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Pablo Pineda

Nada en 30 años

La herencia, ese sugerente recurso invocado con asiduidad por quien quiere tapar a toda costa su incapacidad manifiesta para gobernar, ya no afecta en El Campillo sólo al último mandato, a la Corporación anterior. Se remonta ya casi al inicio de los días, abarca a la totalidad de la actual etapa democrática. “Ustedes (por los socialistas) no han hecho nada en 30 años”. Así de tajante se mostraba el alcalde, Francisco Javier Cuaresma (PA), en el Pleno ordinario de junio. ¿Cómo es posible entonces que la ciudadanía haya dado su respaldo masivo a la candidatura municipal del PSOE en tantas ocasiones desde 1979, hasta el punto de llegar a alcanzar, incluso, la cifra de 9 concejales de los 11 que conforman el Ayuntamiento? Debe ser que, para los andalucistas, el pueblo no es sabio (será por eso por lo que ellos lo toman por tonto, como murmuró algún concejal de esta formación nacionalista en esa misma sesión).

El Campillo sigue igual. Presenta, a juicio de PA-PP, la misma estampa que hace tres décadas. ¡Qué mala memoria! Es verdad que, por desgracia, pese a nuestros denodados esfuerzos, nuestra villa tiene hoy menos habitantes que entonces y sufre la feroz embestida del paro a raíz de la grave crisis socioeconómica abierta por el cierre de la mina, por la paralización de su actividad a causa de las inestables fluctuaciones del mercado del cobre. Esto nos duele y nos roba el sueño a los socialistas, porque amamos nuestra tierra, porque hemos tratado de evitarlo a toda costa. Pero es cierto, y lo reconocemos. Ahora, no es menos cierta la injusticia de ese ataque del actual regidor de El Campillo, que busca en el pasado (con un ojo miope) la excusa para su presente. ¡O es que no recuerda cómo eran, en los años de su juventud, las calles de nuestro municipio, las palpables carencias de sus servicios o la ausencia absoluta de las infraestructuras más básicas!

El fango se apoderaba de las piedras que hacían las veces de suelo, que, más bien, lo insinuaban, que apenas disimulaban el escarpado terreno que dificultaba el tránsito de los peatones y el tráfico rodado. La lluvia anegaba con frecuencia unas calles que no desaguaban. Las casas precisaban de filtros para que se pudiera beber el agua poco potable que manaba de sus grifos. Las canalizaciones de saneamiento, de higiene, eran propias de siglos pasados. Los niños no tenían la más mínima instalación deportiva de calidad en la que jugar, ni siquiera en la escuela. Los espacios culturales y de ocio, prácticamente, brillaban por su ausencia. La lista es interminable. Éramos felices, pero no poseíamos nada, muy poco. Lo que teníamos era mucha imaginación, muchas ganas, y un lema que nunca olvidábamos: Unidos Laboramos.

Poco a poco, las distintas Corporaciones, ninguna remunerada, sin alcaldes liberados y hasta poniendo los concejales dinero de su bolsillo, con la inestimable ayuda de los campilleros, de la participación y la solidaridad que han caracterizado siempre a nuestros vecinos, todos juntos, hemos construido nuestro pueblo, hemos arreglado su casco urbano, hemos levantado su Teatro, sus pistas polideportivas, su colegio, su piscina, su Paseo, su club de mayores, sus parques Los Cipreses y Los Puentes, sus más de cien viviendas sociales o su centro de día para enfermos de alzheimer, hemos ampliado un yacimiento de empleo clave como es Aspromin, hemos restaurado su mercado de abastos y recuperado su patrimonio, como el antiguo lavadero o la fuente de Traslasierra, hemos mejorado los accesos a nuestra aldea, hemos modernizado la peatonal calle Sevilla, nuestro campo de fútbol... Hemos valorado a nuestra gente.

Los socialistas tampoco hemos dejado, jamás, de estar al lado del sufrimiento de nuestro pueblo. Menos aún, cuando el futuro socioeconómico de nuestra tierra se ha tambaleado. Siempre hemos creído en las posibilidades de nuestra comarca, en su potencial, en su fuerza para salir adelante. Por eso, cuando otros, al ver que el cobre ya no era rentable, que no se podía exprimir más su sangre, querían enterrarla, nosotros luchamos por la reindustrialización, por esa primera diversificación que dio lugar al nacimiento de empresas como Río Tinto Fruit, Río Tinto Plásticos, Tubespa, Nature Pack o la Fundación Río Tinto y el Parque Minero, por ese Plan Albor que luego se vio truncado por los embargos sufridos por MRT como consecuencia de su liquidación, pero que nos dio vida, oxígeno. Otras áreas rurales de nuestro país, en cambio, dejaron de respirar, fueron abandonadas a su suerte por quienes hoy vienen de salvadores a El Campillo y a la Cuenca. Otras zonas (véase Castilla y León) son hoy inhóspitos y desolados desiertos.

Eso sí, todo esto, en lo que hemos puesto todo nuestro empeño, nuestro corazón, es insuficiente, nos parece poco a los socialistas. Porque, para nosotros, todo es poco cuando se trata de mejorar nuestro pueblo, porque merece más, mucho más. Por ello, no nos rendimos y seguimos en la primera línea, no sólo para que no desaparezca El Campillo, la vieja Salvochea, del mapa, de la faz de la tierra, sino para devolverle el desarrollo económico y social de otros tiempos, para frenar la inexorable marcha de sus habitantes ante la falta de expectativas, el doloroso éxodo de quienes se ven obligados a emigrar de las calles que les vieron nacer y crecer. Todo avance, en este sentido, por pequeño que sea, merece la pena, igual que el trabajo de estos 30 años. Por muy poco que se haya conseguido, aunque PA y PP lo juzguen como “nada”, ha valido la pena. La pregunta que nos hacemos nosotros es: ¿Dónde han estado ellos, y sus partidos políticos, todo este tiempo? ¿Dónde están ahora?

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