Unos resultados para la reflexión
Los resultados de las pasadas Elecciones Generales y Autonómicas en El Campillo, con una caída estrepitosa de la misma Coalición Andalucista (CA) que meses atrás, en los comicios municipales del 27 de mayo de 2007, se erigía, bajo las siglas del Partido Andalucista (PA), en la fuerza más votada, con 60 papeletas más que el PSOE, deben conducir al grupo nacionalista a un ejercicio de autorreflexión. En menos de un año, el apoyo ciudadano ha descendido desde 557 sufragios hasta 148 (caso del Parlamento de Andalucía) y 67 (si se toman como referencia las urnas destinadas al Congreso de los Diputados). Un retroceso que coincide con un nuevo auge del socialismo, que, en ese mismo periodo de tiempo, ha crecido desde los 497 votos cosechados por la lista encabezada por Encarnación Palazuelo hasta aglutinar 829 para la designación de la Cámara andaluza (a la que pertenecerá como parlamentaria del PSOE la campillera Susana Rivas) y 872 para la conformación de la Cámara Baja del Estado.
Este manifiesto desgaste sufrido por la fuerza andalucista en el ámbito local sólo puede ser entendido como un rechazo del pueblo a una oposición municipal cimentada en la crispación y en la destrucción, en lugar de en la construcción y la aportación de un verdadero programa alternativo. Es la suma de ideas, la presentación de proyectos que redunden en la mejora de las condiciones de vida de los campilleros, el único camino que conduce a una mayoría suficiente para gobernar, ya sea absoluta o relativa, mediante el apoyo de otros partidos. Y no la confrontación, el insulto, la amenaza ni la calumnia. El candidato del PP a la Presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, puede dar fe de ello, al chocar su discurso catastrofista con el espíritu dialogante y abierto al consenso del reelegido José Luis Rodríguez Zapatero.
Pero más allá de la pérdida de respaldo en unas elecciones en las que, en realidad, no se dirime el nombre de los candidatos y las siglas que ocupan los once sillones de la Corporación municipal, lo significativo es la escasez de votos obtenidos en las urnas campilleras dedicadas al Senado por el portavoz andalucista en el Ayuntamiento de El Campillo, Francisco Javier Cuaresma. Frente a los más de 870 apoyos recabados por cada uno de los tres integrantes de la lista socialista (Francisco Bella, María Teresa Camacho y José Cejudo), sólo 110 campilleros, pese a tratarse de un paisano, marcaron la cruz en el recuadro de Cuaresma, 447 personas menos que las que confiaron en él como aspirante a la Alcaldía el 27 de mayo de 2007.
De lo que no hay duda es de que la Dirección local del PA (o CA, si se materializa la unión definitiva con el PSA y otras organizaciones minoritarias) atraviesa, quizás contagiada por la crisis que ahoga al andalucismo en toda la región, sus horas más bajas desde su nacimiento en 2003. Ahora, en 2008, con el aliento que supone contar con cinco ediles en el Consistorio de El Campillo, los 67 votos logrados en las Elecciones Generales distan bastante de los 103 (dos del PSA) que cosecharon aquel 14 de marzo de 2004, cuando, tras pocos meses de existencia, contaban con sólo dos concejales y 297 papeletas. Y algo similar desvela la comparación de los dos últimos comicios autonómicos. Aunque, como consecuencia de una mayor abstención, mantienen parecidos porcentajes con respecto a 2004, han bajado de 167 votos (165 si se les resta los de otros grupos andalucistas que no formaban parte de su candidatura) a 148.
Y todo ello coincide con un cierto relanzamiento del PP en El Campillo. Los populares, al igual que en el resto de Andalucía (donde, beneficiados por la plena desaparición del PA de la escena política, han sumado a su grupo los cinco parlamentarios perdidos por Julián Álvarez), han visto incrementados sus votos en el municipio minero en paralelo a la debacle de los nacionalistas. Esto se da hasta el punto de que el partido que dirige en Madrid Mariano Rajoy y en Sevilla Javier Arenas es el único que, en un contexto local de una menor participación, ha conseguido del pueblo campillero más papeletas en 2008 que en 2004, tanto para el Congreso de los Diputados (244 frente a 238) como para el Parlamento de Andalucía (210 frente a 201). El voto útil del PA, por tanto, se ha marchado al PP, en lo que supone una clara concentración absoluta de la derecha andaluza. Los andalucistas de convicción, por consiguiente, están abocados a rehusar de una vez la tentativa de disfrazar sus siglas con aromas y caretas de izquierda. Y quienes, dentro de esa formación, se consideren progresistas siempre estarán a tiempo de dejar de nadar a contracorriente para dejarse llevar por los aires de la coherencia.
Ahora bien, también quienes ahora han vuelto a vencer tras el varapalo del 27 de mayo deben valorar lo acontecido en las dos últimas citas con las urnas. Lejos de cualquier sensación de euforia, la agrupación local del PSOE debe digerir la catarsis, la liberación que le ha otorgado el pueblo, con la brevedad más acuciante. Tiene que estudiar, una vez más, el porqué de la derrota en las Elecciones Municipales en una localidad que ha sido socialista a lo largo de su historia, desde aquellos primeros movimientos emancipadores surgidos en los albores del siglo XX contra los intereses caciquiles de Zalamea la Real. Ahora, más que nunca, queda claro que se trató de un voto de castigo, una firme y sin fisuras advertencia, una apuesta por un cambio que evitara el acomodamiento en el poder. Y ello, en el momento oportuno, bajo el pretexto de una renovada lista socialista que no terminó de convencer, de un relevo generacional relativo, con el que no se transmitió ilusión y esperanza en una tierra que necesita beber de estos sentimientos para huir de la crisis que le azota. El pueblo es sabio, y, aunque gobiernen las mismas siglas, éstas ya están avisadas.
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