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Pablo Pineda

El pueblo se lanza a la calle para celebrar un revitalizado carnaval

El pueblo se lanza a la calle para celebrar un revitalizado carnaval

Aunque se hallan lejos de las 11 agrupaciones de antaño, las carnestolendas campilleras se han fortalecido con la incorporación de sabia nueva

EL CAMPILLO. Aún se halla a una amplia distancia del auge de épocas anteriores (las mismas que rememoró con su pregón el antiguo chirigotero Fernando Caballero), en las que el pueblo entero se disfrazaba para vivir el carnaval y en las que hasta once agrupaciones se subían, cargados de letrillas e ironía, a las tablas del Teatro Atalaya, pero la última edición ha servido para recortar algo las distancias. Se ha mantenido el número de comparsas y chirigotas, un total de seis, con respecto a 2008. Sin embargo, la incorporación de sabia nueva ha dado un nuevo impulso de vitalidad a las carnestolendas de El Campillo, que han terminado de remontar el vuelo perdido en 2007, cuando el público sólo disfrutó de cuatro formaciones sobre el escenario. Y estas circunstancias se han proyectado también en la calle, con un desfile nutrido de máscaras y colorido y un movido baile en la nave municipal.

La ausencia de la comparsa ‘Bienaventurado’ y de la chirigota ‘Venimos del Charco de la Pava’ ha sido suplida por ‘El destino de tu alma’ (el tipo, la muerte), bajo la dirección de Juan José Díaz, y ‘La pandilla Draquis’, bajo la batuta de Isidoro Martín. La primera, que aportaba, entre otras, la voz de José Luis Diéguez, despertó las lágrimas del público con un emotivo pasodoble dedicado a un joven campillero que, a los 30 años, falleció como consecuencia del cáncer. La segunda, por su parte, volcada en el ritmo y la interpretación, suponía el retorno de parte de los componentes de ‘Heidemos tela’ (2001), completada por un grupo de debutantes con edades que apenas rondan la veintena.

Las dos nuevas agrupaciones, unidas a la experiencia de ‘Colegio pribado Las Saliasanas’ (Peña Los Perendengues), la murga decana de la localidad, con 25 carnavales a sus espaldas; ‘Los acabaos’ (Peña Los Diablos), con los hermanos Luis Emilio y Juan Antonio Matos al frente y las voces de Fernando Suárez, Juan Antonio Marín ‘Miri’ y José Antonio Rodríguez del Águila; y ‘Los espichis del 8’ (Peña Los Esponjas), contribuyeron a elevar el nivel de un carnaval que mantiene su esencia de participación y convivencia, lejos de la competitividad propia de un concurso. Y no se puede olvidar, en este punto, la magnánima actuación de la comparsa femenina ‘Confusa identidad’ (ángeles y demonios), unas chicas que, con doce comparecencias, llevan media vida enganchadas a la guitarra, la caja y el bombo.

La caricaturización física de las figuras de los dirigentes municipales, con especial atención a la alcaldesa, Encarnación Palazuelo, y el segundo teniente alcalde, Antonio Félix Torrado, fueron unas constantes en los distintos repertorios, en los que, además, volvieron a aparecer, aunque de manera más tímida que en 2008, las rencillas personales que suscita la política o la siempre sugerente alianza de gobierno entre PSOE e IU, que privó del poder al Partido Andalucista en las elecciones de 2007. La conservación del parque Los Cipreses y el incremento de la plantilla de la Policía Local y de las multas de tráfico fueron otros de los temas abordados.

Todas las comparsas y chirigotas dejaron, en definitiva, un buen sabor de boca al cerrarse el telón del carnaval de El Campillo. Las veteranas se superaron a sí mismas y las debutantes demostraron disponer de buenos mimbres. Ahora bien, sus actuaciones no terminaron en el tercer pase del Teatro Atalaya del viernes 20 de febrero. De allí, se trasladaron a los bares, convertidos en tablaos durante toda la madrugada del sábado. Era el paso previo al último día, al del desfile, la posterior rotura del cántaro y el baile en la nave municipal, donde, como broche, un jurado integrado por representantes de las distintas formaciones premió, como mejor disfraz de conjunto, a un grupo de astronautas y, como mejor atuendo individual, a Daniel Fernández Mora, que encarnaba a un luminosos árbol de Navidad.

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