonado, Manuel Gajón Romero, Manuel Marín González, Pablo Márquez Arroyo, Juan Márquez Roldán, Alonso Rodríguez Borrero, José Romero Delgado, Blas Vázquez González, Manuel Copete Delgado, Manuel de la Corte Delgado, Miguel García López, Domingo López Puig, Antonio Martín Andaluz, Aquilino Mora Gil, Julián Muñiz Marra, Jacinto Pablos Gómez, Urbana Pichardo Serrano, Ricardo Castilla Rojas, Andrés Morí Martín, Gregorio Rivera Ramos, Pedro Chaves Bravo, Hugo Moreno Domínguez, Gabino del Pozo Ayuso, Manuel Pérez Arroyo, José García Cano, Miguel Ramos Centeno, Higinio Lana Castro, Eleuterio Rodríguez Martín, Rafael Romero Fernández, Manuel Méndez Rodríguez, José Esquina Galdón, Eulogia Barranco Márquez, Eugenio Castilla Real, Francisco Pascual Rivero, Benjamín Pusó Gómez, Gabriel Pusó Gómez, Eufemio Domínguez Vázquez, Benigno Espinosa García, José Espinosa García, Manuel Espinosa García, Miguel Gutiérrez Díaz, Aurelio Pascual Rivero, Demetria Trejo Marcos, Juan Monreal Campanario, Reyes Domínguez Domínguez, Rafael Romero Muñiz, Benigno Castilla Méndez, Manuel Sousa Moreno, Manuel Vasallo Fernández, Antonio López Puig, Paulino Romero Huerta, Manuel Sánchez Domínguez, Francisco Fernández Mora, Antonio Villanueva Márquez, José Gómez Romero, José Márquez Expósito, Teresa Rosado Baldallo, Sebastián León Moreno, José Mira Borrero y Flora Mosqueda Gallardo. Separaron del servicio a los maestros Manuel Moreno Ocaña, que sería fusilado (14-II-38), Marcelo Pérez Soto y Pilar Hernáez Nestares.
Sirvan estas relaciones nominales de los protagonistas de la historia de Salvochea como HOMENAJE a la memoria de todos en el 75º ANIVERSARIO de sus asesinatos, porque todos fueron víctimas de la misma barbarie humana. En entregas posteriores daremos más nombres, porque casi todos los días de todos los meses se producían ejecuciones de residentes o de fugitivos. Cualquier excusa bastaba.
1 comentario
Fran Arroyo -
Deberían ayudara los familiares a poner una lápida digna a la tumba donde descansan. No la d la foto, sino en el pasillo central de la entrada al final, ahora está en blanco sin nombres, solo con un crucifijo que puso Carlos por respeto.
Salud y república.