¡Como peces en el agua!
EL CAMPILLO. Nada más se podía pedir para una jornada sabatina en la que el mercurio se disparaba en los termómetros de la Cuenca Minera. La huida de las altas temperaturas, tan infructuosa en la mayoría de las tentativas, alcanzó su meta entre una veintena de jóvenes de la comarca que emana, desde el interior de sus entrañas, las rojizas aguas del río Tinto, hasta el punto de favorecer la experimentación de sensaciones similares a las de una verdadera catarsis, la de la liberación de la asfixia procedente del calor.
El secreto, más allá de los helados, el agua o la playa: la convivencia y la armonía entre la suave brisa inherente a un enclave dionisíaco, idílico, celestial..., calificativos que hallan su significado exacto en el voluptuoso ecosistema que cubre con su encanto la zona de Puerto Zumajo, la misma que, desde el término municipal de El Campillo, flanquea con su deslumbrante belleza el casco urbano de Minas de Riotinto. Allí descubrió la expedición organizada por la Asociación para el Desarrollo Rural (ADR) de la Cuenca Minera de Río Tinto un cúmulo de redentores ingredientes, con el agua y el baño como elementos preponderantes.
La aventura de la convivencia se inició con el embarque de los participantes en unas piraguas que pronto evaluarían las, de momento, exiguas aptitudes de unos habitantes de la zona aún no familiarizados con los remos. Algo que evidenciaban los surcos que éstos dejaban en las aguas, ajenos al equilibrio de la homogénea cadencia que debe presidir la navegación impulsada por los tripulantes de una misma canoa. No obstante, poco a poco perfeccionaban su técnica, aunque con refrescantes intervalos de chapuzones en el lago.
Tras los baños y las bombas humanas que se precipitaban contra las aguas del Zumajo desde un improvisado trampolín, algunas, las de mayor virulencia, con mayores efectos, siempre simpáticos, entre los testigos, los jóvenes se transformaron en fugaces artesanos del cuero, una transitoria profesión de la que surgirían carteras, pulseras, anillos e, incluso, sombreros.
¡Como peces en el agua! Así se movían los integrantes del grupo, al igual que los ejemplares capturados por algunos iniciados en la pesca deportiva que lanzaron sus cañas para, una vez picado el anzuelo, devolver a su hábitat al ser vivo que, luego, se burlaría de aquellos menos puestos en la materia.
Una vez exhibidas las innatas cualidades individuales, llegó la hora de la recuperación de las energías perdidas, para lo cual estaban dispuestas exquisitas viandas sobre la larga mesa en torno a la cual se congregaron los jóvenes de la Cuenca Minera. Un suculento picadillo precedió, entre insustituibles jarras de vino, una sabrosa paella que deleitó el paladar de unos comensales que se marcharían a casa con la satisfacción de quien se lleva un tesoro: una colección de nuevos amigos.
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