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Pablo Pineda

Las víctimas del genocidio franquista rompen el silencio

Las víctimas del genocidio franquista rompen el silencio

Las I Jornadas Comarcales promovidas en El Campillo por la AMHPH rescatan del olvido las vidas de quienes murieron por la libertad · Los sucesos de La Pañoleta, historias con nombres y apellidos, las vivencias de la cárcel de Huelva, los campilleros en los campos nazis de exterminio y la represión en Salvochea, los contenidos

CUENCA MINERA. Las víctimas del genocidio franquista en la Cuenca Minera de Río Tinto rompen el dramático y prolongado silencio impuesto por el miedo instaurado por los vencedores. Lo han hecho a través de quienes mejor las conocen, por medio de la voz de sus familiares, rotos por sus ausencias en todos los sentidos, condenados a su pérdida y, en muchos casos, en la mayoría, a la miseria más absoluta por una represión que no cesaba con el disparo certero de los ejecutores, de los verdugos, sino que alargaba su sombra gris hacia los que se quedaban, sus descendientes. Y, con ello, han logrado reponer la verdad, ocultada durante décadas por la versión del régimen, por la propaganda irrebatible de quienes ganaron la Guerra Civil, y reparar así, al menos en parte, la dignidad de los asesinados, sus viudos y sus huérfanos. Éste es el legado que han dejado, en El Campillo, en la entonces Salvochea, las I Jornadas de Memoria Histórica de la Cuenca Minera promovidas el pasado fin de semana por la recién constituida Asociación de Memoria Histórica de la Provincia de Huelva (AMHPH).

El seminario, que continúa un ciclo que ya ha pasado por el Condado de Huelva, el Andévalo y el Área Metropolitana y que culminará en septiembre en la Sierra, comenzó por el origen, por los míticos sucesos de La Pañoleta, por la columna minera que, en el momento del alzamiento fascista, acudió a liberar Sevilla, desde Río Tinto, aquel trágico 19 de julio de 1936 y se topó con la traición del comandante de la Guardia Civil Gregorio Haro Lumbreras. Fue el comienzo de la fuerte resistencia republicana en la provincia de Huelva, con los obreros de la Cuenca como grandes protagonistas, en su defensa de la democracia y la legalidad constitucional frente a la amenaza, como expuso el ponente Miguel Ángel Harriero, de los 300 judas. Del mismo modo, el libro La Guerra Civil en Huelva, del historiador Francisco Espinosa, fue el primer grito de justicia en la geografía onubense, de ahí que la AMHPH le rindiera un “merecido” homenaje en la jornada inaugural. Sobre él, sobre su obra, pilar para investigaciones posteriores, habló Antonio Ramírez Almanza, el diputado provincial de Cultura que contribuyó a que la publicación viera la luz en unos años 90 en los que aún pervivía el temor a hablar, a destapar lo ocurrido.

El timbre con el que se narraba cada biografía devolvía a las víctimas a la vida. Ocurrió con todos, sin excepción. Estaban en la sala, con sus familiares, con un público que no podía evitar la mezcla de sentimientos, de indignación, de impotencia, de solidaridad, ante historias desgarradoras con nombres y apellidos, con desarrollos y desenlaces compartidos. Éste es el caso de Manuel Moreno Ocaña, ex alcalde socialista de Ayamonte, maestro nacional de Salvochea desde 1934 y delegado gubernativo de este núcleo desde las Elecciones Municipales de febrero de 1936; y José Martínez Sánchez, concejal socialista de Minas de Riotinto. Ambos, como contó el nieto del segundo, José Martínez, fueron fusilados juntos tras el registro domiciliario de la vivienda que el último compartía en el Alto de la Mesa con su esposa, la matrona de El Campillo Sofía Hernández Otero, que fue encarcelada. La misma suerte que ellos corrió Antonio López Carrasco (sobre él habló su hijo Isaías López Carrasco), en búsqueda y captura como “socialista muy peligroso” por acompañar como escolta a Moreno Ocaña.

No menos emotivo fue el testimonio de Josefa Lozano Carcela sobre su abuelo Victorio Carcela Díaz, militante de la CNT que se alistó en el Batallón Nerva-Riotinto de las Milicias Populares. Tras ser condenado a reclusión temporal y puesto en libertad condicional se afincó en Peñarroya-Pueblonuevo (Córdoba), donde fue, finalmente, secuestrado por agentes de la Guardia Civil de Azuaga (Badajoz) y asesinado en mayo de 1944. Aún más sangrante fue la aniquilación de la familia Monteagudo Rodríguez. Tomás y su mujer Luciana mueren, él en la cárcel de Huelva después de ser capturado en Azuaga en su intento de pasar a la zona roja; y ella, tras no soportar las torturas a las que la sometieron para que desvelara el paradero de sus hijos, de los cuales tres, Pedro, Francisco y Manuel, acabarían fusilados (los dos primeros en Salvochea por bando de guerra y el tercero en el cementerio de Huelva al concluir la contienda); y un cuarto perdía la vida en una batalla en la que, con las fuerzas republicanas, trataba de reconquistar Peñarroya-Pueblonuevo.

Las vivencias en la cárcel de Huelva también tuvieron su espacio de la mano de Pedro Gómez Márquez, quien describió la experiencia de su padre, Benito Gómez Romero, natural de El Cerro de Andévalo que se afincó en El Campillo al concedérsele la libertad condicional vigilada. La represión continuó con la obligación de presentarse cada 15 días en el cuartel de la Guardia Civil para dar cuenta de su trabajo, su sueldo, sus amigos... También recluidos, pero, en sus casos, en un campo de exterminio nazi, terminaron los salvocheanos declarados apátridas por el régimen franquista Amador Maldonado García, guardia de asalto republicano que emigró a Francia para ser capturado en la Línea Maginot por las tropas de Hitler y deportado a Mauthausen para morir en una cámara de gas en Gusen en octubre de 1942; y Antonio Hermoso Feria, quien le acompañó en esa misma odisea (contada por Francisco Javier Sánchez Rubio) para ser liberado por los aliados en mayo de 1945.

Las I Jornadas de Memoria Histórica de la Cuenca Minera se resolvieron con las Memorias Recuperadas de Salvochea, con una alocución en la que el ex alcalde de El Campillo y presidente de la AMHPH, Fernando Pineda Luna, desgranó los acontecimientos acaecidos en uno de los municipios onubenses que sufrió, con mayor virulencia, el ataque del fascismo (incluida la orden por radio del general Queipo de Llano de que desapareciera del mapa), por su origen minero y su condición de pueblo nacido al calor de los vientos revolucionarios de la Segunda República con un nombre que aludía de un modo explícito a la libertad, el apellido del anarquista gaditano Fermín Salvochea. Con su intervención, puso los focos en “las mentiras de la propaganda franquista”, que, bajo sus palabras, “adquiere su máxima expresión” en el episodio de la cárcel, donde fallecieron 11 salvocheanos el 25 de agosto de 1936, según la postura oficial de los vencedores, a manos de los rojos.







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