El Carnaval se impregna de Cuaresma
La chirigota de la Peña ‘Los Perendengues’ celebra 30 años sobre el escenario y la comparsa de ‘Los Diablos’ cumple sus bodas de plata en una edición en la que se mantienen seis agrupaciones
EL CAMPILLO. El Carnaval se impregna de Cuaresma en El Campillo. La fiesta de la sátira, la ironía y el humor se adentra de lleno en el tiempo de penitencia, en esos días de guardar que preceden al Jueves Santo. No es la primera vez que la antigua y pagana Salvochea se envuelve entre el colorido de máscaras y disfraces, la subversión de unas letrillas escritas para despertar conciencias y el compás del tres por cuatro más allá de ese límite litúrgico impuesto por el miércoles de ceniza. En esta ocasión lo hace con un protagonista claro, la Peña Los Perendengues, que celebran 30 años sobre las tablas, las mismas a las que nunca han dejado de subirse desde 1984, el año en el que, tras el silencio impuesto por la dictadura, volvía a este núcleo minero la oda de la libertad por antonomasia. Con su chirigota Viajes Bien Dao han vuelto a poner en escena a aquellos turistas de Pekín de su estreno para acompañar a otras cinco agrupaciones, entre ellas, la de la comparsa Los Diablos, que cumplen sus bodas de plata desde que emitieron, apadrinados por los míticos Los Califas, su primer sí quiero en 1988.
Los Perendengues, autores del histórico pasodoble Los campilleros somos internacionales, interiorizado por los carnavaleros salvocheanos como un verdadero himno, han ofrecido una visión de cómo ha cambiado el pueblo, su gente y su fisonomía, su paisaje y su paisanaje, en estas tres décadas que han transcurrido desde su primera visita, sin desviar la mirada de aquello que sigue igual, en especial, esa crisis perenne que acompaña a la Cuenca desde el cierre de la minería. Éste, junto a las vicisitudes que rodean al complejo y eterno proceso de reapertura de la línea del cobre, ha sido uno de los temas constantes en los distintos repertorios, al igual que la Bolsa de Empleo Municipal, los robos de los últimos meses, la alianza de Gobierno PA-PP o la habitual caricaturización de los representantes políticos locales. Ésta es la partitura que ha seguido también la comparsa Los Diablos, que han exhibido sobre las tablas un amplio elenco de voces en el año en el que, para celebrar su 25 aniversario, han vuelto a encarnar el tipo que da nombre a su peña.
Dentro del género de humor, otra de las veteranas de los carnavales campilleros, la Peña Los Esponjas, que superan también los 20 años de trayectoria, han vuelto a emerger como chirigota tras probar el curso pasado con el cuarteto ¿Hay número pa hoy? (consulta médica). Bajo el atuendo de la rehala Este año hacemos el CANelo han reivindicado, desde el doble sentido, la risa, y puestos en el lugar de su sufrimiento, los derechos de los animales y un trato digno por parte de sus amos cazadores. Esta modalidad ha contado también con la frescura de las dinámicas clases de premamá de Un carnaval embarazoso (las juveniles de Las Grillas Estripá, que acumulan ya cuatro años sobre el escenario del Teatro Atalaya) o la agrupación infantil de Los esclavos del gordo, que, en su segunda irrupción y con su disfraz de mando de televisión, ha evidenciado los males de la denominada caja tonta.
El elenco de los seis grupos que han alzado su voz y emitido su veredicto sobre todo lo que acontece en la localidad minera, ya en la modalidad seria, lo han completado las féminas de El duende de los sueños, que han vuelto tras el paréntesis de la última edición para retomar el camino de la gorgona Medusa de 2011 (Te vas a quedar de piedra) y ampliar la senda carnavalera abierta por Las Pintoras en 1998. Con su reaparición han venido a cubrir, en paralelo, el vacío dejado por El loco pintor (aquellos Heidemos tela de 2001, que, finalmente, se han caído del cartel tras debatirse entre la dualidad chirigota-comparsa), y a mantener, por tanto, el número de agrupaciones, seis, que participaron en 2012. Aunque son menos que en otros años, la confluencia de veteranía y juventud entre ellas invita al optimismo, en la medida en que empieza a vislumbrarse y consolidarse una cantera que actúa como una garantía de sostenibilidad y futuro de esta fiesta en El Campillo.
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