La independencia de un pueblo que nace al calor de la II República
Nacimiento. El 22 de agosto de 1931 se constituía el Ayuntamiento de Salvochea tras 21 años de reivindicaciones pacíficas del pueblo para segregarse de Zalamea la Real, cuya Administración lo mantenía sumido en el abandono
Guerra Civil. El Campillo fue uno de los municipios de la provincia que sufrió en mayor medida la embestida de la Guerra Civil, algo certificado por el elevado porcentaje de población que falleció durante la misma
Ya han transcurrido 81 años de aquel 22 de agosto de 1931 en el que El Campillo, bajo el calor revolucionario de la recién instaurada II República, alcanzaba su anhelo de constituirse como pueblo independiente del municipio matriz de Zalamea la Real. Sólo de esta manera, desde la autonomía, consideraban sus ciudadanos que era factible avanzar por la senda del desarrollo, una meta que les negaba la administración zalameña, que mantenía sumida a la población campillera en un abandono que alcanzaba niveles de una gravedad extrema. La escasez reinaba todo lo relacionado con la dotación de servicios en la aldea de Campillo (denominación de la localidad hasta que en 1914 se le agregó el artículo ‘El’). La inversión de Zalamea la Real en una población que superaba los tres mil habitantes era ínfima, limitada desde 1907 a la ejecución de unas fuentes y socavones que motivaban constantes denuncias de los vecinos campilleros, al tratarse de un agua no apta para el consumo.
La transformación del pueblo a lo largo de sus tres cuartos de siglo de independencia ha sido considerable. Un progreso en el que trabajaron los campilleros desde que tomaron el mando de su futuro mediante la ruptura de las cadenas que lo vinculaban contra su unánime voluntad a Zalamea la Real, un derecho que vieron reconocido después de más de 20 años de reivindicaciones. Una de las claves de la emancipación de El Campillo radica en un acontecimiento acaecido en 1908, cuando el desplome de diversos bancos mineros en la corta de filón norte, en Minas de Riotinto, originó el hundimiento de viviendas. La consecuencia inmediata, un notorio incremento del número de habitantes de la aldea zalameña, que de las 499 personas que la integraban en 1887 pasó a ostentar una población de 3.371 vecinos. A pesar de que este panorama se traducía en mayores ingresos en las arcas municipales de Zalamea laReal, la actuación de este Ayuntamiento en El Campillo apenas pasó de la promoción de nuevos alumbramientos de agua.
Cansados de lo que definían como un claro trato discriminatorio, el 30 de octubre de 1910 el pueblo campillero iniciaba sus primeros movimientos en busca de la segregación, apoyada en que la localidad superaba con creces el ratio de los dos mil habitantes que estipulaba la Ley Orgánica Municipal. Con este fin, los vecinos, encabezados por su alcalde pedáneo, Serapio Morueta Rodríguez, remitieron al Consistorio un escrito firmado en el que reclamaban que certificara el número de habitantes para solicitar la emancipación a la Diputación Provincial. Comenzaba a gestarse así una independencia que no llegaría hasta 21 años después como consecuencia del freno de los intereses particulares del caciquismo imperante en Zalamea la Real.
En 1913 aún no habían recibido respuesta alguna los vecinos de El Campillo a esa carta enviada al Ayuntamiento zalameño tres años antes. Un periodo en el que esta administración seguía sin atender los servicios básicos de la aldea, en la que no pernoctaba ningún médico y cuya asistencia debía requerirse con 24 horas de antelación, lo que hacía que muchos vecinos fallecieran antes de recibir el auxilio. El 7 de agosto, en un nuevo escrito en el que El Campillo reiteraba su intención de segregarse, los vecinos relataban que “las esquinas, solares y rinconadas parecen zahúrdas, animales inmundos y aves de corral pululan por todas partes y el paludismo invade las viviendas”. Esta vez sí llegó una contestación del alcalde de Zalamea la Real, José Manuel Lancha Pichardo, que aducía que entre los varios (en la realidad eran más de mil) individuos que firmaban el documento se encontraban extranjeros y menores de edad, al mismo tiempo que sentenciaba que el Ayuntamiento necesitaba un croquis de la franja de terreno que sería objeto de la segregación. Sólo eran excusas para frenar una iniciativa que desembocaría en perjuicios para determinados intereses particulares.
Durante este intervalo, el 1 de octubre de 1911 se inauguraba el cementerio de El Campillo, construido sobre una parcela cedida por el campillero Manuel Severo Delgado Domínguez, quien también donó el suelo sobre el que se edificó el Mercado de la localidad. Este personaje da nombre hoy a la actual Plaza de Abastos. Ese mismo año culminaban las obras de la iglesia de El Campillo y el Ayuntamiento de Zalamea la Real instalaba un alumbrado eléctrico que constaba de 35 lámparas. Cinco años después se agregaban 19 lámparas más. Un exiguo dispositivo de iluminación para una población que superaba los tres mil habitantes.
En el contexto de la lucha del pueblo se funda el 17 de octubre de 1915 la Agrupación Socialista de El Campillo,una de las primeras que vieron la luz en la provincia de Huelva a pesar de que se trataba de una pedanía. En la vivienda del militante Antonio Chaparro García se celebraban reuniones para analizar los pasos a dar para conseguir la independencia. Mientras, lejos de mejorar los servicios de la aldea, el Ayuntamiento de Zalamea la Real, ya en 1920, establecía nuevos impuestos como el de obras de nueva construcción ante la proliferación de éstas o el del permiso para el degüello de animales. Al no existir matadero en El Campillo, procedió al arrendamiento de una casa para suprimir esta carencia.
Ya en el año 1924, tras diversas cartas en las que los campilleros instaban al Consistorio zalameño a satisfacer sus derechos, una comisión proemancipación de El Campillo decidió acudir de un modo directo al Gobernador Civil de Huelva. Poco después, en 1925, debido a las presiones del Director General de Administración, se celebró una sesión extraordinaria en el Ayuntamiento, que se reafirmó en que los firmantes debían demostrar que eran vecinos de El Campillo.
La legitimidad de la autonomía de El Campillo era defendida por los ediles Domínguez de la Banda, Gallardo Mora y Burguillo Wert, así como por municipios limítrofes, la Diputación Provincial y el propio Gobernador Civil, pero el Ayuntamiento se resistía a conceder este derecho. Intentó, incluso, coaccionar y engañar a los vecinos campilleros para que firmaran un documento contrario a la segregación. Sólo consiguió recabar la rúbrica de 40 personas que desconocían con qué objeto se recogían las firmas.
Enfrascados en esta lucha, los campilleros vieron cómo llegó el 14 de abril de 1931, el día en que, tras los resultados de las Elecciones Municipales, se proclamaba la II República. El 17 de abril se constituía la nueva Corporación de Zalamea la Real, entre cuyos dieciocho integrantes se hallaban cuatro campilleros, los republicanos Virgilio Pernil Macías (nombrado primer teniente de alcalde) y Manuel Marín González, y los socialistas Antonio Alvera Romero y Antonio Chaparro García (cuarto teniente de alcalde). Tras una votación secreta resultó como alcalde el zalameño David Vázquez Domínguez (socialista), que obtuvo nueve votos a favor contra nueve en blanco. Una de las hipótesis sostiene que los ediles de la alianza republicano-socialista de uno y otro núcleo ya habrían pactado, en consonancia con su programa ideológico, la emancipación de la pedanía con anterioridad, pues en la misma sesión plenaria se aprobaba la petición de Virgilio Pernil de notificar al presidente de la República la declaración de la aldea de El Campillo como municipio independiente, algo refrendado el 25 de abril por unanimidad.
El 21 de agosto llegaba el escrito del Gobernador Civil de Huelva que certificaba la segregación definitiva y sólo un día después se constituía el Ayuntamiento de Salvochea (nombre del municipio hasta la Guerra Civil), cuya Corporación quedó configurada por los cuatro representantes de El Campillo en el Consistorio zalameño más Miguel Herrera Aibar, Juan Vicente Pérez Vázquez, Manuel Matías Lorenzo, Arturo Fontenla Ceferino, Esteban Domínguez Pérez y Eusebio Moreno García. Virgilio Pernil Macías fue designado el primer alcalde del municipio autónomo por aclamación. En estos instantes, la población campillera ascendía a 3.882 personas. Poco duraría la libertad en Salvochea, ante la inminente caída de la República y la instauración de la Dictadura de Franco. De hecho, como hijo del sistema que derrocó la Guerra Civil, fue uno de los municipios de la provincia que sufrió un mayor azote del bando franquista.
Al margen de la guerra, sus 81 años de historia han dejado episodios destacados como la demolición en 1972 de la iglesia nueva. Unos problemas en los cimientos habían agrietado una de las torres y corría el riesgo de derrumbarse. Su construcción, iniciada a finales de los años 50 y concluida en 1963, había sido irregular, basada en la aplicación del mismo proyecto de la Iglesia del Rocío de la capital sin estudiar las particularidades del suelo. En 1966 surgía de la mano de Vicente Rodríguez Casado, uno de los impulsores de la Universidad de La Rábida, el Ateneo de El Campillo, un lugar en el que fueron constantes las tertulias y conferencias.
Tres años después se levantaba el centro educativo de la Asociación de Protección del Minusválido Psíquico (Aspromin), una organización sin ánimo de lucro que ha crecido de un modo paulatino hasta convertirse en uno de los principales yacimientos de empleo de El Campillo, junto a las empresas Río Tinto Fruit y Río Tinto Plásticos, fundadas a finales de los años 80 en el marco de la perenne crisis del monocultivo del cobre y la primera diversificación socioeconómica de la Cuenca, la misma que hoy anhela un nuevo impulso con el aire de la reapertura de la mina y la reindustrialización que abriga el Parque Empresarial comarcal proyectado sobre unas 35 hectáreas de la vieja Salvochea.
EL PRECURSOR
La tenacidad de Virgilio Pernil, esencial en la consecución de la autonomía
Virgilio Pernil Macías (1882-1936) ha pasado a la historia como el precursor de la emancipación de El Campillo del pueblo matriz de Zalamea la Real. Hijo Predilecto de la Villa desde 2004, emprendió una lucha tenaz entre 1920 y 1931 por la consecución de la segregación. Antes de llegar a El Campillo ya había tomado parte activa en las huelgas mineras de 1913 y 1920. Tras esta última fue despedido, lo que le obligó a trasladarse desde Minas de Riotinto a El Campillo, donde encabezó las reivindicaciones del pueblo. En abrilde1931, tras las elecciones municipales, fue nombrado primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Zalamea la Real, que aprobó por unanimidad la independencia de la aldea. El 22 de agosto se convirtió en el primer alcalde del Consistorio de Salvochea. Murió asesinado el 26 de agosto de 1936 junto a otros diez campilleros durante el incendio de la cárcel.
GUERRA CIVIL
El incendio de la cárcel con presos en su interior, un episodio oscuro
La Guerra Civil dejó para la memoria de El Campillo diversos episodios funestos. El 26 de agosto de 1936, fecha en la que tomaron el pueblo las tropas franquistas, fallecían fusilados en la cárcel once campilleros (entre ellos, dos de sus alcaldes, Virgilio Pernil y Juan Vallecillo) justo antes de que sus ejecutores incendiaran la prisión. Otros once se habían fugado con anterioridad y otro salvó su vida después de recibir un disparo en la pierna y no ser rematado. Sobre este acontecimiento oscuro se barajan dos hipótesis. La primera, la oficial del régimen franquista, sostiene que fue el bando republicano el que perpetró los asesinatos. Los nacionales emprendieron, acto seguido, una feroz campaña de propaganda con el fin de que los familiares de los fallecidos desvelaran el nombre de ‘rojos’. Precisamente por ello, la otra postura defiende que pudieron ser los propios franquistas los autores de esta matanza, basada en que a los republicanos, en su huida, no les pudo dar tiempo de volver desde la zona del pantano (donde intentaron frenar a las tropas enemigas) al pueblo para incendiar la prisión. No obstante, ambas versiones son conjeturas que aún nadie ha podido demostrar. En un día de año nuevo, según se comenta en el municipio, los nacionales convocaron a un grupo de personas a una supuesta reunión en el Centro de Educación y Descanso. Las fusilaron en lo que se conoce como el ‘Día de los Manueles’. En este caso, sólo se salvó un salvocheano al que en la misma puerta le dijeron que se marchara. Ya por la noche obligaron a bailar a sus viudas o novias ante los cuerpos sin vida de sus amados.
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