Fernando Romero Marmesá ensalza el valor de la Santa Cruz como la fiesta del reencuentro
El pregón de uno de los campilleros que, aunque tuvo que emigrar, no pierde el contacto con su tierra, da el pistoletazo de salida a una romería de abrazos y recuerdos de quienes ya no están
EL CAMPILLO. El aroma a azahar y romero ya impregna cada rincón de El Campillo. La cercanía del eco de los sonidos del tamboril estremece a sus habitantes. El pueblo ya sólo tiene una idea en su mente, un anhelo que le arrebata el sueño en unas noches que se hacen eternas y unos días que se alargan ante un reloj que no avanza: el encuentro con la Santa Cruz, la doble peregrinación a Rocalero. Son 34 años ya de tradición, de traqueteo incesante de caminantes, caballos y carretas por la senda que arranca desde las entrañas de Cuatro Vientos, y nada varía. La devoción es la misma. El arraigo permanece inalterable.
Éstos son los sentimientos que embargaron el emotivo pregón de Fernando Romeró Marmesá, uno de esos campilleros que, como otros tantos, tuvieron que emigrar y labrarse su futuro lejos de su tierra, pero que siempre hallan la menor excusa para volver a las calles que les vieron nacer. El primer fin de semana de mayo, en cambio, es una cita marcada en rojo, ineludible, que no requiere de ningún pretexto para acudir a ella. La Santa Cruz llama, atrae, embelesa, a todos sus paisanos para que, juntos, en hermandad, llueva, truene o diluvie, la acompañen, la veneren y la agasajen en su Ermita con ingentes cantidades de romero.
El mayor de los Romero Marmesá describió con su poesía la esencia de una fiesta de armonía y concordia, de sentimientos contradictorios, de tristeza y alegría, de nostalgia y felicidad, de cante, de baile, de recuerdos y reencuentros con los que, aunque lejos, aún están y con los que ya se marcharon. “Encina, crece, crece, a ver si llegas hasta el cielo y me permites llevar mi abrazo a quienes ya nos dejaron”. El pregonero plasmaba así ese deseo que cobra vida entre muchos fieles al arribar a Rocalero en una celebración que este año, en su caso, es más especial si cabe, pues son su hermana pequeña, Isabel María, y su esposo, Héctor Alejandro Muñoz Carmona, quienes, como mayordomos, portarán la vara de la Santa Cruz y escribirán con letras de oro un nuevo capítulo de su historia.
Gritos de ¡Viva la Cruz! ¡Víva la Romería! ¡Vivan los mayordomos! y ¡Viva El Campillo! cerraron la alocución con la que se daba el pistoletazo de salida a la fiesta más esperada por los salvocheanos. Un punto de partida que continuó con las actuaciones del grupo campillero-riotinteño Infusión, los artistas locales Francisco Cumplido Orta y Juan Antonio Marín ‘El Patita’ (en representación de la reconstituida Peña Cultural Flamenca Candil Minero-El Campillo) y Requiebros. Hoy, martes 1 de mayo, tras la diana de la Banda de Música y la santa misa oficiada por el párroco Mateo Pozo Castellano se procederá a la apertura de la Ermita con la habitual ‘Enzapatá’.
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Alberto -