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Pablo Pineda

Árboles entre la Humarea

Árboles entre la Humarea

Los dos grupos locales, junto a Voss y Summum, abren el Mercado de Abastos de El Campillo a la música con el Festival La Placita

EL CAMPILLO. El Mercado de Abastos Manuel Severo de El Campillo varió el sábado su estampa natural, la de la rutina, la del trasiego propio de la compraventa de víveres como el pescado, la carne o cualquier otro producto de primera necesidad para envolverse en la magia de la música. La transformación no es nueva. Aún permanece viva en la retina de los lugareños el espectáculo de ver convertida la antigua Plaza, su empedrado rectángulo, en un ring de boxeo en aquellas míticas veladas de antaño. Ahora, en un recinto más moderno, abierto, menos entrañable, el cuadrilátero ha sido reemplazado por el escenario y los guantes de los púgiles, por sones de guitarra eléctrica, batería, cajón y voces cien por cien de la tierra, por Árboles entre la Humarea.

El Festival La Placita, organizado por Freiduría Rosa, abrió el espacio a la cultura, a la promoción de los grupos locales, del talento campillero. Isidoro Martín Pascual, Isi, con su Niña de madera, con las manos de oro para la percusión de Carlos Romero, con el dominio del bajo de Miguel Ángel El Pelota y con los transgresores versos de Fran Arroyo, Ranzet, irrumpieron de repente, cuando salía la luna (otra de sus letras propias). No era la primera vez que tocaban ante su gente, su pueblo, en poco más de un año, pero como si lo fuera. El público abarrotaba el Mercado entregado a la fusión de pop y rock con destellos de rap de Humarea. Ellos abrieron el telón y pusieron alto el listón. No se cabía. Las mesas y sillas se quedaron cortas.

El siguiente era el conjunto riotinteño Voss (Versión Original Sin Subtítulos), con el que, en el marco de su mezcla de estilos, sonaron temas de Maná, El Canto del Loco, Red Hot Chili Peppers... para dar paso, luego, a la rebeldía del rap de Summum, en el que volvía a emerger la figura de Fran Arroyo, Ranzet, junto a David Ramírez, Masi. Una de sus canciones, Deshumanizándome, y otra, una crítica política con aviso a navegantes: “tengo que deciros que sois los soberanos y no hay más ley que nuestra ley ni más rey que mis paisanos”. La noche avanzaba, pero los espectadores no se movían de sus asientos ni, en su caso, de los escalones que bordean el Mercado.

Aún quedaba verdor, el de Árboles, que, nacidos en 2005, rebrotaban en El Campillo tras un pequeño paréntesis de tiempo dedicados a la creación de nuevas piezas, a tomar oxígeno apartados de la circulación. Ellos fueron los encargados de poner el broche, ya en la madrugada, al Festival La Placita. El rock andaluz que emana de la voz de Rafa Huelva, las guitarras de Jota Márquez y Manuel Conejo y la batería de Luis Tejada rememoró los vientos de los legendarios Triana o El último de la fila para acompañar a las ramas de su último trabajo, Tierra de luz. Nostalgia y aires innovadores, historia y presente, se confundían sobre las tablas al calor de un grupo que vuelve a respirar, con fuerza.

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