Retorno al pasado británico de Río Tinto
MINAS DE RIOTINTO. Tiempos difíciles arribaban a la Cuenca Minera con la instalación en la zona de la elite británica que fundaría la omnipresente empresa Río Tinto Company Limited en los albores del último cuarto del siglo XIX. La comarca, poco a poco, se erigía como una verdadera colonia adquirida por la Corona de Inglaterra sin la necesidad de asumir los costes de un conflicto bélico. Jornales de subsistencia, un exacerbado índice de siniestralidad laboral, hambre, opresión, limitación de las libertades... Ésta era la realidad de quienes extraían el cobre de una mina a la que entregaban su alma por el mísero precio de una rebanada de pan que llevar a los suyos. Una dominación, plena, absoluta. La economía, la cultura..., todo se hallaba bajo la indolente supervisión de las manos extranjeras que controlaban el capital, la línea del cobre, y ante cuyos rutinarios abusos de poder el silencio, cuando no la aquiescencia, emergía como la única respuesta proveniente de las autoridades españolas.
Pero estos años de dolor también fueron el origen del desarrollo posterior. La llegada de los ingleses trajo consigo los avances de la revolución industrial, con el ferrocarril minero como insignia de los años de progreso de la que se alzaría como el motor económico de la provincia de Huelva, la hoy deprimida Cuenca Minera. Y no sólo elementos vinculados al ámbito empresarial, sino también manifestaciones sociales que constituyen, junto a su exclusiva fisonomía natural, atractivos por los que la zona es conocida en todos los rincones del país. No sólo un fenómeno de masas como el fútbol aterrizó en España por mediación de Minas de Riotinto. Este mismo canal sirvió de entrada para otros deportes como el cricket, el crocket, el polo, el squash, el golf o el tenis.
Sobre la huella estampada en el territorio minero por la dirección británica de la Compañía caminó un grupo de sesenta jóvenes, en el marco de la jornada ‘Descubre el Río Tinto Británico’ organizada por la asociación juvenil riotinteña ‘El Doblao’ con el apoyo del ADR Cuenca Minera. Un senderismo urbano por Minas de Riotinto propició, a través del tránsito por el patrimonio heredado de los ingleses, la inmersión en el pasado de la comarca, en la forma de vida de la época victoriana. Vista Alegre, la estación del ferrocarril minero, el edificio de Dirección, la Casa de Huéspedes, el monumento para el recuerdo de los caídos aquel 4 de febrero de 1888 bajo la sombra de ‘el año de los tiros’, el economato en el que los mineros compraban a la Río Tinto Company Limited los productos que configurarían su austera mesa o el casino construido con el fin de controlar los pasos de los trabajadores. Cada uno de estos puntos era testigo del avance de una expedición que atendía con especial interés las anécdotas narradas por algunos lugareños que habían vivido algunos de esos episodios rescatados del baúl del olvido.
El hospital minero, convertido hoy en museo, y el registro de personal en el que la empresa anotaba no sólo los datos estrictamente laborales de sus empleados, sino también lo relacionado con su vida privada, sus amistades, sus hábitos... completaban un recorrido que finalizaba en el punto que reflejaba el carácter clasista de los propietarios de la mina: el barrio inglés de Bella Vista, ese que levantaba una muralla infranqueable para los habitantes nativos de la zona, con su capilla anglicana, la Casa Consejo y el monolito levantado en honor a los británicos que fenecieron en la Primera Guerra Mundial.
Un partido de crocket puso, tras la degustación del té, el broche de oro a una jornada en la que los participantes revivieron los avatares de sus antepasados para luego sumergirse en talleres de pintura de camisetas, de diseño de mecheros y de recogida de las rojizas aguas del río Tinto y las tierras de Zarandas y Peña de Hierro.
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