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Pablo Pineda

La quema de Judas purifica al pueblo campillero

La quema de Judas purifica al pueblo campillero

El premio al mejor muñeco, valorado en 60 euros, fue concedido a un minero que contemplaba con nostalgia la Corta Atalaya, emblema del pasado de esplendor de la Cuenca

EL CAMPILLO. La tradicional quema de Judas de El Campillo, símbolo de purificación de las almas, despidió el Sábado de Gloria para dar paso al Domingo de Resurrección en la madrugada de ayer. Las llamas convirtieron en cenizas a los cuatro personajes diseñados con trapos y ropas viejas por los más pequeños del núcleo minero para desterrar las malas vibraciones del pueblo y encarar con esperanza el futuro más inmediato.

Pero antes de proceder al fuego, un jurado formado por representantes de la Corporación Municipal y miembros de las diferentes asociaciones locales decidió conceder el premio al mejor Judas, valorado en 60 euros, a un muñeco que contemplaba con nostalgia los tiempos de mayor esplendor de la Cuenca. Encarnaba a un minero que, sentado al lado de la abandonada Corta Atalaya, emblema del pasado más dulce de una comarca azotada ahora por una enquistada crisis socioeconómica, demandaba la reapertura de la línea del cobre.

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